«Con Hipólito Cuevas Martínez nos veíamos de vez en vez, siempre tras un encuentro callejero, para «rendir culto a la cirrosis». Últimamente ya estando al lado de otro gran amigo de toda la vida, Orlando García Ortiz, nos pusimos de acuerdo para ir con Luis Mares, allá frente al parque de béisbol de la 21 de marzo, a comer cueritos a medio freír, longaniza, lomo y sancocho de los jueves, acompañado de unas cervezas. A Polo y a mi nos unía un factor más, su señor padre y el mío fueron compañeros de trabajo como conductores del Servicio Urbano de Xalapa». Lo comenta Manuel Rosete Chávez en su impreso «Formato Siete».