Nos resistíamos a reconocer en el Tenis del serbio un atisbo de excelencia, tal vez porque el balcánico es poco mediático, no tiende a empatar mucho con los aficionados al deporte blanco y su juego, a veces, es más frío que un témpano de hielo, pero las últimas veces que lo hemos visto enfrentando a los 5 mejores en el ranking mundial de la ATP, no nos queda más que reconocer que Novak es, sin discusión, el mejor tenista en estos momentos del circuito profesional del Tenis mundial. Cierto, el tenista nacido en Belgrado hace 28 años, es frío, calculador, milimétrico y conecta poco con la gente. Es poco dado a dar los shows a los que nos tenían acostumbrados tipos como Jimmy Connors, John McEnroe, André Agassi o el rumano Ilie Nastase, berrinchudos, que peleaban todos los puntos en la raya a los jueces y que eran muy dados a azotar sus raquetas contra el suelo, incluso Djokovic es tan perfecto en cualquier tipo de cancha que no se tiene que esforzar al máximo hasta dejar las rodillas en cada juego como sí en cambio lo hace Rafa Nadal, el español todo “alma, vida y corazón”, garrudo como él solo, pero que dista mucho de la perfección del balcánico. Djokovic nos recuerda más al rubio sueco Björn Borg, que brilló en los 80, al mejor Pete Sampras y, últimamente, al suizo Roger Federer de sus primeros años, que ganaba casi casi sin despeinarse. El domingo pasado tuvimos la oportunidad de ver la repetición de la final del Abierto de Australia sobre la superficie dura del “Rod Laver Arena” entre Djokovic y el británico Andy Murray, el número 2 del mundo, y ahí nos convencimos del gran Tenis, casi perfecto –sin debilidades a la vista-, que está jugando el serbio, fue su sexto título australiano ganado en forma consecutiva, su primer Grand Slam del año y va a estar difícil que alguien le dispute el primer lugar del ranking mundial en los próximos años, muy probablemente está destinado a convertirse en el mejor jugador de Tenis de todos los tiempos. Lo escribe Marco Aurelio González Gama, directivo de este portal.