A la barbarie, crueldad y horror en tonos macabros que nos rodea y atraviesa hay que intentar comprenderlas y darle explicaciones para tener su dimensión exacta, su complejidad y encontrar las soluciones correctas e inmediatas. Al asombro e indignación corresponden las acciones colectivas de denuncia, solidaridad y exigencias; con todo y esas escenas de terror tenemos que superar al miedo, no permitir y ser muy categóricos con los que están al frente de las instituciones de la materia. Luchar y sobreponerse a las tragedias es la clave para sobrevivir, para no permitir que nos roben la esperanza de una vida en paz e impedir el deterioro del tejido social. Es muy mala temporada la que estamos viviendo, insegura y violenta; es el resultado de un proceso y varios factores: la vecindad con un país de alto consumo de drogas, la pobreza excluyente y antidemocrática, el modelo económico neoliberal, los lujos de la oligarquía, la corrupción, la fragilidad democrática e institucional, el tamaño de nuestra juventud, la débil sociedad civil, etc..

Hay paradojas y contradicciones en el momento inseguro que vivimos, mientras la sociedad pasa lo peor con amenazas y actos violentos los diversos niveles de gobierno y la clase política se comporta como si todo estuviera normal. Todos los días sabemos de asesinados, robos, secuestros y extorsiones en nuestra ciudad, en la entidad y en todo el país, aveces en escala pequeña, aveces en grados macabros; es obvio que todo eso nos atemorice, nos marque y haga tomar medidas preventivas. Son tan constantes las noticias de violencia, prácticamente diarias, que ya constituyen una realidad ineludible, que forma parte de nuestras inquietudes cotidianas. A pesar de los intentos oficiales a estas alturas ya no hay manera de minimizar esta barbarie, de hablar con seriedad de «hechos aislados» y de criminalizar a las víctimas como se hace en Veracruz con los periodistas que han caído a manos de asesinos.

La delincuencia de todos los grados se ha empoderado ante el vacío, la corrupción y fragilidad institucional, constituyendo un poder alterno al oficial, dominando territorios e imponiendo sus propias leyes; la víctima es la sociedad, indistintamente de su posición social, sobre todo los jóvenes que están pasando por una etapa negra, siendo secuestrados, prostituidos y utilizados como «carne de cañón». Lo que hace años era la excepción ahora es una constante, así se sabe de asesinatos a cualquier hora del día y de asaltos en todas partes, como si no hubiera autoridades, en un síntoma de ingobernabilidad o gobierno fallido. Siendo una realidad palpable, conocida por todos, no hay necesidad de explicar de mas, de ser muy ilustrativo, basta referirla para alertar, buscar razones y sugerir soluciones; no recreamos la violencia, la invocamos con datos concretos para superarla, para encontrar la luz al final del túnel.

Ante la crisis de inseguridad, ante la violencia y el horror que se ensañan con la población, es de doble espanto y repudio el comportamiento de la clase política y de los gobernantes. Son omisos directos o cómplices de la delincuencia, andan como si nada, juegan a la democracia, se alistan para ganar elecciones y viven en su propio mundo, donde no hay problemas, donde se toman decisiones fáciles, donde se cortan listones y donde se refugian con publicidad. Son irresponsables las autoridades que no saben de los niveles de violencia que nos golpea y son doblemente irresponsables, en grado delictivo, las autoridades que sabiéndolo no hacen nada. Ya se volvió una practica consolidada desde el gobierno que eluda su compromiso con la seguridad en una cadena de omisiones y negligencias: De inicio declaran no tener competencia, después lo remiten a las áreas respectivas, las cuales se saturan y terminan por no hacer prácticamente nada. El caso es que el ciudadano queda indefenso.

Mientras la sociedad es golpeada por la delincuencia el Gobierno se ocupa de cualquier otra actividad, de preferencia de proselitismo pre-electoral; los ciudadanos viven en una realidad adversa, solos, sostenidos únicamente por sus propias redes. Hay una distancia abismal entre las autoridades y la sociedad, radicando ahí el núcleo de la tragedia que nos azota, porque no se confronta la fortaleza estatal con la delincuencia, porque los recursos públicos, humanos y materiales, son omisos o cómplices de la violencia. Al no haber voluntad política, al abandonar sus responsabilidades el gobierno se vuelve parte del problema, tal vez el principal, lo cual implicaría su relevo mas allá de los personajes y siglas para cuestionar al sistema y todo el entramado de intereses y atrofias institucionales. Me parece que la consecuencia de esta narrativa, lo tenemos en nuestras manos, es la alternancia en el poder, es la reconstrucción de las fortalezas institucionales, es apostarle a gobiernos útiles y eficaces.

En tanto, para iluminar un poco la oscuridad que se nos vino encima, hagamos intentos por comprender los fenómenos bestiales que estamos viviendo; a la impunidad y corrupción políticas como causa principal de esta ola de violencia, agreguemos la condición humana tanto de los gobernantes como de los asesinos. Ese factor es reforzado por el contexto social y político, pero anda con relativa autonomía; es de tal manera relevante que lo vamos a encontrar en muchas etapas de la historia mundial. Un ejemplo lo podemos tener en el genocidio de la segunda guerra mundial, cuando personajes de muy poca monta, adheridos a una circunstancia determinada, fueron capaces de cometer atrocidades que rebasan la imaginación.

Uta.1959@nullgmail.com

Recadito: Para que haya paz, seguridad y estado de derecho solo con la alternancia en el poder en VERACRUZ.