«Perdonen la confesión, pero me considero un católico de características particulares, para empezar soy laico, no creo en la institución de la iglesia católica, apostólica y romana, tampoco creo en los sucesores de Pedro; a diferencia de la mayoría de los mexicanos no soy tan guadalupano pero suelo visitar con cierta regularidad la Basílica de Guadalupe, la nueva y la antigua, y de los santos el único que ejerce una cierta atracción en lo personal es San Judas Tadeo, y por mi origen, me gusta rezarle a la Virgen de la Soledad, imagen religiosa muy adorada en mi ciudad natal, pero hoy llega a México el Papa Francisco –hay quien lo escribe con minúscula, pero una cosa es la papa, el tubérculo y otra cosa es su Santidad- y eso es, aunque no se quiera, un acontecimiento que hay que celebrar, y es un acontecimiento extraordinario porque es la cabeza de la iglesia católica en el mundo, el líder espiritual como también suelen llamarlo. Es también una ocasión especial porque este Papa, Francisco, que fue bautizado como Jorge Mario Bergoglio Sívori y que nació en Argentina un 17 de diciembre de 1936, tiene precisamente esa particularidad, es latinoamericano como todos nosotros, pero además es un Pontífice que viene del sur, lo que quiere decir que conoce nuestras realidades sociales, nuestra pobreza, nuestro atraso y todo aquello que nos distingue a los somos de esta parte del mundo. Me gusta el Papa Francisco porque más que un ¡Sumo Pontífice!, un prelado, el Jefe del Estado Vaticano, en el fondo sigue siendo un cura al que le gusta caminar la comunidad, un pastor, un siervo de Dios al servicio de las mejores causas en el mundo. Estoy consciente que no es el gran reformador que muchos esperaban de él, es decir, que no va a reformar a una institución como la de la iglesia católica que ha permanecido intocada a lo largo de poco más de dos mil años, pero si lo veo como alguien a quien le gusta revolucionar –que no ser un revolucionario-, con un sentido de cambio y de sacudir las telarañas de algunas mentes y conciencias engarrotadas. Bienvenido pues a México el Papa Francisco», escribe Marco Aurelio.