Las próximas elecciones veracruzanas, de Gobernador y legisladores, significan la confrontación real de proyectos y fuerzas políticas distintas en lo general; son el espacio de participación ciudadana que define tipo de gobierno y diputados, son la oportunidad de calificar resultados gubernamentales, refrendar adhesiones o hacer intentos de alternancia. Las elecciones no pueden seguir en la intrascendencia, repetición de anacronismo, en la paja, en la vendimia indigna, en lo cuantitativo exclusivamente, en la publicidad, en demagogia y en manos de unos cuantos.
No se puede eludir que, sustancialmente, las elecciones son derecho y obligación, mecanismo Pacífico para continuar un proyecto o para cambiarlo; en las condiciones actuales la disyuntiva es concreta: continuismo o alternancia. Puede ser que el continuismo no siga una línea recta, que su origen incluya matices y que, con autenticidad, intente un giro en las maneras de gobernar; lo que no pueden superar fácilmente, si es que lo intentaran, es que vienen del mismo partido, con toda la carga de intereses y compromisos adquiridos y pactados para hacer viable la candidatura oficial. La alternancia posible es la aliancista, la que trae mayor intención del voto y muestra voluntad real de gobierno; hay otras propuestas genuinas que no tienen mayores oportunidades.
En las elecciones en curso se confrontan principalmente dos figuras, dos Yunes, respaldados por alianzas que unen a la oposición, caso Miguel Ángel, o refuerzan al PRI con membretes, caso Héctor. Es la lucha de los que quieren mantener el poder para el partido tricolor contra los que promueven la alternancia. Esos son los impulsos centrales en estas elecciones, de ahí que se pueda prever la polarización y una mayor participación ciudadana. Apenas estamos en la fase de precampañas y ya se empieza a sentir un cálido ambiente electoral. Con toda seguridad el proceso seguirá en ese nivel para derivar en una campaña álgida e inédita.
Es fundamental que tengamos elecciones libres y copiosas, que se respete la voluntad popular y se elijan a los gobernantes y legisladores que la gente quiera. No debe haber lugar para los que ven al voto como mercancía y para políticos despenseros. El sufragio es casi sagrado, fuente de legitimidad y justificante de las medidas que se toman desde el poder. Siempre que alguna autoridad decide algo invoca a la democracia, a las leyes y a los votantes aunque haya ascendido al poder por medios mercantiles. Los políticos tradicionales y los gobernantes autoritarios ven a las elecciones como una formalidad, como un mal necesario y apenas como un aval en sentido negativo de sus actos.
A pesar del más de un siglo transcurrido, de la revolución mexicana con el lema Maderista de «sufragio efectivo no reelección» y de toda la parafernalia institucional que nos cuesta una fortuna, no podemos asegurar que tenemos elecciones libres, que los votos son secretos, que se cuentan correctamente, que hay equidad, que él árbitro es imparcial y que se propicia la exposición de proyectos sobre las ocurrencias y el spots. No lo podemos sostener sin que nos muerda la realidad, esa donde las votaciones siempre están en peligro, donde se altera la voluntad popular con amenazas, sobornos e imposiciones. De elecciones con baja calidad democrática surgen gobiernos mediocres y corruptos.
Se trata, por tanto, de tener elecciones libres, de las que surjan gobiernos nuevos y legítimos para tener instituciones fuertes y confiables para una sociedad civil donde camine la información en lo general, con transparencia, y se ejerzan derechos. Ese sería el círculo virtuoso de la democracia. A eso debemos aspirar en Veracruz, a eso podemos llegar con nuestros votos, más valiosos que nunca.
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Recadito: Soy precandidato a diputado por el distrito 10 de Xalapa; mediante una encuesta se define el 13 de marzo próximo .