Hace algún tiempo hablé con un paisano que vive en California, y demócrata progresista como es él –sus simpatías personales están con Sanders, a quien considera un “socialista moderado”-, auguraba que en el partido republicano terminaría por imponerse el cubano-americano Mario Rubio a los demás precandidatos (no recuerdo si eran 16 o 17) de ese partido, incluyendo Donald Trump.
El magnate en aquel entonces, era considerado una especie de “mala broma” que se había presentado a las primarias del partido republicano -al que ni siquiera se podía considerar como su partido-, con la cara, la desfachatez de quien nada tiene que perder. Si ganaba, bien, si perdía también, pero algo había en esta competencia en apariencia desigual que hacía augurar una competencia distinta. Los favoritos en el papel eran el cubano-americano Marco Rubio; otro americano de ascendencia también cubana, Ted Cruz, considerado el más conservador y reaccionario de todos los precandidatos; Jeb Bush, también favorito de alguna manera por ser parte de la poderosa familia de políticos republicanos de pura cepa, de la cual han salido dos presidentes de los EUA, y un cuarto al que también se le veían espolones, el gobernador del estado de Ohio, Robert Kasich, probablemente el político-administrador más experimentado.
Total, que a todos se los comió el magnate de la construcción con una simple fórmula, la irreverencia, la desfachatez, el descaro, la insolencia, la grosería, el estar siempre en “fuera de lugar” (outsider), el irrespetuoso que no respetaba ni siquiera a su mamá, el que se pitorrea de todo el mundo, haciendo gala de un narcisismo que raya en lo más histriónico. Trump como sabía que no tenía nada que perder se río en la cara de todos sus rivales, le faltó al respeto a todos, se mofó de las personas con discapacidad, puso en duda la calidad de héroe de guerra de John McCain, y ante la falta de ímpetu y arrojo del menor de los Bush, lo descalificó con una expresión “¡Jeb, Jeb, Jeb is a low energy! (Jeb es un energía baja).
Actor, especialista en “Talk Shows”, dueño de la escena, manipulador de las cámaras de televisión, criminalizó a la comunidad mexicana de los EUA, amenazó con levantar y terminar de construir el (estúpido) muro fronterizo, que además amenazó también en cobrar o descontar a lo chino de las cuantiosas remesas que mandan a México nuestros paisanos y le echó la culpa de todos los males de los norteamericanos a los tratados comerciales que los EUA han firmado con todo el mundo, en especial el TLCN.
Trump ya dejó a todos los contendientes en el camino, es ya virtualmente el candidato del partido republicano a la presidencia de los EUA que será elegido en noviembre próximo y hoy lo que antes parecía ser una lejana probabilidad, ha pasado al terreno de las posibilidades. La pregunta es en estos momentos la siguiente: ¿Tiene alguna posibilidad Trump de convertirse en el próximo presidente de los EUA? Ahí le van algunos datos para que haga usted sus apuestas: 67% de los estadounidenses lo ve desfavorablemente; 75% de las mujeres lo ven igual; 74% de los jóvenes lo vomitan; 91% de los afroamericanos lo detestan (la pregunta aquí es ¿en qué estarán pensando el otro 9%); el 81% de los latinos (aquí igual, qué pensarán el 19%); el 71% de los blancos con educación superior; 66% de las mujeres blancas y el 72% de los moderados (El País, 5 de mayo de 2016).
Ahora, no hay nada escrito, todo podría ocurrir de aquí a noviembre: un avión contra la Torre Sears en Chicago u otro atentado en contra del WTC de New York; el ataque a algún destructor norteamericano o alguna locura que se saliera del script de lo posible por parte del líder norcoreano o qué sé yo. Recemos porque no pase nada anormal.

El OPLE tiene los días contados.- Es muy factible que pasadas las elecciones de junio y una vez resueltas todas las controversias y se dé por concluido el proceso electoral, el marco legal electoral nuevamente sea revisado y, se prevé, de acuerdo con la opinión de una fuente bien enterada, que se impulsen una serie de reformas constitucionales y a nivel de leyes reglamentarias para que sean suprimidos de la ley los organismos públicos locales electorales (OPLE’s), no han dado los resultados que se esperaban de ellos, son caros, onerosos, erráticos y, finalmente, el 80 o 90% de la organización de los procesos electorales locales los desarrolla el INE, es decir, todas las actividades preparatorias, además de vigilancia del proceso.
Además, en el 2018 que habrá comicios electorales concurrentes, la ley dispone que estarán a cargo íntegramente del INE, es decir, habrá casillas únicas y el INE se encargará de organizar tanto las elecciones federales para renovar los Poderes Ejecutivo y Legislativo (diputados federales y senadores), gobernador del estado y presidencias municipales, en el caso de Veracruz, es decir, lo que se hará a través de las reformas a la ley es hacer efectiva la calidad del Instituto Nacional Electoral como el organismo público del Estado como el único ente encargado de la organización de los procesos electorales. Así como están las cosas actualmente, lo único que hay es una duplicidad de actividades y funciones que le salen muy caro al erario público.