Buen día apreciado lector:
Por lo que se dijo, más bien por lo que se platicó, se recordó y prácticamente se vivió el pasado martes en el sexto piso del moderno Palacio de Justicia del Poder Judicial de Xalapa…, si la modesta pero solemne ceremonia que tuvo lugar ahí en el Salón del Pleno se hubiera realizado en un estadio y ya no digamos en un buen foro público, las emociones que despertó habrían provocado los más grandes aplausos de aprobación del respetable.
Fue, ni más ni menos, la celebración, mejor dicho el reconocimiento ¡por cincuenta años de servicio!, por cumplir 50 años “de invaluable esfuerzo y responsabilidad en la noble función de impartir justicia”, que hizo el Poder Judicial a una de sus integrantes más representativas, a la jurista, magistrada Sara Hilda Beltrán Ramos.
Esto es algo que no tiene precedente en la historia de la institución. Además, es un reconocimiento público que difícilmente se haría, de no haber mediado la sensibilidad del presidente del Consejo de la Judicatura Alberto Sosa Hernández y por supuesto, la de sus compañeros del pleno.
Ha sido un “camino que ha estado plagado de encuentros y desencuentros, ya que en cada sexenio viví la incertidumbre de quedar fuera del Tribunal por los cambios en el Gobierno”, confió de entrada doña Sara Hilda, mujer de muchos años de vida pero también de muy buen ver, de mucho ánimo y agallas que refleja todos los días con semblante alegre.
“Obviamente prevalecimos aquellos a los que nos avalaba nuestro trabajo, entrega y disciplina, como lo dije anteriormente, ya que era comenzar en cada lugar al que era asignada, lo que representaba cambios drásticos, de juzgado en juzgado, la mayoría de ellos llenos de carencias, con oficinas inadecuadas, poco personal, climas extremos y desde luego muy bajo salario”, confesó desde la tribuna.
Reconoció sin embargo: “todo esto sirvió para forjar mi carácter y afirmar mi decisión de continuar en el Poder Judicial”.
Incluso justificó “pertinente” su comentario porque, aseguró: “no siempre las condiciones de trabajo fueron como en la actualidad, en donde gozamos de espacios decorosos, personal calificado que coadyuva en el desempeño de nuestro trabajo y desde luego un salario que nos permite vivir holgadamente”.
Vívamente emocionada recordó que Dante Delgado la propuso ante la Legislatura para ocupar este cargo, mismo al que rindió protesta un 3 de enero de 1989; extendió la gratitud por la vida a sus padres, pero a duras penas pudo continuar hablando al recordar a los compañeros que ya no lo pudieron lograr.
A punto de las lágrimas por la emotividad que le cerraba la garganta y entre pausas alcanzó a completar la dramática lista de compañeros del Tribunal que se le adelantaron al más allá:
“Mario Gutiérrez Calderón, que fue integrante de mi Sala y que a pesar de que tuvimos altibajos y grandes diferencias a lo largo de muchos años de trabajo, lo recuerdo siempre con gran afecto, así como a mis compañeros Moisés Cuevas, Chato Aguilar, Aidé González Rebolledo, Celsa García Serrano, Benjamín Garcimarrero y desde luego a Don Julio Patiño”.
Pero poco antes, fue su colega el magistrado Miguel Gastón Manzanilla Pavón, quien como orador oficial y con tono de poesía impregnó el ambiente de interés y nostalgia cuando había anticipado que decir cincuenta años, “es rememorar el tránsito de la misma desde la pujante y a veces irreflexiva juventud, ávida de aprendizaje y de experimentar, a la madurez del adulto, que ya recibió los golpes necesarios de la vida para saber valorar las cosas, hasta adentrarse en la serenidad del adulto mayor, cuya experiencia y conocimientos le permiten actuar con toda la objetividad necesaria sin aspavientos, egolatrías ni disonancias”.
Manzanilla Pavón evocó que aun estudiando en la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana recibe la invitación, de laborar en el ¨Poder Judicial del Estado, gracias a maestros que a su vez ya eran distinguidos servidores públicos como los licenciados Aureliano Hernández Palacios, Ángel Cruz Velasco, Salvador Bouzas Guillaumín, Francisco Segovia Morales, Othoniel Rodríguez Bazarte, todos de grata memoria, que dieron prestigio a la Facultad de Derecho y al Tribunal Superior de Justicia.
Ante un auditorio pleno de magistrados, empleados, periodistas y familiares de la jurista oriunda de Cosamaloapan, el magistrado Manzanilla destacó que doña Sara Hilda “lleva en su sangre la alegría de nuestra cuenca, con el sello de su música y el baile, a los que hace honor.
También señaló que “todos conocemos su risa franca y contagiosa cuando dejando la seriedad del cargo compartimos anécdotas cotidianas o recordamos peripecias mutuas del camino andado a lo largo del estado, pero en su trabajo es otra, impulsada por su profundo cariño y respeto a la institución”.
