Sobreviví, medianamente incólume, a un catorce de febrero más. No sé cómo lo sobrelleve Usted, bien querido lector lectora. Tal vez sea de los que con semanas de anticipación ande pensando la mejor manera de sorprender a su moyocollo y se despierte tempranito a preparar un desayuno a la cama con unos ricos panqueques endulzados con años de comprensión y ternura, y una flor adornando la mesa. Despertar así en domingo debe ser bonito. Abrir los ojos y que luego de las legañas lo que veamos sea la cara sonriente del ser amado con unos ojazos pispiretos. Debe ser bonito.

Me pregunto si México será feliz o cuando menos medianamente feliz. Para mi sorpresa los estudios dicen que sí somos felices, no en una abrumadora mayoría –porque nunca falta al que nada le cuadra-, pero el mexicano sí es feliz. A pesar de la aplanadora española que le pasaron encima a los nativos, supimos transmitir por generaciones el gen de la sonrisa dócil y el abrazo fácil. Somos buenos para abrazar y sonreír, no importa que nos acaben de presentar a alguien queremos despedirnos de beso, aunque lancemos los labios al aire lo importante es hacer contacto, sentir la calidez de un cachete y la cercanía.

Es bueno, alguien debió pensar muy bien mercadológicamente esta fecha, pues no podían dejar fuera de la celebración de Cupido a todos aquellos que agarraron en un momento de soledad, y por eso no sólo se festeja el amor, sino también la amistad. Con eso hicieron el negocio de la vida y metieron a todos al juego de las compras y obsequios. Yo me la pasé ahí dos dos, tampoco crea… me dieron muchas muestras de cariño y amistad, muchas más de las que a veces creo merecer. Solo que no recuerdo cuándo fue la última vez que llené un carro de globos, compré rosas a lo salvaje o me volví obsequioso en esa fecha. No soy un caso perdido, sólo que ese tipo de detalles los ejerzo en virulentas veces durante el transcurso del año.

Pero en domingos como éste, en los que los restaurantes estuvieron llenos, los cines atascados, los corazones nublaron la vista, y los hoteles y moteles gastaron militares provisiones de jabón chiquito, es que me cercioro en que México es feliz, y México ama, que sabe amar y darse sin recelos. La crisis económica que nos sobrevuela por el alza del dólar y la caída del petróleo es algo que este domingo no importó. ¿De dónde saca el dinero la gente? No lo sé, supuestamente no hay. ¿De dónde saca el valor México para salir a las calles a festejar? No lo sé, supuestamente vivimos en un país demasiado violento.

La única violencia que importó este catorce de febrero fue la de la guerra de los osos que dejó hechos jirones los colchones. La única crisis que se vislumbró este fin de semana fue la de encontrar una buena mesa en el restaurante de moda.

Yo me conformo con poco, no soy exigente. A mí, llevándome a comer unos tacos a la esquina y a pasear tantito, me tienen tranquilo. No soy de mucho pedir… y si me apura ni siquiera es necesario salir, con una buena película en la televisión me doy por servido. Tal vez quede debiendo miel en esta fecha, pero la compenso (creo) en el transcurso del año.

México es feliz, es tierno y es amoroso. Hay más gente buena y eso ya lo sabemos. Hay más ánimo que desánimo. La crisis y la violencia se olvidan cuando México sabe querer y estrechar los hombros.

A todos mis amigos les mando un beso. A todos los que me leen los abrazo con cariño. Todo México debe darse tiempo de sonreír y abrazar, que es para lo que genéticamente estamos diseñados.

Tome nota: ¡Por fin harán cambio en la delegación de la SAGARPA! Octavio Legarreta sustituirá a Marco Antonio Torres Hernández.

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