Por Ramón Durón Ruíz

Hay una frase que me encanta: “Estoy aprendiendo a darle tiempo al tiempo; Porque todo llega, cuando tiene que llegar. Ni un día antes… ¡ni un día después!”
Conocer el tiempo es una virtud que llega con los años, te recuerda que estas hecho por manos Divinas: “en serio… no en serie”; el paso de los años te ayuda a pensar propositivamente, cancelando la tendencia natural de vivir bajo una percepción negativa de la vida.
La metáfora del tiempo, es que es un bien no renovable para que lo valores, para que no lo desperdicies, porque eres cocreador de tu destino, en el que el tiempo sirve para construir tu historia.
El tiempo es tu amigo o tu enemigo, según lo sepas aprovechar, recuerda que nada es para siempre; se flexible, te da vida, la rigidez es muerte; mantén tu poder creativo a través de pensamientos, emociones y sentimientos positivos, tienen un poder terapéutico; es a través de ellos que ejerces el poder creativo en tu vida.
El tiempo te da oportunidad para que seas capaz de crear tu realidad y de atraer el racimo de bendiciones que la vida tiene para ti, sólo necesitas vivir y vibrar con pensamientos y decretos positivos.
Con el paso del tiempo, si en tu vida hay orden, armonía, disciplina, equilibrio, al paso de los años tendrás una existencia saludable; aprenderás a valorar tu enorme dimensión, a cuidar tu recinto físico-espiritual, que es el templo sagrado que Dios te confirió.
El gran secreto es aprender a ejercitarlo, alimentarlo, cuidarlo, con emociones, sentimientos y pensamientos positivos, que llenen a tu ser de amor incondicional, aprendiendo a dar, a servir, a enamorándote de la vida y bendecir la rica tersura del nuevo amanecer.
HOY embriágate de ser tú mismo, con tus virtudes y defectos eres único, no hay otro igual a ti, goza el tiempo en tu mágica unicidad y en tu excepcional mundo holístico.
Cuando entiendes que “el tiempo no pasa en balde”, conoces los entretelones de los años; reconoces que la adversidad y el dolor, sacan a flote tu mundo de valores y principios, acelerando tu armonía y evolución emocional-espiritual, que te enseñan a soltar el dolor que quema, para que te prepares a recibir el amor, que agiganta tu sentido del logro.
Los años te enseñan que cada instante es el correcto, que cada día es el ideal para descubrir tus talentos, para hacer de tu espacio de vida, tu pedazo de cielo, para recomponer y recomenzar tu vida.
El tiempo no pasa en vano, cuando aprendes que la palabra imposible, no se puede, eso no es para mí, son términos de los que viven en la mediocridad, con autoestima baja, alejados de su poder espiritual, de aquellos que no han aprendido las lecciones que dan los años.
El ser humano es eminentemente simbólico; tenemos un sentido innato de los símbolos, signos y señales, de la geometría del volumen, del amor, del tiempo, que nos enseña la temporalidad de la vida, en la que “somos vecinos de éste mundo por un rato” porque… sólo vamos de paso.
Y cuando aprendemos sobre la temporalidad del tiempo, aprendemos a amar y a sonreír, será porque el humor nos da tiempo para llegar a viejos alejados de la soledad y la tristeza, envejeciendo con calidad, calidez humana y dignidad.
A propósito “resulta que tres pela’os están sentados en la cantina disfrutando de la plática y viendo un partido de futbol, cuando de repente llega un hombre corpulento, de edad avanzada, a ‘medias aguas’, se sienta en el banco de la barra, pide un ‘tequilita y una cervecita’ les da un trago, después mira a su alrededor. Se levanta, tambaleándose se dirige a su mesa, y fijando su mirada en el mayor de los tres hombres, borracho dice:
–– Vengo de casa de tu abuela, la vi completamente desnuda en la regadera, la pase a la cama y le hice el amor.
El joven inmutable mira al borracho. Sus compañeros sorprendidos guardan silencio.
Una vez más, el borracho dice:
–– Sabes otra cosa, tu abuela ¡Es la mejor vieja que he tenido!
Como no recibe ninguna respuesta del joven, sus amigos se molestan.
Ya envalentonado el pela’o borracho continúa:
–– Te voy a decir algo más, tu abuela me encanta… ¡está muy buena!
El joven ya cansado, se pone de pie y dice:
–– Mira, estás borracho… ¡VÁMONOS PA’ LA CASA ABUELO!”