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Hoy quiero dedicarte esta columna a ti, sin importar tu sexo, tu edad, tus gustos. Te la dedico porque tú desde donde te encuentres puedes hacer la diferencia, y si después de leerme algo se enciende en tu conciencia sentiré que estoy logrando un poco de lo que me he propuesto.
Escribo esta semana sobre las mujeres, no porque sea una, ni por exaltar el feminismo, sino por todas aquellas que nunca fueron escuchadas o que quizás ni tuvieron oportunidad de hablar. Cada una de mis palabras son por Samaí, Columba, Maribel, y cualquier otro nombre que no llegó a primeras planas, sin embargo, pasó a formar parte de otra lista. La de víctimas desaparecidas, un número más en los casos de feminicidios, una niña forzada a casarse, una mujer tratando de superar los malos recuerdos y sobre todo a aquellas que sufren en silencio y aún pueden salvarse.
Simone de Beauvoir fue una de las feministas más reconocidas a nivel mundial, y una de sus frases que más me impacta es la siguiente: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”, de momento pareciera como si tachara a los hombres de los culpables de todo, no es así. Lo cierto es que hemos crecido rodeados de estereotipos y divisiones en muchos casos absurdas. “los hombres no lloran”, “la realización de una mujer está en ser madre”, “¿cuándo te casas?”, etc… Hubo un momento en el que creí que esto era cosa del pasado, fui a la universidad, me especialicé en aquello que me gusta y erróneamente pensaba que las mujeres que eran golpeadas o maltratadas no tenían la preparación suficiente o dependían de manera económica de alguien y por eso seguían ahí.
¡Que equivocada estaba!, conforme he conocido a personas y ocasionalmente sale en alguna plática la situación sentimental he descubierto que cualquier mujer puede ser víctima de maltrato y ni siquiera notarlo. Infinidad de amigas platican todos los días sobre las discusiones absurdas con los novios por la ropa que ocupan o los amigos que ya no pueden ver por celos de sus parejas. Es así como todo evoluciona, perdonan una y otra vez aquello que les incomoda hasta que se acostumbran y el control es algo de todos los días.
La cultura, la educación o la posición social no eximen a nadie de ser parte de la lista de víctimas. Y las mujeres que pueden contar con acceso a educación son una minoría. Además, aun contando con múltiples estudios urge que rompamos los moldes de héroes y princesas. Las niñas no deberían crecer queriendo ser el ejemplo de esposa sumisa, ni los niños admirar el machismo como si fuese un chiste.
Hoy veía un video de un ejercicio social en el que un joven fingía golpear a una mujer en el elevador y ¡la gente no hace nada!, ¿a qué punto hemos llegado?, perdimos la capacidad de asombro ante las atrocidades humanas, ignoramos todo lo que no nos afecta, y es necesario dejar de esperar a ser afectados para involucrarnos. Ser consciente de que la violencia es una condición que podría pasarme a mí, a alguien que quiero y que viven miles de personas en el mundo me ha hecho sentirme solidaria con todas las que ya no están, y si decidí invitarte a leerme hoy, sin importar tu género es porque hombres y mujeres podemos hacer la diferencia, procurando evitar más casos en los que la hija, hermana, amiga o mamá de alguien sea lastimada.
En chile surgió una iniciativa que se llama taller de des-princesamiento, que me parece maravillosa por mostrarle a las niñas una alternativa más al príncipe azul, porque lo malo no estriba en querer ser princesa, sino en limitarlas a eso como única opción. Por ello les aportan literatura con heroínas que van tras sus sueños y luchan por sus convicciones, las dotan de empoderamiento. Parte de lo que múltiples mujeres necesitan es el valor para poner límites, la confianza de hablar con alguien y saber que tendrán apoyo y esto se construye desde temprana edad.
Poder establecer políticas que generen la equidad es tarea de hombres y mujeres porque juntos constituimos una sociedad en la que todos deberíamos sentirnos libres de ser fuertes o débiles. Dejar de clasificarnos como “macho que se respeta” o “princesas en apuros”. Alcanzar los propósitos es una suma de esfuerzos conjuntos, se necesitan mejoras en la educación, la seguridad y sobre todo hace falta que las conciencias despierten y seamos humanos, reconozcamos la valía de cada vida para asombrarnos ante el más mínimo daño a la misma, no esperemos a más alertas rojas, porque cada una de las mujeres que ha sufrido podrías ser tú o alguien que te importa.