(Recomendado para candidatos y electores)
Es una definición subjetiva e irremediablemente insuficiente afirmar que el ser humano es lo que él piensa de sí mismo o lo que los demás puedan creer de él. Esto se olvida con demasiada frecuencia y más cuando se anda de prisa en busca simpatías como en las campañas electorales.
Aproximarnos a una definición con pretensiones de objetividad de lo que es ésta o aquella persona, exige por lo menos remitirnos a sus obras, a sus acciones y omisiones de consecuencias objetivas. La respuesta total a cada circunstancia. “Por sus frutos los conoceréis”
La cautela tiene sentido y más tratándose del hombre en el poder o en camino hacia el mismo. Sólo la práctica ofrece el criterio de la verdad. De ahí la frase que dice: si quieres conocer a un hombre, ¡dale poder!
Han sido tantas las desilusiones que ha padecido el hombre en sociedad que ni curriculum, autobiografías, diplomas, condecoraciones, certificaciones o cartas de patente disminuyen el descrédito. Incluso el mismo conocimiento que pudieran ofrecer las ciencias sociales da solo para probabilidades. Certidumbre total, únicamente la fe. Tal parece que fe es lo que esperan los candidatos cuando se auto presentan en un spot de TV.
Insisto, el ser humano no es el mismo en cada circunstancia que implique poder. Y no es el mismo el Presidente de la República del primer año que el Presidente en cada uno de los años subsiguientes (que se lo pregunten a Felipe Calderón o a Fidel Herrera) El hombre es producto de circunstancias e interactúa como creador o transformador de estas. (Tercera Tesis sobre Feuerbach de C. Marx)
El poder político es un poderoso instrumento que ejerce poder sobre quien lo tiene. Ejemplos más comunes los hay: un hombre puede reaccionar de manera distinta si porta o no porta un arma; si conduce un vehículo blindado que transporta dinero; fenómeno que por ser real y de consecuencias probablemente lamentables, se han inventado técnicas y estudios para examinarle antes del cargo. No ocurre lo mismo con el hombre en el poder político. Solo se dispone de pruebas a posteriori, de testimonios de sus gobernados.
Sin embargo es un grave error pensar que un gobernante (por ejemplo J. Stalin) por ser de origen humilde es garantía para las causas nobles y justas como también es muy subjetivo afirmar que de un “encumbrado” no pueda salir un buen gobernante. De la edad, la “madurez”, “la experiencia” o la impetuosidad, de todo se construyen fantasías o mitos y como tales sirven para dirigirse a la masa, no al ciudadano pensante.
O sea, no importa la edad biológica, la extracción social, la formación académica, la afiliación partidista o ideológica del gobernante: puede ser demócrata – cristiano, socialdemócrata, liberal o neoliberal. En el poder, de todas las procedencias los hay que han experimentado procesos de extrañamiento o de abandono de su personalidad original o de aquella que “vendieron” en imágenes antes de acceder al poder. Hasta los altos oficiales del ejército nazi regresaban amorosos a celebrar con sus hijos la navidad, horas después de haber ordenado que pasaran por los hornos crematorios miles de judíos.
Una anécdota: Recuerdo a un político muy distinguido, de todo mi respeto que ahora sostiene una afiliación distinta a la mía, cuando siendo Secretario de Gobierno le pregunté ¿puedo expresarle con entera libertad mis opiniones sin la preocupación de coincidir o no con las suyas? ¿No me va Usted a correr porque algunas veces opine de manera distinta a usted? a lo que él me contestó, “Romeo puede Usted estar seguro, lo invito a colaborar precisamente porque tiene criterio propio” Eso, fue ya hace tiempo. No lo he vuelto a tratar pero con tristeza he escuchado que está convertido en una personalidad rígida, autoritaria y que no escucha a nadie.
Otra anécdota: en la cárcel de Lecumberri – en la época del poder autoritario – conocí a militantes “comunistas” que le daban de golpes a sus esposas durante la visita conyugal. Otros llamados “maoístas” que inculcaban a sus pequeños hijos el libro rojo de Mao Tsé Tung en las pocas horas de visita familiar.
En conclusión el autoritarismo se da en todas las ideologías y formas de pensar. El Ingeniero Heberto Castillo nos decía hace 40 años: «para conocer mejor a un militante o a un líder, hay que observarlo en su vida familiar.»
Retomando el tema, no hay duda, el Poder transforma o agudiza los rasgos preexistentes. También destruye pues pocos son los casos en que el hombre con poder político concluye su período sano y con sabiduría. Primero Ser, y después ser uno de tantos, uno igual entre los iguales, parecer ser privilegio de los verdaderos maestros.
En el México contemporáneo, son abundantes los ejemplos de un final destructivo del hombre en el poder. El deplorable estado en que han terminado Presidentes y ex Presidentes de la República es ejemplo de ello.
Para quien ha conocido y ejercido el poder, lo más difícil llega cuando tiene que dejarlo. Desde luego y con todo respeto y admiración, hay sus excepciones que saben “recargarse” de sentido de la vida y de vitalidad hasta sus últimos días. Virtud o cualidad que generalmente lleva implícita la capacidad para reconocerse, rectificar, perdonar, perdonarse. Son los que llegan a poseer el poder de la humildad como Mahatma Gandhi.
Sobre la patología de los seres humanos en el poder político se ha escrito mucho. De todos los partidos, grupos y procedencias, se registran pruebas de que el poder puede producir libertadores, visionarios, conductores hombres de estado, políticos de bien y de servicio y también seres “buenos para nada”, dictadores, ladrones, monstruos y degenerados. Manipulables o manipuladores.
Antonio López de Santana- personalidad estudiada espléndidamente por el maestro y escritor Enrique González Pedrero, fue el reflejo de una sociedad, la de su tiempo. (País De un solo Hombre: El México de Santana; Enrique González Pedrero, FCE 1993)
Siendo tan complejo el origen y consecuencia de la personalidad del hombre en el poder, cabe preguntarse: ¿Quién puede llegar a estar más enfermo, el gobernante o quienes no se preocupan ni se ocupan por investigarlo oportuna y suficientemente, antes de nombrarlo su representante o de fiscalizarlo en su ejercicio? ¿Estaremos una vez más ante la dialéctica advertencia plasmada en la maravillosa frase maya colocada en el Museo de Antropología de la Ciudad de México que dice. “COMO ES ARRIBA ES ABAJO”..
EN CONCLUSIÓN, TODO PODEMOS ESPERAR DE NUESTROS GOBERNANTES MIENTRAS NO CAMBIEMOS COMO CIUDADANOS. Con el hombre y la mujer sucede lo mismo en el matrimonio. Uno es contrato civil y el otro el contrato social.
El gobernante nunca será el mismo ante una sociedad de ciudadanos sumisos, apáticos o agachados que ante otra de ciudadanos pensantes, conscientes, participativos y empoderados que cumplen sus obligaciones y ejercen sus derechos. ¡ Veamos el ejemplo del pueblo de Islandia!