Buen día apreciado, lector:
Recordaba hace poco a uno de los mejores gobernadores que ha tenido Veracruz: el priísta don Agustín Acosta Lagunes, de cuyo aniversario luctuoso en abril pasado no se acordaron oficialmente ni gobierno estatal ni candidatos a la gubernatura.
Creo que ni la familia, pues ni una mención publicó en algún medio de comunicación. Esas son cosas del pasado, han de pensar.
Sin embargo, para los que tratamos de seguir el detalle del acontecer cotidiano, ahora que estamos en el umbral de la sucesión en el gobierno de Veracruz y a punto de decidir por quién inclinaremos nuestro voto el 5 de junio, vale recordar su memoria y su pensamiento que quizás nos ayuden a escoger al candidato adecuado.
El nativo de Paso de Ovejas, que como mandatario siempre exhibió una conducta austera escribió una noche desde su modesto hogar en la calle Jacarandas 3, del fraccionamiento Las Animas, algunas reflexiones para la historia, que hizo llegar a este reportero, a través de un escrito de puño y letra que por ahí debo conservar.
Entre otras cosas señalaba: “ así como hay niños que quieren ser beisbolistas o aviadores, yo, desde que empieza mi memoria, recuerdo que quise ser gobernador.
“La palabra gobernador se pronunciaba en mi casa con genuflexiones en la voz. Gobernar era convertirse en mago, constructor, en hacedor. La palabra gobernador y la palabra Dios se me confundían en mi mente infantil. Dios era el creador de todas las cosas, pero los gobernadores eran los que hacían la paz, las carreteras, los puentes, las escuelas, las presas y estadios.
“En todo caso, el gobernador era alguien con poderes sublimes que podía utilizar para hacer producir la tierra, para establecer la concordia, para ayudar a los niños, a los ancianos y a todos los veracruzanos. Se hablaba en mi casa de que el gobernador Dehesa había mandado a hacer el Puerto de Veracruz y la Escuela Preparatoria de Xalapa; que el General Jara había construido el Estadio Xalapeño; que el Coronel Tejeda había repartido las tierras y cerrado las iglesias; que el Lic. Altamirano era socialista y que el Lic Miguel Alemán Valdés había construido la primera carretera asfaltada para unir el puerto de Veracruz con Xalapa, y que había abierto las iglesias.
“Y lo fui y goberné en la salud y en la enfermedad pensando siempre en el bien general de mi estado. Nada hice pensando en mi persona o en mi familia, nada. Mi esfuerzo y mi dedicación fueron íntegra y totalmente para el Estado de Veracruz. Si de algo fui acusado y, con razón, fue de avaro con el tiempo y con los dineros del pueblo, pero así tenía que ser.
SUS COLABORADORES EDIFICAN MANSIONES
“Si la palabra empuja el ejemplo arrastra. Si un gobernador se construye un palacio, sus colaboradores se edifican mansiones. Por eso me excedí, tal vez, en la austeridad. Quería que la voz de mi conducta fuera la guía del orden de mi administración. Cada centavo del Estado debería ser para el Estado y no para lujos personales o dispendios del gobierno.
“Por eso hubo dinero para el hacer y para el quehacer. No hubo un municipio abandonado. No me dediqué a recorrer los pueblos, sino a tratar de resolver sus problemas urgentes o mediatos. Hice cuanto me permitió el tiempo y los haberes. Cuanto se hizo, se intentó que fuera lo mejor posible.
“Gobernar con vocación de servicio es un sacerdocio. Un sacerdocio que implica retirarse del mundanal ruido para entregarse sin tregua ni distracción a los menesteres que reclama el estado. Yo considero que si la democracia no es meritocracia, no es democracia. Quería y necesitaba gobernar con los capaces, amigos o no, con los talentosos, con los apasionados por Veracruz.
“Me pasé el tiempo dialogando, proyectando y haciendo. Hubiera querido ser Argos para tener ojos para cada ciudad, para cada pueblo, para cada posibilidad de mejorar la producción en el campo, en las fábricas y en todos los lugares de trabajo. La diferencia entre el primer mundo y los demás es cosa de trabajo y eficiencia.
“Terminé mi mandato con la satisfacción de haber hecho lo mejor que he podido, de haber entregado con alegría, con rigor, con responsabilidad y con vehemencia cuanto soy. Di mi sueño y mi vigilia a Veracruz. Di tanto cuanto puede dar un hombre y cuanto puede hacer un hombre por su pueblo al que ama con pasión.
“…Al palacio de Gobierno llegué con el anhelo de convertir a Veracruz en granero y yunque de la Nación. Si es cierto que para algunos políticos la lujuria es el poder, en mi caso esa lujuria ha sido, es y seguirá siendo el trabajo. Para mi si el poder no se traduce en trabajo creador, el poder se convierte en fuerza corruptora y destructiva. El poder siempre debe ser para poder hacer mucho en beneficio de los demás”.
Que tenga un buen día lector.
gustavocadenamathey@nullhotmail.com