El pasado 20 de noviembre del 2015, en España se celebraron elecciones para renovar las Cortes Generales. Fueron las décimo segundas desde la transición a la democracia y las primeras ya bajo el reinado constitucional de Felipe VI, hijo de Juan Carlos I y heredero del trono español. En España el titular del Poder Ejecutivo es elegido después de las elecciones generales y, como se sabe, no se elige de forma directa por los propios electores, es un sistema un poco más complejo en donde participa el rey y los diputados de manera definitoria.
La forma es más o menos la siguiente: el presidente del gobierno es elegido una vez que, de manera previa, el monarca realiza consultas con representantes de los grupos parlamentarios con representación ante el Congreso (Cámara Baja), después de realizado este paso y analizando la conformación y representatividad que tiene cada partido, propone a un candidato surgido de entre los propios diputados al que instruye para que trate formar gobierno. Este diputado tendrá que ser elegido por sus pares mediante elección por mayoría absoluta.
Si en una primera deliberación los diputados no logran elegir al presidente por el método de mayoría absoluta, 48 horas después se volverá a someter a votación pero éste ya podrá ser elegido por una mayoría simple, es decir, la mitad más uno de los diputados presentes. Bueno pues esto ya ocurrió en España, aunque la principal fuerza política surgida de las elecciones generales de noviembre fue el Partido Popular con Mariano Rajoy a la cabeza y presidente de gobierno en funciones, el rey propuso al secretario general del PSOE para que tratara de formar gobierno, a pesar de ser la segunda fuerza política en el Congreso.
Lo anterior fue porque Rajoy está muy desgastado ante los escándalos de corrupción que brotan de por doquier y en los que han estado involucrados algunos miembros destacados del PP, pero al líder del PSOE no le alcanzó su poder de concertación ante las otras fuerzas políticas para lograr que lo eligieran presidente del gobierno, fracasó en su intentona, sobre todo porque en el Congreso hay dos nuevos partidos que han adquirido una fuerza inusitada por lo que el poder se ha polarizado, ya no está concentrado en las dos fuerzas políticas tradicionales, es decir el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español.
Como decíamos, ahora hay dos nuevas fuerzas que han catalizado a un importante número de electores lo que les ha dado, repito, una fuerza inusitada en el Congreso, me refiero a Ciudadanos y Podemos. El primero, o sea Ciudadanos, pasó de ser un partido político de presencia regional, Cataluña –de hecho se llamaba Ciudadanos de Catalunya-, a convertirse a partir de 2006 en una fuerza con una importante presencia nacional. Por su parte, Podemos, liderado por un personaje de características muy singulares, Pablo Iglesias, se constituye apenas en 2014 y en las pasadas elecciones generales se convirtió en la tercera fuerza nacional, con 42 diputados al Congreso.
Total, porque no se trata de hablar de las nuevas instituciones políticas españolas, Ciudadanos y Podemos les han venido a complicar el reparto del pastel del poder político a los partidos tradicionales, el PP y el PSOE y esa polaridad ha complicado la formación de un gobierno. Ciudadanos, como su nombre lo indica, es un partido más civilista con una racionalidad política más equilibrada y centrada, no así Podemos, que es una fuerza cuya tendencia ideológica es difícil de definir.
Más que un partido político, por el perfil de sus integrantes, parecen más una nueva “tribu de características urbanas”, tipo los ‘millenials’, es decir, jóvenes nacidos entre 1981 y 1995, con una cierta imagen desaliñada e irreverente que hasta hace poco veían con desprecio a todo lo que sonaba a política, generaciones ‘digitales’, profundamente ligados a lo cibernético, contra culturalistas en algunos caso, que no le dan la espalda a otros idiomas distintos en este caso al castellano, que manejan un perfecto inglés y/ francés y/o japonés y/o chino, que a veces tienden a la anarquía, que son de izquierda pero no tanto, que a veces tienen visiones conservadoras, que a veces son liberales en extremo y que, en el caso del segundo de Podemos, Íñigo Herrejón, doctor en Ciencias Políticas, no están reñidos con la figura del nerd.
España está dramáticamente entrampado, los independentistas en Cataluña insisten en su escisión, los vascos dicen: “nosotros también queremos nuestra independencia” y los ciudadanos ya no saben para dónde voltear políticamente hablando, los populares se han revelado como unos soberanos corruptos (me recuerdan a los panistas de Sonora, y ya no hablamos de otros recordatorios), los de PSOE navegan en la mediocridad de sus liderazgos que a veces rayan en lo fundamentalista y, mientras tanto, Ciudadanos y Podemos se sientan a ver pasar los cadáveres de sus oponentes por la puerta de sus casas.
Quién sabe en qué va a acabar este momento histórico tan delicado de vacío de poder que está viviendo España, seguramente habrá nuevas elecciones, mientras tanto los españoles viven la total indefinición, o mejor dicho de otra manera, viven un total desmadre político.