El llamado que hace la diputada presidenta de la Comisión Permanente de Derechos Humanos, Jaqueline García Hernández, a los diversos niveles de gobierno para que los derechos de la niñez sean eje central en la defensa de sus garantías, debe ser atendido.
Enfatiza en la prevención de la violencia contra nuestras niñas y niños. Sin duda, aquellos infantes que sufren cualquier tipo de agresión tiene secuelas posteriores que determinarán su vida adulta. Nuestra obligación es propiciar el mejor ambiente posible dentro y fuera del hogar. Es decir, dar los cimientos del respeto y la autoestima.
En entrevista, la diputada destacó que,“la entidad veracruzana ha avanzado a nivel nacional al armonizar la Ley en Materia de Derechos Humanos de Niñas, Niños y Adolescentes, pero es necesario que se aplique para frenar conductas impropias en contra de los menores y adolescentes quienes deben vivir en paz y tranquilidad, pero sobre todo que no sean discriminados.”
Como hijas, ¿cuántas veces cuestionamos el por qué querían más a un hermano que a otro? La misma pregunta se las hacen nuestras hijas. Vamos, no es que el afecto sea mayor o menor, sino es la percepción que tenemos y damos. Esta es una forma sutil de discriminación. No la hagamos.
Culturalmente somos afectos a poner sobrenombres y nos parece ‘lo más natural’. Lo hacemos por cariño, pero no alcanzamos a comprender el daño que podemos causar a nuestros hijos e hijas. El sobrepeso, la pigmentación de la piel e incluso, las odiosas comparaciones entre ellos: “Por qué no eres como tu hermano” Frase común en el seno de muchos hogares del país.
Con estos ejemplos sencillos, trato de comprender –como madre y abuela- cómo debo educar y entender a la infancia del Siglo XXI. Es decir, debo aceptar que, aunque fuimos criados amorosamente, ahora entendemos a nuestros que padres hicieron su mejor esfuerzo. Reflexionarlo nos lleva a reorientar la forma y el modo de educar a nuestras hijas.
En este sentido, comparto lo dicho por la diputada García Hernández: “Fortalece mucho a la sociedad las sanciones a quienes vulneran los derechos humanos de los niños y niñas, pero es más importante evitar que eso suceda”.
Vivimos tiempos violentos, pero la violencia siempre ha acompañado a la humanidad. Desde los tiempos de Caín y Abel. Pero eso no debe justificar que la propiciemos o solapemos. El objetivo debe ser aprender a vivir sin ella.
Decía, líneas arriba, que vivimos tiempos violentos. ¿Cómo hemos llegado a esto? Las respuestas pueden ser tantas y tan disímbolas como opiniones se viertan. Pero algo estoy segura: hoy cosechamos lo que sembramos ayer.
Entonces si hemos llegado a estos puntos de quiebre, es necesario cambiar el rumbo y el primer paso tiene que ser educando a los hombres y mujeres que tomarán las riendas del país en el presente siglo.
La herencia que les dejamos no es la mejor, pero podemos esforzarnos más para evitar que los hijos de nuestros hijos no vivan ni sufran lo que nosotras. No todo es violencia, siempre nos queda una luz de esperanza. Esa, que desde el fondo de la Caja de Pandora, emergió tras todas las calamidades.
Por hoy es todo, les deseo un excelente fin de semana y, a nuestro estudiantado, unas felices vacaciones de Semana Santa. Nos leemos en la próxima entrega.