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En una época en la que el dinero no alcanza para mantener una familia, la educación es deficiente y las penurias crecen resulta sencillo soñar, pero aún más simple es aprovecharse de las ilusiones generadas por los sueños y hacer múltiples promesas sin fondo.
Estamos en temporada electoral y a menos de un mes para las elecciones sigo esperando que cada uno de los candidatos haga propuestas reales. En la radio escucho spots absurdos en los que prometen poner toda la tecnología para que los ciudadanos gocen de salud porque los médicos son insuficientes, ¿realmente es así?, me cuesta creer tal argumento porque cada que visito un hospital público descubro que los médicos son muchos, lo que falta es el material necesario para atender a los pacientes, el dinero para brindar salarios adecuados y por supuesto que las universidades sean capaces de dar abasto a quienes desean seguir aprendiendo.
Otros candidatos tienen doble cara, en algunas universidades se ponen intolerantes a la crítica que les hacen los estudiantes, y en los debates proponen el diálogo abierto y la apertura de espacios para el desarrollo intelectual de quienes representan el futuro de la nación. Hay quienes prefieren evadir a todo aquel que pueda oponerse a su política pues con lo reñido de muchas encuestas más vale no regarla ante medios de comunicación.
Al caminar por la ciudad y ver lemas de campaña retrógradas, humillantes e incluso discriminatorios me cuesta creer que realmente quienes aspiran a un puesto político crean que esa es la forma de ganar adeptos. Tristemente no faltará quien caiga en los compromisos que con el tiempo se rompen o en las fantasías de un mejor lugar, pero confío plenamente en que los ciudadanos no somos idiotas y utilizo tal palabra porque sólo alguien que nos considere como tales se atrevería a utilizar el color de piel y burlarse de la necesidad de la gente para la base de su campaña.
Por otro lado están los candidatos que conocemos muy poco, probablemente con menos perversiones que otros pero sin duda carentes de experiencia, lo cual tampoco sirve para el rumbo de un estado o ciudad porque ¿cómo enfrentarían la debacle que hoy en día se presenta en cada rincón de México? Para ser un buen político se requiere vocación, de esa sincera que nace del amor al prójimo, del interés por las personas y sus necesidades, no de las arcas para llenar los bolsillos ni de designios de compadrazgos o puestos heredados.
Max Weber decía que en la política todo aquello que no es posible es falso, suena a una frase lógica e innecesaria de decir, sin embargo creo que los todos hemos de abrir muy bien los ojos y escuchar con atención a cada una de las propuestas, sé que en tiempos de crisis es fácil creer en grandiosas soluciones ¿pero cuántas veces las hemos visto realizadas?, lo ideal es confiar en aquellos que son capaces de hablar de forma realista, que presentan proyectos que pueden parecer pequeños pero son viables, no grandes infraestructuras que representan inversiones millonarias y por ende inexistentes.
Mientras se acerca el proceso electoral los invito a reflexionar sobre su voto, en la actualidad ya no hay mejores opciones, pero sí un menos peor que otro, salir a las calles a ejercer éste derecho ciudadano es fundamental para el rumbo que tomarán los estados, las ciudades y en un futuro el país. Cada uno de los votos es importante igual que la atención que como participantes de esta contienda debemos tener. De paso que el tiempo restante sea una oportunidad para que los candidatos presenten planes viables y reales, que los aportes millonarios que reciben se destinen a campañas útiles y no infinidad de propaganda que se convierte en toneladas de basura.
Probablemente la clave para saber por quién votar esté en ver quién verdaderamente hace propuestas y quienes se limitan a participar en una guerra, alguien que sólo busca desacreditar a otro para poder ganar no está pensando en la sociedad.