“Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, dice el evangelio según San Juan.
Si practica alguna religión, entenderá este mensaje bíblico sin lugar a dudas. Si no, estoy segura ha escuchado esta frase que se ha vuelto una forma de vida.
Y vuelve a mi cabeza cuando leo la carta de la señora Rocío Acosta Fernández de Rodríguez, madre de Gerardo Rodríguez Acosta, dirigida a los medios de comunicación nacionales e internacionales, a los “líderes de opinión”, a Javier Fernández, a Daphne Fernández y a la opinión pública.
Gerardo es el único joven del llamado grupo de Los Porkys exonerado de cargos mediante diferente tipo de pruebas; es decir, que no es responsable de los delitos en contra de la persona de Daphne Fernández.
Reconozco que la carta la señora Rocío tocó muchos puntos álgidos para nuestra sociedad, ésa que critica todo pero que no pone ni un granito de arena para cambiar las cosas; incluso la mayoría de las veces lo hace sin dar la cara, sólo por las redes sociales, ésas que en su nombre llevan su razón de ser: una red que atrapa a todos los que participamos en ella, aunque de diferente manera.
Su carta, llena de tristeza, coraje y enojo, nos critica a todos los que emitimos un juicio a priori sin tener pruebas contundentes que nos justifiquen y nos den la razón.
Aclaro que no estoy a favor de los cuatro jóvenes, ni de Daphne Fernández, incluso nunca opiné al respecto, simplemente porque para mí los cinco son víctimas del morbo y de una sociedad que en lugar de ayudar, tergiversa la información.
Aún recuerdo cuando alguien compartió la nota de los jóvenes con sus fotografías escribiendo: “Mírelos bien y no los deje entrar a ningún lado”, “pagarán esos malditos violadores”, y así, miles y tal vez millones de piedras se aventaron hacia los muchachos desde lugares tan recónditos del país.
Pero las piedras no sólo fueron para los chicos; hubo daño colateral, incluso para terceras personas que no tenían ninguna relación. Allí tiene el caso de la mamá de uno de ellos, dueña de panaderías donde la gente dejó de ir a comprar por ser la madre de uno de “los Porkys”, asunto que preocupó significativamente a los empleados que temían ser despedidos ante las bajas ventas… ¿qué culpa tienen ellos?
Hoy, la autoridad determina inocente a Gerardo, aunque su madre se pregunta en su misiva “¿Cómo va a ser reparado, quién lo va a reparar?”, en referencia al estigma con el que va a vivir su hijo el resto de su vida, pues aunque la autoridad ha dicho su veredicto, para muchos es y seguirá siendo culpable.
No tengo hijos, pero si usted los tiene, piense que no está exento de estar en el lugar de la señora Rocío Acosta o del señor Javier Fernández. Deténgase un momento a pensar en cómo el linchamiento mediático puede hacer más daño que la purga de un delito, porque este último tiene una vigencia y hasta puede cumplir la condena en menos tiempo, mientras el otro, el otro dura toda la vida.
Mucha razón de la señora Rocío cuando se expresa en su carta de “esos líderes de opinión”: “De eso que ustedes hasta sentenciaron en el juzgado de la inmoralidad en que se mueven todos los días”.
Dejemos de ser esos líderes “de opinión” que arrojan piedras, no sea que después nos reboten con fuerza en lo que más amamos.
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