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La corrupción se ha vuelto eje central de los manejos políticos del país, cada vez se daña más nuestra imagen como nación. Durante una semana nos teñimos de esperanza con la visita del Papa, sin embargo, los problemas no se desvanecen con discursos ni palabras de aliento. Seguimos en pie, con el ánimo en un hilo y desilusionados de volver a la realidad.
Se fue el mensajero de fieles católicos y ahora nos quedan los titulares de siempre, mismos de los que me había propuesto no hablar por el hartazgo que como ciudadana presentaba, pero llega un punto en el que el cinismo y las declaraciones absurdas han sobrepasado mi intento de enfoques positivos.
Me hubiese gustado dedicar esta columna a Umberto Eco, tengo la certeza de que su nombre resonará por siempre y como gran impulsor de la literatura serán múltiples las generaciones que lo conozcan y se apasionen a la cultura gracias a alguna de sus obras. No obstante, con la misma convicción de que un hombre como él no necesitará de más elogios, he decidido alzar nuevamente la voz, y unirme a los reclamos que resuenan en mi interior.
Nací en el estado que lo tenía todo, siempre me he sentido orgullosa de nuestra riqueza cultural, del calor de la gente y de poder decir que soy jarocha, que amo tanto a mi estado como Agustín Lara aun estando lejos, por eso me indigna ver al punto al que hemos llegado. La corrupción, las estafas, la inseguridad y el saqueo constante nos han sobrepasado.
¿Cómo llegamos a esto?, somos tan responsables como los mismos saqueadores del estado. Cada uno de nosotros como ciudadanos tiene el poder de elegir a quienes nos representan, y desgraciadamente nos equivocamos. Tenemos al frente del poder a quienes hemos permitido, ignoramos los problemas que surgían en el entorno porque no nos afectaban de manera directa. Con el tiempo descubrimos que las crisis se expandían. Que las mentiras ya no eran tan graciosas y se tornaron en jóvenes desaparecidos; en asesinatos y atropellos contra la democracia, la libertad de expresión y todo aquel que se atreviera a contradecir los engaños que ya nadie creía.
Tratamos de hacernos de la vista gorda cuando algunos pagos se aplazaban y hasta juzgamos a quienes cerraban calles porque nos incomodaba el tráfico, algunos recobraron un poco de conciencia y se unieron de manera virtual a las denuncias ciudadanas, aunque su activismo se limitó a una pantalla. Cuando vimos que no sólo se trataba de un desfalco económico inmenso sino también de un daño constante a los derechos humanos, la población comenzó a despertar. ¿Y ahora?
Veracruz abarca las portadas de los principales diarios del país, algunos casos han trascendido a nivel internacional. No podemos seguir con una venda en los ojos, por mucho que nos empeñemos en cerrarlos la desgracia entra a borbotones. No podemos quedarnos tranquilos con soluciones ridículas, me parece irreal que teniendo todo nos estemos quedando así. Vacíos, heridos y pagando las deudas como si esto fuese un juego de niños.
El gobierno del estado es responsable de pagar a sus pensionados, quienes por ello trabajaron durante años. Es un caso real, alarmante, no un juego de turista en el que puedes dar las cartas de tus propiedades y lanzas los dados esperando recibir algo de dinero. No pueden empeñar el estadio, el parque de béisbol y el acuario como cartas de un tablero de Monopoly.
Resulta insultante ver los adeudos millonarios del estado en contraste con el estilo de vida de sus funcionarios quienes se llenan de lujos, mientras que los ciudadanos ni siquiera reciben su salario en la quincena. José Mújica, evaluado como el mejor presidente de América Latina dijo en el 2014 en Veracruz que los políticos deberían vivir como la mayoría de personas, no como una minoría y a costa de quienes deberían tomar las decisiones (los ciudadanos).
La solución a esto justo cuando el periodo de gubernatura está por acabar no es la cárcel a Javier Duarte, esa sólo es una promesa más que sirve a intereses políticos –aunque sin duda son necesarias sanciones–, la solución está en los ciudadanos que como mayoría deberíamos retomar el rumbo con decisiones mejor pensadas. Exijamos leyes que sirvan y verifiquen la rendición de cuentas, la transparencia del manejo de recursos, la obligación de declaraciones patrimoniales de los funcionarios. Un ejemplo de esto es la iniciativa 3 de 3, está en proceso de firmas, se trata de un proyecto ciudadano que plantea opciones para evitar la corrupción en nuestro país, nuevos organismos y leyes que rijan a los servidores públicos en sus cargos.
Considero que necesitamos más proyectos como ese, que la clase política llegue a donde está porque de verdad quiere servir a los ciudadanos y no servirse de ellos para otros fines, alcanzando múltiples ceros en cuentas de paraísos fiscales a costa del trabajo de otros. Urgen personas innovadoras que desarrollen proyectos buscando el beneficio común. Que la esperanza no se quede en espera de milagros y sea el móvil para hacernos pensar detenidamente sobre el rumbo que hemos de tomar, que las próximas elecciones no te convenza un simple discurso, ni las opciones sin partido. Veamos a los candidatos como individuos, dejemos de lado colores y analicemos a fondo lo mejor para Veracruz.