«Barack Obama lo iba a abrazar, pero Raúl Castro alcanzó a tomar en el aire la muñeca del estadounidense y, en vez de permitir que el brazo de Obama cayera sobre sus hombros, lo levantó a manera de un signo de triunfo de ambos. Las imágenes de ese momento, reflejan nítidamente el sentir de ambos mandatarios. Por un lado, la soltura y alegría de Obama- porque vaya que ha estado sonriente desde que pisó suelo cubano- y un trato realmente amable para Castro. Por el otro lado, un cierto recelo de Raúl- ante el poderío estadounidense que representa Obama- y el temor a mostrar una imagen de sumisión o incluso un acercamiento más allá de lo que marcan las reglas de la diplomacia». Lo comenta Martha Anaya en «24 Horas».