El sistema electoral de México, no obstante sus más recientes reformas, está muy lejos de ser lo que el país necesita para impulsar la democracia electoral y el acuerdo nacional hacia el restablecimiento del Estado de Derecho y el pleno cumplimiento de sus fines sociales. Arrastra con el peso de una cultura política que obra en contra de los mismos principios en los que dice estar fundado. En este tema como en todo lo que se refiera a reformas del Estado Mexicano, siempre es necesaria la precisión que permite distinguir modelo de realidad ya que una parte fundamental de esa cultura, lo es la mentalidad prevaleciente en la clase política que reiteradamente festina como realidad o meta de resultado final, lo que solo constituyen cambios única y exclusivamente de naturaleza jurídica.

Dicho de otra manera, el Congreso da curso a iniciativas que aprobadas pasan a reforman parte del orden jurídico, en este caso, electoral, sin embargo, al día siguiente del Acuerdo, actores, procesos, prácticas, organizaciones, todo es exactamente lo mismo que existía antes de la reforma. Aunque se lleven a cabo todas las adecuaciones institucionales, reglamentarias, operativas, nada de esto modifica de la cultura política como praxis de la sociedad civil y la clase política. La reforma electoral apenas es el marco normativo, el deber ser al que se supone se sujetarán todos los participantes, estos como los novios, minutos antes o después de contraer matrimonio, son exactamente los mismos.

En particular, cabe destacar la actuación de los partidos y organizaciones políticas, que no cambian porque ello implica la autocrítica y la evaluación periódica sólo que la competencia por el poder no deja margen de tiempo para vivir tan responsablemente su propia transformación. En lugar de eso afilan navajas para la siguiente contienda. En esa carrera, en México, nada ha sido tan fallido como los intentos de renovación de la vida democrática de sus partidos y organizaciones políticas.

Esta evasión de la autocrítica y del diálogo democrático interno, deriva en deformaciones que los incapacita como instrumentos para el desarrollo político y la participación de los ciudadanos en la vida democrática del país. Y… viene la consecuencia: entre una elección y otra, los partidos llegan casi a ser inexistentes, parecen estar condenados a ser solo maquinarias electorales patrocinadas y al servicios del poder.

Desde el punto de vista del gasto público, nuestros partidos son de los más caros del mundo y más cuando su principal producto se reduce a un cuestionado y precario sistema de representación.

Este es el contexto en el que se ubican las organizaciones políticas y en particular aquellas que se autodefinen como de » izquierda » en algunas de las cuales tuve oportunidad de participar a lo largo de varias décadas.

Ahora recuerdo que pasé la infancia bajo el pensamiento liberal y patriótico, mi juventud en la protesta radical y anti autoritaria; el resto de lo que llevo de vida – siempre bajo la amenaza de despido- ejercí en miles de artículos la critica de la función pública con propuestas al aire sin tomar en cuenta que todo cambio es reversible, o sea, lo mismo puede servir para simular el cambio que ser una franca contrarreforma. Algo así como la reciente iniciativa presupuestaria para la Universidad Veracruzana.

Nací a la militancia política – la única que realmente he tenido en toda mi vida – cuando apenas cumplía los 17 años. Por aquellos años (1963) era delito y motivo de persecución y represión pertenecer a una organización política de oposición al gobierno. Organizaciones donde recuerdo, toda participación lo era por convicción y la práctica ideológica era una exigencia dogmática, casi religiosa; en consecuencia, la menor falta era de consecuencias terribles.

Medio siglo después, aquella rigidez, aquel dogmatismo-sectarismo se fue diluyendo teniendo por contexto hechos históricos como la caída del Muro de Berlín, la desintegración de la URSS, el fin del mundo polarizado y las mismas contradicciones del pensamiento político socialista. En la llamada izquierda Mexicana se afianzó la grupualización e imperó el mimetismo ideológico. O sea con su legalización e incorporación al poder, la izquierda se fortaleció cuantitativamente en tanto que su debilidad ideológica se vio reflejada en nuevas y recurrentes escisiones. En palabras de un conocedor en la materia como el Ex Gobernador Fernando Gutiérrez Barrios, las ideologías se convirtieron en una muleta que se pinta y se usa al modo que lo requiera la lucha pragmática por el poder. El llamado chapulinismo de todos colores (cambio de partido como cambiar de camiseta) es una de las formas de negación real de toda ideología que además reduce los documentos básicos de cada organización a simples papeles de registro que no obligan a nada, ni a dirigentes ni a militantes. Una deformación cultural y por lo tanto común todas las organizaciones.

