Por Ramón Durón Ruiz
El doctor Jorge Carbajal Posada pleno de sabiduría en muchas materias, especialmente en el manejo de las emociones, cuando habla del amor dice: “El amor es una fuerza renovadora; es magnífico porque crea cohesión. En el amor todo está vivo, como un río que se renueva a sí mismo. En el amor siempre uno puede renovarse, porque todo lo ordena.
En el amor no hay usurpación, no hay desplazamiento, no hay miedo, no hay resentimiento, porque cuando tú te ordenas porque vives el amor, cada cosa ocupa su lugar, y entonces se restaura la armonía.
Desde la perspectiva humana, lo asimilamos con la debilidad, pero el amor no es débil. Nos debilita cuando entendemos que alguien a quien amamos no nos ama. Hay una gran confusión en nuestra cultura. Creemos que sufrimos por amor, que nuestras catástrofes son por amor. Pero no es por amor, es por enamoramiento, que es una variedad del apego. Eso que llamamos habitualmente amor es una droga.
Igual que se depende de la cocaína, la marihuana o la morfina, también se depende del enamoramiento. Es una muleta para apoyarse, en vez de llevar a alguien en mi corazón para liberarlo y liberarme. El verdadero amor tiene una esencia fundamental que es la libertad, y siempre conduce a la libertad.
Pero a veces nos sentimos atados a un amor. Si el amor conduce a la dependencia es eros. Eros es un fósforo, y cuando lo enciendes se te consume rápidamente, en dos minutos ya te quemas el dedo. Hay muchos amores que son así, pura chispa. Aunque esa chispa puede servir para encender el leño del verdadero amor. Cuando el leño está encendido produce el fuego. Ese es el amor impersonal, que produce luz y calor.”
Continúa: “[En tu vida…] confía en la verdad; no tienes que ser como la princesa de los sueños del otro, no tienes que ser ni más ni menos de lo que eres. Tienes un derecho sagrado, que es el derecho a equivocarte; tienes otro, que es el derecho a perdonar, porque el error es tu maestro.
Ámate, considérate. Si tú no te quieres, no vas a encontrar a nadie que te pueda querer. El amor produce amor. Si te amas, vas a encontrar el amor. Si no, vacío. Pero nunca busques una migaja, eso es indigno de ti. La clave es amarse a sí mismo y al prójimo como a ti mismo. Si no te amas a ti, no amas a Dios. Acéptate cómo eres; lo que no aceptamos no lo podemos transformar, y la vida es una corriente de transformación permanente…”
Para el viejo Filósofo, el arte de amar se aprende en casa, quien no ama estará siempre hueco por más dinero o poder que tenga; el amor no es un sentimiento, es un compromiso capaz de generar orden y paz en tu interior, es tan grande que te permite permanecer para siempre, porque alinea tu vida con el universo y te lleva a entender que no hay límites para llegar a la esencia de tu Ser.
En el amor existen dos caminos básicos: el primero te invita a amarte a ti mismo, a amar a quienes te rodean, a que los ayudes a que se amen a sí mismos, que entiendan que el amor hace de cada uno el círculo perfecto que tiene la virtud de armonizar tu mente, cuerpo y espíritu.
El segundo camino nos señala que el amor sólo es posible en el aquí y en el ahora, su secreto está en compartir; cuanto más compartas… más amor surgirá de tu interior; en la medida en que sacas agua de la noria de la vida, más agua fresca fluirá hacia ti.
Emmet Fox, uno de los escritores del siglo XX más cultos en temas de espiritualidad, escribió:
“No hay dificultad que amor suficiente no pueda conquistar. Ni enfermedad que bastante amor no pueda curar.
No hay puerta que no se abra con bastante amor, ni brecha que con bastante amor no se pueda cerrar.
Ni muro que con amor bastante no se pueda derribar, ni pecado que con bastante amor no se logre redimir.
No importa cuán profundo sea el problema, ni cuán desesperado sea el futuro, ni la monstruosidad del error cometido, con bastante amor todo se resolverá.
Si sólo pudieras amar lo suficiente serás el ser más feliz y más poderoso del mundo.”
A propósito del amor, en el momento en el que Robicundo y Galdiana subían a su auto, ella le dice:
— ¡Mi amor!, ¿viste lo tierno y febril que el nuevo vecino es con su esposa, viste cómo la abraza cariñosamente, cómo la besa amorosamente, cómo la acaricia con pasión?… ¿Por qué no haces tú lo mismo?
Robicundo se le queda mirando y le responde:
— ¡PERO SI YO NO CONOZCO A ESA ‘INCHE VIEJA!