La cultura politica de la gran mayoría de nuestros políticos es parroquial y ajena al interés ciudadano, salvo en tiempo de elecciones. Lo vemos en su conducta diaria, pensando siempre en el siguiente paso que les permita mantenerse en la “jugada”. Al privilegiar lo que viene, por encima de su responsabilidad presente, actúan para no incomodar a quienes deciden, dejando en un segundo plano muy lejano, el interés de los votantes.
Esta conducta timorata por decirlo suave, es lo que les ha provocado el desprestigio y desconfianza de la gente. Bien vistos por las dirigencias de sus partidos, los mismos que incumplieron vuelven a ser candidatos y vuelven a las andadas prometiendolo todo, buscando contrarrestar el repudio ciudadano.
Esto que ocurre no solo en Veracruz, sino en todos y cada uno de los 12 estados que iran a elecciones el próximo 5 de junio, no debemos verlo con la comodina naturalidad de algo que hemos visto repetirse. . La gente esta cada vez mas cansada, y las consecuencias lamentables, podrían estar a la vuelta de la esquina.
De los 12 estados en que habrá elecciones a gobernador dentro de unos cuantos días, cuatro se encuentran en los niveles más bajos del Índice de Desarrollo Democrático 2015, lo que significa que tienen problemas de libre ejercicio de derechos y libertades. Quintana Roo, Veracruz, Oaxaca y Puebla se colocan en las posiciones 26, 27, 30 y 31 del Índice, solo por encima de Guerrero.
Los saldos negativos que dejan algunos gobiernos estatales involucrados en escándalos de corrupción, narcotráfico, violación a los derechos humanos y desvío de recursos, generara sin duda el voto de castigo, que hoy por hoy, es la única forma que tiene el ciudadano para expresar su repudio ante el abuso y la impunidad de quienes han hecho mal uso del poder en perjuicio de la gente.
Lamentablemente el voto de castigo, no suele ser razonado. Se emite en contra de una opción política, mas que a favor de otra, lo que muy pronto provoca malestar e impotencia en los votantes, al descubrir que “salieron de Guatemala y ahora están en guatepeor” y que la ronda de sorpresas, abusos y engaños se sigue produciendo.
Tenemos uno de los sistemas electorales mas costosos en el mundo, siendo un país con creciente pobreza y desigualdad, pero nuestro avance democrático se ha limitado al plano electoral, soslayando la gran asignatura pendiente de nuestra democracia que es la participación ciudadana.
Se ha dicho y repetido hasta el cansancio, que mientras no tengamos una ciudadanía consciente de su peso real como sociedad organizada, que demande espacios de contraloría social, para hacer contrapeso al monopolio de la política que hoy tienen los partidos políticos y sus candidatos “a modo”, no lograremos llegar a la madurez y consolidación democrática que merecemos los mexicanos.
Los ciudadanos requerimos de espacios de dialogo y participación, para que, como la parte mas interesada y endeble, llevemos el seguimiento de los quehaceres de gobierno y legislativo. Se trata de impedir que se repitan los contubernios tras bambalinas entre los poderes, a espaldas de la ciudadanía; se trata de no seguir dependiendo de la discrecionalidad del gobernante o de las bancadas legislativas, para que nos cumplan lo que demandamos y se comprometieron a cumplir a cambio de nuestro voto. Se trata de, finalmente, que el ciudadano no siga atenido a su suerte, mientras en el summun de la impunidad, quienes se ostentan como representantes populares, solo atiendan las instrucciones de sus partidos o del gobernante en turno.
La miopia de la clase política es lamentable. Le temen a la ciudadanía organizada porque asumen que les quitara poder, cuando es exactamente lo contrario. El poder de la legitimidad estaría garantizado con el respaldo de la ciudadanía que participa en la cosa publica, como garante de la transparencia y el buen gobierno.
¿Cuantos candidatos en esta contienda están ofertando a la ciudadanía espacios de participación hacia la contraloría social en los quehaceres de gobierno y legislativos?
No nos quepa duda entonces, los políticos acuerdan con sus partidos y fuera de las urnas, le temen a la gente. ¿Hasta cuando lo seguiremos permitiendo?

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