Parte importante de la baja calidad de la democracia mexicana, rasgo que incluye a Veracruz y a Xalapa, es la crisis de representación de los órganos legislativos y de los partidos políticos; el sistema de partidos ha derivado en una especie de partidocracia, con organismos cerrados, de auto consumo y ajenos a los problemas de los ciudadanos; una tímida y muy pronto deformada salida es la de las candidaturas independientes que llevará un buen tiempo para consolidarse y volverse alternativa a las burocracias partidarias. Igual de grave o peor es la muy precaria representación que se ejerce a través de los congresos, cuyo papel como otro poder deja mucho que desear y prácticamente sigue agendas propias y lejanas a los ciudadanos.
El caso Veracruz en materia del poder legislativo es entre vergonzoso y patético, ilustrativo de todo lo que no se debe hacer. Demos por descontado que su papel ha sido casi invariablemente de comparsa del poder Ejecutivo, renunciando a su función dentro de la democracia, la división de poderes y el Estado de Derecho; eso es obvio y lo pagamos todos los veracruzanos; lo peor es la indigna labor que les asignan de voceros de los secretarios de despacho, a quienes defienden sin pudor alguno; también hacen asistencialismo en competencia con el DIF repartiendo despensas y útiles escolares, sin rubor, sin ocultarse, al contrario, ostentándolo con la máxima publicidad.
En nuestra tradición los diputados son los menos valorados dentro del sistema político, en las encuestas están muy abajo de la lista de personajes públicos, incluso abajo de los policías; de entrada, ellos mismos se devalúan al creer y fungir como correa de transmisión del ejecutivo; los ciudadanos los ven muy lejanos o de plano no los ven nunca; hay toda una mala costumbre de no regresar después de ser electos. Se ha prostituido la función del diputado, no se concibe como representante popular y la gente tampoco los ve así. Es muy común que abandonen el cargo sin justificación, convirtiéndose en los llamados «chapulines», es decir, son electos para ocupar el cargo y de pronto, con el argumento que sea piden licencia y se van a otro puesto o a otras candidaturas, en una muestra concreta de desprecio por la posición que los electores les dieron; para ellos el cargo equivale a una chancla que pueden tirar en todo momento.
El ciudadano elige a sus gobernantes, y estos a veces consultarán o nunca, depende de los temas; esas son sus autoridades que aplicarán políticas, programas y presupuestos. Una ves electos quedan escasos instrumentos para exigirles cuentas; hay algunos pero son formales y poco eficaces. El órgano de representación por excelencia es el poder legislativo, el que actualiza la división de poderes, el que controla al ejecutivo y da voz a los ciudadanos; el congreso delibera, consulta, expone y da cauce a los procesos de participación ciudadana; es fundamental en la vida democrática y como expresión de la voluntad popular. Por eso es tan importante, por eso se requieren diputados íntegros, que no solo representen a sus partidos, sino al pueblo; se necesitan diputados independientes, muy claros de su compromiso primigenio con la ciudadanía. El diputado debe legislar y ser gestor, debe estar en contacto permanente, por todos los medios posibles, con sus electores; debe darles cuentas, debe escucharlos. Por eso son tan mal vistos los legisladores que se retiran del puesto, que desprecian a sus representados; o lo que es peor, que no saben para que fueron electos. Es el colmo que todavía haya diputados que se presenten como legisladores del Gobernador, que no lo oculten siquiera.
Siendo uno de los problemas principales el de la corrupción para mi todavía tiene mas nivel de importancia la elección libre, la voluntad popular; para mi ahí se funda toda la vida publica; una elección con fraude es el origen de la corrupción y la inseguridad. En tal sentido se hace fundamental el respeto al sufragio, elecciones limpias, el escrupuloso respeto a la pluralidad. No hay de otra para salir de la crisis de representación mas que elegir a diputados con autonomía, que vean en los partidos un medio y se ratifiquen en una autentica representación de la gente. Lo contrario es la simulación que no justifica ni siquiera el pretexto ideológico.
Recadito: Busco votos por mi y por las fuerzas políticas que me apoyan.