Con un saludo a mi amigo el Arq. Carlos Alejandro Lara.
Por Ramón Durón Ruíz

«La vida es un viaje… no una competencia”, éste Filósofo dejó atrás la época de competir, pase a la de compartir; he aprendido que si no estás conforme con lo que tienes, cambia, porque tú controlas tu vida, tú edificas tu realidad, a través del poder de la palabra; HOY decreta palabras de amor y bienestar para tu vida, entonces entenderás que en éste viaje terrenal la metáfora es el cambio.
Que importante es que en el viaje de la vida canceles la forma negativa de ver y pensar, que desprogrames tu mente de que ‘no se puede’, recuerda que creas con el poder de la palabra, cuando alineas tus pensamientos, sentimientos y acciones, se despierta tu conciencia cósmica, entonces brotan de tu interior emociones y sensaciones que tienen poder curativo y creativo, que te enseñan que eres cocreador de tu microcosmos.
En el viaje de la vida, se flexible, se tolerante con la libertad de pensamiento; los hombres de todos los tiempos, desde la edad de piedra, hasta la época contemporánea, hemos creído en la existencia de un ser superior, lo único que ha cambiado es el nombre, la sustancia es la misma, porque la sabiduría de DIOS es eterna y universal.
En el viaje de la vida, lo que das con amor o con odio, se te regresa, porque te los das a ti mismo, por eso el viejo Filósofo te invita a que luches, pienses, trabajes y creas con amor… y deja que el universo genere los resultados.
En el breve espacio del viaje por la vida, experimenta el cambio de los paradigmas limitantes, no busques razones que te lleven a entender el cambio, sólo vívelo y siéntelo, te enseñará que no has llegado a ésta vida a sufrir, mucho menos a fracasar, sino a gozar de tu autorrealización y atraer a ti lo que quieres ser.
Así como ejercitas tu cuerpo, o tu paladar para disfrutar el viaje de la vida, desprograma los pensamientos negativos, educa tu mente para que genere pensamientos positivos, que te lleven a regocijarte de la inigualable policromía del universo, a tener mucha raíz, poco barniz y a ser profundamente feliz.
La vida es un viaje sin retorno, sal del círculo vicioso del odio, del ego, del miedo, del rencor, del resentimiento, de la tristeza, de la soledad, sólo sirven para cancelar tu crecimiento, se consciente que sólo tú decides tu vida, éste es el momento en el que te decidas a ser creador de una nueva realidad, en la que abunden los milagros.
“Dios no te hizo en serie… te hizo en serio” entonces reconoce que la vida siempre tiene para ti una nueva oportunidad, que desde lo más íntimo de tu ser, cancela las percepciones negativas y te invita a gozar de una visión positiva del presente, misma que te da la capacidad para crear, para realizar tus sueños, para sentir que HOY es el día más espectacular de tu vida.
En el viaje de la vida, siempre habrá alguien que quiera cancelar tus sueños, no te ocupes de eso, que sólo rompe la armonía que el universo te provee, mejor responsabilízate de construir HOY tu grandeza, ocúpate de creer en ti mismo, de elevar tu autoestima, de aceptarte con amor y viajar por la vida con inmensa felicidad.
Si tú, sólo tú puedes vivir tu experiencia terrenal-espiritual, cada nuevo amanecer, abre la desnudez del alma, para escuchar el canto de amor de la vida, DATE PERMISO DE mirar al cielo que es la morada del Señor, expandirás los límites de tu mente, te recordará que eres uno con el todo, eres uno con Dios, saborea lo que eres y lo que tienes.
“Hace muchos ayeres vivió un hombre de mar, el Capitán Bravo, jamás mostraba temor ante un enemigo. Una vez, navegando, el vigía vio que se acercaba un barco pirata, y la tripulación del barco se volvió loca de terror. El capitán Bravo gritó:
— ¡Traigan mi camisa roja!
Y llevándola puesta instigó a sus hombres a atacar, y vencieron a los piratas. Unos días más tarde, el vigía vio dos barcos piratas. El capitán pidió nuevamente su camisa roja, y la victoria volvió a ser suya.
Esa noche, sus hombres le preguntaron por qué pedía la camisa roja antes de entrar en batalla, y el capitán contestó: — Si soy herido en combate, la camisa roja no deja ver mi sangre y ustedes pelearan sin miedo.
Todos los hombres quedaron en silencio, maravillados por la sabiduría y valentía de su capitán.
Al amanecer del día siguiente, el vigía vio no uno, no dos, sino diez barcos piratas que se acercaban.
La tripulación dirigió en silencio sus ojos al capitán, que con voz férrea, sin demostrar miedo, gritó:
— ¡¡Tráiganme mi pantalón café!!”