COPULACION, NEPOTISMO Y DEGRADACIÓN GENÉTICA DE LA CLASE POLÍTICA

En todos los partidos y organizaciones políticas el divorcio entre tesis ideológicas y actuación real dentro del poder se presenta como una constante. Antes y después de 1968, el sistema político mexicano ha demostrado capacidad de una inclusión que excluye, una pluralidad que limita y que tampoco es tan diversa como presume, una democracia representativa de muy baja representatividad con gobiernos de minorías, una democracia electoral antidemocrática, una transparencia de partidos opaca. Desde el poder, izquierdas y derechas han sido divididas con dinero y pedazos de poder. ¿No es esto el poder del centro? Estamos en el primer cuarto del Siglo XXI: yo pregunto ¿y por estas miserias de libertad, justicia social y democracia representativa los mexicanos pagamos dos siglos de sangre y de luchas?

Me refiero al gobierno, al Congreso, a nuestros partidos políticos. El que quiera, cualquiera, todos son hijos de la misma madre, de la misma historia, misma cultura y la misma sociedad. Las diferencias son marginales. Las excepciones solo confirman la regla. La mayoría han salido del PRI, incluso las más adversas portadoras de esperanza de regeneración nacional y a las que el sistema político dominante les sonríe al tiempo que se frota las manos y se prepara para tratar de devorar. No está dicha la última palabra

Por ese origen común, todos los partidos y organizaciones políticas están dotados lo mismo de la capacidad para ser congruentes hasta donde les conviene como también dotados de la capacidad para gozar, en diverso grado y formas, de las mieles del poder y, como consecuencia, de talento para simular todo: transparencia, legalidad, ética, principios y valores, democracia, lucha programática, defensa de las causas populares hasta hacer de plantones y marchas, un instrumento de manipulación política y negociación preelectoral al margen y en contra de presupuestos autorizados por el Congreso local o federal. Es el rostro de una gobernabilidad agotada pero viva.

Yo me pregunto ¿ por qué nos gobiernan representantes surgidos de un sistema político que ahoga los impulsos democráticos y cuando «se abre» es para cerrarse mejor, y si se «moderniza» es para preservar las más obsoletas prácticas , y si se auto reforma es para preservar intacta su esencia anti democrática. Mundo de camarillas, de nepotismo, fundaciones negocio, de caudillos y partidos nuevos de marca familiar.

¿ Desde cuándo hay verdadera necesidad de cambiar en quienes parten, se reparten y gozan de un pastel multimillonario de recursos públicos que no les cuesta como el destinado a los partidos y las campañas electorales? ¿Què no es la necesidad la fuerza impulsora del cambio y la creatividad? ¿Cuál es el mérito de hacer política con cargo a tan altos honorarios que se pagan así mismos con recursos públicos?

«Estos nunca van a cambiar» es la expresión que escuché en más de una ocasión y en alusión a más de una organización política. Parece que no ha sido suficiente ningún sacrificio humano. A mí solo me tocó el 68 y el compartido en décadas posteriores.

Es tal el grado de malestar con la corrupción en y desde el poder que en esta temporada electoral se llega a exaltar la honestidad en un candidato hasta convertirla en la cualidad suprema de la competencia por el poder. Se olvida que el hartazgo no sólo alude a gobernantes corruptos sino a gobiernos corruptos.

Suponiendo sin conceder que exista la honestidad individual en algunos candidatos – de partido o sin partido ¿Qué peso pueden llegar a tener tales casos frente al poder del engranaje del sistema y del poder corrupto y corruptor? ¿Qué trascendencia puede tener la honestidad de algunas cabezas si es todo el cuerpo el que padece de gangrena?

IMPUNIDAD, SU PODER PEDAGÓGICO

Ganador de un Ariel por la película «Lo que quedó de Pancho» (2004) y que ahora se presentará en el Festival Internacional de Guadalajara con la película «La 4a. Compañía» donde el productor y director Amir Galvan CERVERA y Mitzi VANESSA codirectora, ponen en evidencia el sistema carcelario que tiene México.

