Estimado señor, siéntase bienvenido en su visita a México. En primer lugar, déjeme decirle que usted me agrada, como líder y como persona me parece más humano que los otros Papas que por noticias he conocido.
También quiero decirle que soy asiduo lector de la Biblia y en este libro sagrado hay un pasaje que es uno de mis favoritos. Es el relato de Zaqueo, el pequeño recaudador de impuestos. Usted debe saber que cuando Jesús llega a Jericó las personas se reúnen para verlo. Son multitudes las que acuden, se hacen vallas en los caminos de modo que algunas personas bajas de estatura no pueden ni siquiera asomarse. Una de esas personas bajas de estatura era Zaqueo, un recaudador de impuestos, un funcionario público no grato para los judíos, pues era el encargado de recaudar el dinero para las arcas del imperio. Sin embargo, Zaqueo era un hombre de buen corazón y acude a ver al Mesías, pero no logra penetrar entre la multitud. En su afán por ver a Jesús Zaqueo se adelanta, sube a una higuera y por una rama alcanza a mirar al Mesías. Jesús, al darse cuenta del pequeño recaudador de impuestos, lo llamó y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy tengo que quedarme en tu casa».
Usted mejor que nadie sabe que no estaba bien visto que el Mesías se quedara en casa de extranjeros ni en casa de recaudadores de impuestos. Pero Jesús no hizo caso de esa falsa tradición y pernoctó en casa de Zaqueo. El pequeño recaudador de impuestos, al ver tanta misericordia del Mesías le prometió: «¡Mira! La mitad de mis bienes, Señor, la doy a los pobres, y todo cuanto extorsioné de persona alguna por acusación falsa, le devuelvo el cuádruplo». Jesús entonces alzó la voz y dijo: «Este día ha venido la salvación a esta casa, porque él también es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Estimado Papa, el pasaje me parece pertinente ahora que usted visita México, es pertinente porque muchos de nuestros gobernantes son como recaudadores de impuestos, y en su visita sienten que reciben a un hombre santo. Quizá ellos no tengan la dificultad que tuvo Zaqueo para ver al Mesías, ellos por supuesto tienen primera fila, pero me pregunto, ¿acaso harán un acto de contrición como lo hizo Zaqueo y dirán: «La mitad de mis bienes, Señor, la doy a los pobres, y todo cuanto extorsioné de persona alguna por acusación falsa, le devuelvo el cuádruplo»?
¿Acaso devolverá su Casa Blanca el presidente Peña Nieto? ¿Devolverá su Casa Blanca Luis Videgaray? ¿Devolverá su Casa Blanca Osorio Chong? ¿Acaso los gobernadores que robaron el patrimonio de su estado devolverán todo lo que obtuvieron por extorsión? ¿Acaso los funcionarios públicos que se enriquecieron indebidamente devolverán el cuádruplo a los ciudadanos? ¿Acaso los empresarios, los dueños de los grandes capitales de este país pagarán al menos el impuesto justo por sus ganancias? ¿Acaso los capos de la droga se entregarán a la justicia y dispondrán sus bienes para los pobres?
Estimado señor, si usted trajera la solución a los muchos problemas que aquejan a este país, entonces bienvenido; si al menos trajera la intención de amonestar a los causantes de esos problemas, entonces bienvenido; bueno, si los gobernantes que lo reciben, que se dicen católicos y que van a misa todos los domingos se arrepintieran y cambiaran su proceder entonces su viaje habría valido la pena.
Pero ya lo dijo usted de manera honesta, no trae las soluciones para los problemas de este país, por más oraciones que dirija a la virgen de Guadalupe, por más misas y ruegos. Entiendo que por ello no trae usted intención de reunirse con los padres de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa, porque los padres ya no buscan consuelo, ellos siguen buscando a sus hijos. Por eso entiendo que no se reúna tampoco con las víctimas de abuso sexual por parte de curas pederastas, porque son las acciones y no las palabras las que resarcirían el daño.
Lamento que no traiga intenciones de amonestar a nadie, si acaso podría hacer recomendaciones tibias a este gobierno que ha demostrado pleno desprecio a su doctrina; un gobierno que de facto desatiende los diez mandamientos de la ley de Dios, sobre todo esos mandamientos que exhortan a dar de comer a los pobres, a no mentir, no matar, no robar, no fornicar. En verdad lo lamento.
Estimado señor, cuando usted deje el país, éste seguirá siendo el mismo, como el mismo siguió siendo México después de las tantas visitas de Juan Pablo II; este país seguirá siendo el mismo porque este país, señor, no tiene Zaqueos en su gobierno, antes bien, este país está lleno de saqueadores.
Sin más por el momento, me despido esperando tenga usted una agradable estancia en este hermoso país.
Atentamente:
Armando Ortiz aortiz52@nullhotmail.com