Por Ramón Durón Ruíz
Kate Douglas afirma: “Hay una especie de magia cuando nos vamos lejos y al volver hemos cambiado” Esa magia es la que posee el sentido del humor, que después de largas jornadas de viaje, ha tenido la magia de impulsarme a cruzar fronteras, cambiando la perspectiva que tengo de la vida, al enseñarme que ante la grandilocuencia del universo, es un espacio pequeño en el que desarrollo mi tarea.
Cuando son largas las horas del viaje se cansa el cuerpo, pero descansa el alma. Cuantas veces al viajar me he perdido, pero hay una magia que ha hecho que me encuentre conmigo mismo, haciéndome paciente y tolerante. Viajar con mi mochila llena del buen sentido del humor, hace que éste Filósofo tenga una visión sencilla, plena de amor, más clara y rica de la vida.
Viajar con una sonrisa en los labios, es vivir a plenitud; es mejorar tu estado anímico; te auxilia para redefinir tus sueños, para no postergarlos, es ir en pos de ellos, –que al fin y al cabo estamos hechos de sueños y realidades–; es reconfigurar tus metas; es fortalecer tu sentido del logro; es saber que imposible sólo existe en el diccionario.
Viajar es despegar tu vista del solar nativo y encontrarte con un mundo nuevo, en el que eres el protagonista de tu historia. La magia de viajar de la mano del sentido del humor, impacta positivamente en tu trinidad –mente-cuerpo-alma– al eliminar toxinas, genera químicos como endorfinas, citoquina, encefalinas, linfocitos “T”, serotonina, inmunoglobulina “A”, que fortalecen el sistema inmunológico y ayudan a vaciar el alma de viejas y nuevas heridas, trayendo sanidad, equilibrio y paz interior.
El buen sentido del humor tiene esa magia que te enseña a agradecer los milagros, a aquilatar a las personas, a valorar la vida, produce un saludable cansancio que al relajar el cuerpo, elimina el estrés, hace que la pesada carga de problemas sea más ligera, te ayuda a bien aprender el oficio de vivir.
El buen sentido del humor te invita a viajar ligero de equipaje, es un remedio infalible contra el desánimo, ataca frontalmente el estrés y la depresión, mejora la circulación, pone a funcionar músculos que sólo se ejercitan con la risa y ayuda al corazón.
Una cosa nos queda clara: en el terreno viaje tienes dos opciones existenciales: ir de malas o de buenas, viajar de mal humor refleja miedo, inseguridad, impotencia, dolor, tristeza, amargura, es una manera simple de autodestruirte, de omitir gozar y disfrutar el paisaje.
Viajar de buenas, abre tus expectativas al cambio, enriquece tu código de valores, restaura heridas, te sientes reconciliado contigo mismo y con la vida, eleva tu autoestima, si te pierdes… ¡no pierdes la lección!
El buen sentido del humor del mexicano cuenta que: “Un matrimonio del pueblo al viajar tiene un accidente, en el que el rostro del hombre sufre graves quemaduras. El cirujano plástico le dice que no es posible injertar su piel, ya que está lacerada por el accidente. En un gesto sublime de amor, su esposa le dona un poco de su piel.
Sólo había un pero, la única piel de su cuerpo que era adecuada para donar, según el galeno, era la de sus nalgas. El marido y la mujer acordaron no hablar de dónde venía la piel, solicitaron al médico honrara el secreto.
Una vez completada la cirugía, todos quedaron sorprendidos por la fragancia de la piel del nuevo rostro del hombre. ¡Parecía más hermoso que nunca antes! Todos sus amigos y parientes hablaban de su frescura, lozanía y belleza juvenil.
Un día que se encontraba a solas con su esposa, abrumado por la emoción de su sacrificio. Le dice:
–– Vieja, quiero darte las gracias por todo lo que hiciste por mí. ¿Cómo te lo puedo pagar?
–– Viejo, –responde ella– Ya tengo todo el agradecimiento que necesito, cada vez que veo a tu madre ¡BESANDO TUS MEJILLAS!”