Me viene a la memoria lo vivido en las Crujías de presos comunes de Lecumberri en los 60s (1968-1971) con una conclusión de vida a esa temprana edad: el que tiene el poder – otro prisionero- sabe cómo puede tenderle la trampa adecuada al no iniciado, cargarle el muertito, y luego venderle rescate y protección. ¿Qué no es lo mismo en que se ha convertido la coexistencia plural de gobernantes y funcionarios acusados de corrupción y el sistema de fiscalización y de justicia partidizada? ¿Porqué no nos atrevemos a reconocer que narco política es binomio que implica delincuencia y descomposición de las instituciones del Estado? Una descomposición que ha penetrado todas las organizaciones al punto de que nadie puede acusar sin ser acusado y todos tienen pruebas de un pedazo de «la cola» del otro. La 4a. Compañía al recrear el mundo de la vida en el interior de un penal no sólo denuncia una realidad, también reproduce la condición humana en el punto donde se entretejen, cultiva y protege la impunidad. Hablemos de la impunidad como el Cáncer metastasiado porque su consecuencia no sólo alcanza a sus víctimas inmediatas sino trasciende multiplicándose de manera autónoma hasta lograr que con ella se identifiquen y encarnen nuevos victimarios. El poder pedagógico de la impunidad expandida alcanzó ya a una juventud que no ve su futuro y en su desesperanza y desesperación le consta la existencia de riquezas inexplicables, “legalizadas” y sin tanto esfuerzo de superación educativa. Dicho en forma coloquial, la alta delincuencia desde adentro y desde afuera del gobierno, ya hizo escuela.

¿EN DÓNDE QUEDARON LAS FRONTERAS?

Meter a la carcel a unos no es desmantelar el sistema y como bandera electoral es demagogia. Nadie que participa de los privilegios del poder va a tirar la primera piedra. Frenar y erradicar la corrupción no es cuestión de más y mejores auditores sino de una sociedad activa y vigilante. El saneamiento a fondo es impensable sin un ascenso de una nueva ola democrática. El sistema tiene mecanismos para hacerse unas cortaditas pero nunca al grado de suicidio. Desde el Pacto por México se fijaron nuevas reglas del esgrima.

¿ Cómo se explica que por atrapar a un miembro de la llamada «alta delincuencia» se ofrezcan millones de recompensa y en cambio por el vergonzoso enriquecimiento ilícito de gobernantes y funcionarios se ofrecen y reparten candidaturas al Congreso federal y los locales para los funcionarios de dudoso ejercicio gocen de fuero mientras prescriben los delitos de que se les pudiera acusar? ¿Qué no nos damos cuenta que la alta delincuencia de cuello negro o cuello blanco cuenta con los mejores cabilderos y abogados internacionales?

Somos el país del verbo no encarnado. De los Derechos Humanos solo en el papel. De la democracia electorera, jamás de democracia económica y social.

Las elecciones se judicializan, la justicia se politiza, las fortunas se ensucian y se lavan, la política se narcotiza, el mercado de la droga se vuelve asunto político; la fiscalización de los recursos públicos se politiza, y las auditorías y solventación de observaciones se negocia por reacomodos en el poder; los políticos rompen con el estado laico para congraciarse con la iglesia, y ésta incursiona sin límite en la política y muestra su poder ¿dónde están las fronteras?

UN FUTURO NOS ESPERA

«Estos no van a cambiar nunca», dijo molesta una amiga que también asistía al mitin y pensé al instante, hasta que cambiemos los ciudadanos. Hasta que seamos una sociedad civil fuerte de ciudadanos de hecho no sólo de derecho, hasta que nuestra precaria pluralidad partidista sea real y verdadera la diversidad incluyente y consolidada. Hasta que desde el más modesto policía y hasta el Presidente de la República todos estén sujetos a la ley. Será hasta que se dé una gran conjunción de movimientos de organizaciones sociales y políticas que presionen y sacudan por dentro y por fuera al actual sistema político y de partidos y expulsen del poder a los falsos representantes, sean del color que sean y si son verdaderos y honestos los representantes y funcionarios públicos los que queden, que se preserven, sean del partido que sean. México retomará el camino de la libertad y de la justicia, su propio modelo de desarrollo y su propia reinserción global, cuando una nueva correlación política de fuerzas soportada en una sociedad civil fuerte y organizada desde la base, restablezca el Estado de Derecho. Un estado y una sociedad de leyes y cultura de la legalidad, con real estabilidad social y política, capaz de abatir desigualdad y la opulencia. Un Estado y una Nación así ¡hasta para el mismo capitalismo en la era de la globalización es necesario. De alguna manera, así me lo reveló hace algunos años, un ejecutivo de una consultoría internacional radicada en 150 países como Deloitte, la segunda firma privada de servicios profesionales en el mundo.
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