Insistió en que la maestra Sara “se ha distinguido por su profesionalidad, por ser de los primeros en llegar a sus labores y por no faltar nunca a las mismas; por enfrentar la lucha diaria para que todos los asuntos se resuelvan en tiempo y para que nunca exista rezago alguno que se pueda atribuir a su actuar y por imprimirle a sus resoluciones el conocimiento y la experiencia acumulados en el transitar ya reseñado, más el agregado de la capacitación a la que todos tenemos que acudir para actualizarnos en beneficio de la sociedad veracruzana a la cual servimos”.
Por lo mismo afirmó tajante: “nadie puede imputarle ineficiencia o deshonestidad”.
Recalcó que hoy puede decir que la carrera de la magistrada Sara Hilda Beltrán Ramos ha sido completa y dedicada de principio a fin al Poder Judicial del Estado, “sin manchas ni timbres oscuros y que cuando ella decida retirarse, lo hará con todo el orgullo y la satisfacción del deber cumplido en un final feliz”.
Por último comentó que los artistas hablan de que «lo difícil no es llegar, sino conservarse. Pues lo mismo aplica al Poder Judicial del Estado, en donde quienes hemos presenciado el devenir de los años desde adentro de la institución hemos visto jóvenes llegar, como lo hicimos nosotros, como oficiales; secretarios, como jueces, etcétera y desgraciadamente también hemos visto su salida, por falta de compromiso, de vocación, de honestidad o de capacidad”.
Precisó que “la carrera judicial no es sencilla y las más de las veces ingrata, pues no debe olvidarse que a la par que le damos la razón a un justiciable, también se la negamos a otro, que no quedará satisfecho; que las sociedades evolucionan no siempre para bien, y las leyes cambian, no necesariamente para mejorar, mas sin embargo el ser humano persiste en sus errores y en sus pasiones”.
SABÍA VIRTUD DE CONOCER EL TIEMPO
Fuera de sesión, el magistrado Alberto Sosa Hernández pidió permiso y lo obtuvo para expresar públicamente algunas reflexiones que completaron y aumentaron la intensidad del ambiente:
“Nada ni nadie se mueve sin el tiempo”, dijo.
“Los minutos las horas y los días desfilan en incesante hilera, pues como asienta Schopenhauer “cada día es una vida en pequeño, cada despertar y cada levantarse un nacimiento en pequeño, cada fresca mañana es una juventud en pequeño y cada acostarse con su noche de sueño, una muerte en pequeño”.
“La Biblia dice aleccionadoramente: “Para todo hay un tiempo determinado. Tiempo para nacer y tiempo para morir; tiempo para derruir y tiempo para edificar; tiempo para llorar y tiempo para reír, tiempo para abrazar y tiempo para mantenerse alejado de los brazos, tiempo para buscar y tiempo para dar por perdido, tiempo de callar y tiempo de hablar. Solo por el tiempo el futuro se hace presente y el presente se hace pasado”.
“El tiempo como el viento, seca las lágrimas. Como el agua todo lo disuelve. Como el fuego, reduce las cosas a cenizas. Como el sol todo lo ilumina.
“Aclara lo confuso, descubre lo más oculto, encuentra lo perdido propicia la tolerancia, reconcilia a los enemigos, pone a prueba el amor y la amistad, enceguece y extravía a los ambiciosos, se lleva las ilusiones y el orgullo, hace justicia a los que fueron encarnecidos por la envidia y la perfidia. Quien pretende ir contra el tiempo fracasa. Quien lo espera se torna poderoso. Quien lo acepta por aliado traba amistad con la sabiduría.
“Pareciera ser que a la jurista Sara Hilda Beltrán Ramos, sin lugar a dudas y sin imaginarlo, en ella se hace presente el mensaje que Abraham recibió de Jehová, cuando le dijo “que por sus buenas acciones recibiría una galardón de relevancia, ya que no hay nada positivo que se haya hecho ante los ojos de la humanidad que no tenga su recompensa”.
“Esto es, lo que hoy hacemos con nuestra respetada, querida y admirable compañera quien durante 50 años ha trabajado y ha dado su vida al Poder Judicial administrando justicia”.
“Y pareció que sobre aquel ambiente, flotaba inmensamente un poema de amor” y de ternura….
Y pues como allí en el Tribunal no solo hay momentos para la gratitud, que son los menos, ante la dura responsabilidad del trabajo no hay tiempo para aflojar, ayer que fue día de asueto el Consejo de la Judicatura se trajo a los jueces y dedicaron todo el día para unificar criterios en torno al nuevo sistema de justicia penal.
Tenga el lector un excelente fin de semana de paz y de armonía.
gustavocadenamathey@nullhotmail.com