“Los “pejezombies” son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los “pejezombies” son la hidra del cuento”
Parafraseando a Sabines
Después de las elecciones de 2006, después del anuncio de Luis Carlos Ugalde, que le diera el triunfo de las elecciones presidenciales por unos cuantos puntos porcentuales a Felipe Calderón, se hicieron muchas manifestaciones en la ciudad de Xalapa. Por supuesto en la capital veracruzana se dio el hecho insólito de que Andrés Manuel López Obrador arrasara; en 2012 se daría con más contundencia ese fenómeno, AMLO ganó en todas las casillas.
Yo tenía el programa “Imagen y Palabra” en ABC, Xalapa Radio. Habría que recordar que fui quien inauguró la nueva programación de esa estación con un programa los fines de semana que jaló mucha audiencia. Semanas antes de las elecciones de 2006 tenía programada una entrevista a López Obrador, una entrevista que Jorge Sierra, entonces amo y señor de Diario de Xalapa, bloqueó. Al no poder tener a AMLO en el estudio tuve que improvisar una entrevista por teléfono con uno de sus coordinadores de campaña. El hecho me trajo consecuencias y a las pocas semanas me dijeron en la estación, “adiós, muchas gracias”.
Pero en una de esas manifestaciones en la Plaza Lerdo me di el gusto de subir al estrado para leer un artículo que había publicado después de las elecciones. En ese artículo reprochaba a todos esos “jodidos” que habían votado por Calderón dejándose llevar por la campaña de miedo que Televisa, y el Consejo Coordinador Empresarial, llevaron a cabo en contra de AMLO. El artículo terminaba diciendo: “A todos los que viviendo en patio de vecindad votaron por Calderón ante el miedo de perder sus casas; a todos los desempleados que votaron por Calderón por miedo a perder sus empleos; a todos los que creyeron que la izquierda es cosa del demonio, pero dejan que sus hijos los manoseen los curas, a todos esos, de mi parte, síganse chingando, cabrones”.
En ese tiempo fue que conocí a Cuitláhuac García, un joven entusiasta que llevaba un blog y que por sobrenombre se ponía “Pejejito”. Cuitláhuac se encargaba de tomar mis artículos y publicarlos en su blog “El sendero de Veracruz”, nombre tomado de ese blog que fundara Víctor Hernández y que tuviera tanto éxito en la internet, “El sendero del Peje”, y que más tarde pervirtiera Federico Arreola.
Ya para entonces Cuitláhuac era marginado por las huestes del PRD. Fue en esos días que también surgió un término ofensivo que se endilgaba a todos los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, “pejezombies”. En lo particular me ofendía, porque yo soy seguidor de López Obrador, lo soy desde mi trinchera, desde mi espacio, desde mi manera de pensar. Nunca he buscado acercamiento con López Obrador, alguna vez lo tuve a unos metros pero desde pequeño me enseñaron a no reverenciar ídolos; no me interesa que AMLO sepa de mí, yo hago mi trabajo como escritor y periodista y creo en su proyecto de gobierno y basta. Pero me sentía insultado cuando los políticos, los comentaristas de televisión y los columnistas llamaban «pejezombies» a los seguidores de AMLO.
Sin embargo, en las últimas semanas, frente a las campañas para gobernador en Veracruz, siendo candidato a la gubernatura por Morena Cuitláhuac García, el “Pejejito”, es decir un Peje, pero en chiquito, me he dado cuenta de que sí existen los “pejezombies”. Son neolopezobradoristas que hartos de unos cuantos sexenios de corrupción piensan como yo que ya basta, que debe haber un cambio no sólo en Veracruz sino en todo el país. Sin embargo, parece que lo único que motiva a estas hordas que se mueven por las redes sociales es el rencor. Se les comprende, viven una frustración permanente. Quizá algunos de ellos no pudieron superar el fraude de 2006 y siguen rumiando su frustración; quizá los más jóvenes no superen el fraude de 2012 y les sucede lo mismo. Pero los “pejezombies” se mueven en las redes sociales con un sólo argumento: “Quien no piense como nosotros es vil, vendido, arrastrado, apátrida, comemierda, descastado”. Creen que la vida es un camino de un solo sentido; viven de dogmas, creen que por justicia a López Obrador le toca ser presidente en 2018, pero hacen poco para que eso suceda, por lo mismo creen en la divina providencia de la política y se convierten en una secta que sólo espera; esperan, como dice Sabines en “Los amorosos”, pero no esperan nada.
De hecho los “pejezombies” son como los amorosos, los que “juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse. Juegan el largo, el triste juego del amor. Nadie ha de resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse”.
Al final, como dice Sabines, cuando pierda su candidato Cuitláhuac, los “pejezombies” se irán llorando, “llorando la hermosa vida”.
Armando Ortiz aortiz52@nullhotmail.com