El domingo finalmente pude ver la última creación del mexicano, al que ya la crítica internacional no ha dudado en calificar como una “obra maestra”, cosa que no pongo en duda, pero tengo mis temores, ojalá esté equivocado, y es que es una realización cinematográfica impecable, de gran factura, no exageraría si la calificara como grandiosa, magistral, una gran película, casi una obra maestra –y la catalogo porque obras maestras, para mí, solo en artes mayores como la pintura, la música y la escultura-, pero “El renacido” de González Iñárritu es lo más parecido a lo excelso.
No la podemos catalogar como un western, no, no es la clásica historia de vaqueros que nosotros tenemos fijada en la mente en donde Clint Eastwood es su máximo exponente, ya sabe usted, con un puro en la boca, sombrero vaquero, botas, espuelas y un revólver Colt al cinto, ¡ah, y el jorongo! Al estilo del “Tunco Maclovio”, ni tampoco la cinta de G. Iñárritu nos revela el viejo oeste norteamericano que la mayoría “conocimos” a través de series inolvidables de nuestra infancia como Bonanza, Daniel Boone, el Gral. Custer o la Ley del Revólver, ¡no!, esta es una película de corte histórico que recupera algunos de los pasajes más crudos y llenos de violencia de lo que significó ya no digamos la conquista, sino la dominación de ese enorme territorio en el que hoy están asentados los Estados Unidos, es decir, a riesgo de sonar frívolo, no fue un día de campo.
Con esto lo que quiero decir es que el espectador no espere ver en la película del mexicano una historia más, de ficción, de la forma idealizada en la que nos quisieron vender durante tanto tiempo la ocupación de Norteamérica, el nacimiento de una nación hubiera afirmado David W. Griffith a través de su ya clásica cinta, y no porque es una historia desgarradora, cruda como el invierno que pinta, a veces árida, violenta –muy violenta justificadamente-, gris, tirándole a opaca que, como los buenos vinos tintos dirían los conocedores, nos recuerda –tiene tintes- a películas tan emblemáticas como “Danza con Lobos” (1990) de Kevin Costner, ganadora del Oscar a la Mejor Película en ese ya lejano año, a “Bailando con lobos” (1990), “Los lobos no lloran” (Never Cry Wolf, 1983) de Walt Disney y estelarizada por un sensacional Cahrles Martin Smith y “Cabeza de Vaca” (1991) de Juan Diego Quezada, que nos narra una historia sobre la colonización de la península de Baja California.
Por lo tanto no hay que esperar ver en “The Revenant” un película de “buenos”, los norteamericanos, contra los “malos”, los indios nativos de Norteamérica (sioux, apaches, pieles rojas, etc.), esta es una película que toma con seriedad una historia real, sin ficciones, que relata la odisea de un hombre que renace, que revive en medio del clima más inhóspito y que regresa para consumar una afrenta, el asesinato de su hijo, y de cómo logra sobrevivir a esa aventura que se convierte en una especie de viacrucis y de cómo, logra salir adelante con lo mínimo, con pasajes llenos de imágenes existenciales, fantasías que a veces se vuelven realidad y viceversa, magia, sicomagia y sicodelia.
Por supuesto, mención aparte merece la fotografía también mágica y excepcional de Emmanuel “El Chivo” Lubezki, merecedora nuevamente y sin duda del máximo galardón que otorga el cine de Hollywood, de la dirección desafortunadamente tengo mis dudas, y no por G. Iñárritu, la dirección es impecable, así como la cinematografía, pero la película es compleja, plantea un nivel de comprensión y de sensibilidad que no sé qué tanto sea asequible para la Academia de Hollywood, a ellos les gustan temas más planos, de más fácil comprensión y entendimiento, eso sí, bien contadas y narradas con oficio y suficiencia técnica.
De todos modos toda la suerte para el “primo” y que la fuerza esté de su lado este próximo 28 de febrero en el Theatre Dolby de Hollywood.