Conocí a don Froylán allá por los años 90 o 91, era un asiduo lector de Punto y Aparte desde que estaba en México, el semanario se había convertido en una especie de correo escrito e ilustrado a través del cual los veracruzanos foráneos recibíamos noticias del terruño. Cada semana PyA se encontraba puntualmente en ‘La Torre de Papel’, en la sede del Club de Periodistas, en cuyo edificio ubicado en la calle de Filomeno Mata 6-A, en pleno centro histórico de la Ciudad de México, los provincianos de todo el país acudíamos a comprar los más de 500 periódicos y revistas que ahí se expendían de toda la república.
En avenida Juárez, a la altura de donde estaba el antiguo edificio de la CONASUPO, ahí también había un puesto de periódicos y revistas con publicaciones españolas, argentinas y de los Estados Unidos, expendio en el que también se vendía El Dictamen, ‘el decano de la prensa nacional’, medio periodístico impreso que también solía comprar sobre todo los domingos para leer noticias de Veracruz, al maestro Alfonso Valencia Ríos, a Bartolomé Padilla, a Pompeyo Lobato Ortiz, los ‘Remates Dominicales’ de José Pérez de León y a las imprescindibles ‘Joyitas’ de doña Gemma Odila Garzón Arcos, que con su refinado estilo rococó me deleitaba los domingos con sus reseñas de sociales de la gente famosa del puerto de Veracruz.
Punto y Aparte en aquellos años –finales de los 70 y principios de los 80- era para quienes radicábamos en el altiplano, una suerte de oasis que nos llevaba a los ‘veracruzanos defeños’ a través de sus páginas, además de la posibilidad de estar al tanto de lo que ocurría en Veracruz, también algo de los aromas de la tierra, del mar y de sus palmeras. Para esto un servidor ya había empezado a identificar a algunas de las plumas típicas del semanario, por supuesto don Froylán Flores Cancela, Marco Aurelio Carballo, René Avilés Fabila y Benjamín Domínguez Olmos, y por supuesto a los estupendos grabados del cartonista Alberto Beltrán.
En 1985 me trasladé a vivir a Xalapa, y seguía fiel a PyA, a don Froylán por supuesto con su columna ‘Entrecosas’, poco tiempo después se inauguraron las oficinas del semanario en la calle de Juárez, no recuerdo exactamente la fecha pero ha de ver sido a principios o mediados de los 90, que era un edificio muy funcional según me acuerdo, con auditorio y una especie de galería para exposiciones temporales. Por aquellos años también me hice amigo de café del profesor Leobardo Chávez Zenteno, que fue un hombre excepcionalmente sencillo y afable con el que logré construir una muy buena amistad. Don Leobardo, además de las muchas cosas que hizo en la vida también fue subdirector de PyA, al lado de Benjamín Domínguez Olmos, eran como las dos manos de don Froylán, bien a bien no sé cuál de los dos eran la mano derecha o la izquierda, pero ambos eran parte importante del entramado editorial de PyA y, por supuesto, gentes de toda la confianza de don Froylán.
Como yo era comprador de las revistas españolas y colombianas que PyA ponía a la venta como ejemplares de segunda mano (Tiempo, Cambio, etc.), una vez tomando un café con don Leobardo en su oficina del semanario le pedí que me gestionara una entrevista con don Froy, me dijo que lo esperara, que en ese mismo momento se la pediría, fue y de inmediato regresó después de transmitirle mi pedimento y consultarle su anuencia, al regresar me dijo que al otro día me recibiría en su oficina a la 11 de la mañana, que la entrevista sería de media hora y me pidió que tratara de ser puntual. Al otro día ahí estuve a la hora pactada, don Froy me recibió, nos tomamos un café y empezamos a platicar de muchas cosas con don Leobardo como testigo, el tiempo se fue como agua y dimos por terminada la entrevista alrededor de las 14:30 horas.
A partir de ahí me convertí en un colaborador semanal de PyA por un tiempo, y debo agradecer a don Froylán que siempre me dispensó la página 7, un lugarazo en el semanario. Después ocasionalmente me tomé algunos cafés con don Froy y todavía tengo muy presente una de las recomendaciones que me hizo: “Usted Marco Aurelio no debiera dejar de escribir, lo hace muy bien y tiene usted un estilo propio muy bien definido”. Don Froy y yo no fuimos lo que propiamente se puede definir como amigos, debí de haberlo buscado más veces para tomar el café y charlar, pero no lo hice porque la gran personalidad y su sabiduría me imponían a pesar de su sencillez a toda prueba.
Sinceramente creo que don Froylán fue el periodista más importante de Veracruz en la segunda mitad del siglo XX. No quiero herir susceptibilidades entre mis compañeros de oficio, pero nadie como él para escribir con tanta elegancia, categoría y conocimiento de causa, sin un punto de más ni una coma de menos, único en el manejo del lenguaje escrito, nada más con leerlo se aprendía mucho de él y de estilo periodístico.
Por eso celebro que la naciente Asociación de Comunicadores de Veracruz que por decisión unánime preside Alfredo Bielma, lleve el nombre del gran Froylán Flores Cancela, reconocimiento más que merecido que hacemos los periodistas que conformamos la asociación como un homenaje a la persona y a su indiscutible trayectoria periodística.