La obra reseñada esta semana trata sobre la vida del millón de mujeres rusas que de manera voluntaria se incorporaron, en las más distintas tareas, para defender a su país en la Segunda Guerra Mundial.
La guerra no tiene rostro de mujer
Svetlana Alexiévich
Editorial Debate
México, 2015
Pp. 365
En 2015, la bielorrusa Svetlana Alexiévich obtiene el Premio Nobel de Literatura. Ella trabaja en la tradición del periodismo literario, que nunca recurre a la ficción. Luis Guillermo Hernández dice sobre él que es “una amalgama de géneros que son tocados, trastocados, para transformarlos, fusionarlos o atravesarlos, con el objetivo de llevar a la mente del lector, al centro de su raciocinio y al conjunto de emociones, el mensaje periodístico”.
Albert Chillón, estudioso catalán del género, afirma que “el periodismo literario es entrevista que se cruza con la biografía o la semblanza y engendra el perfil; es crónica que traspasa el cuento, la novela o el cuadro costumbrista y engendra el reportaje social; es columna, es artículo de opinión que atraviesa la disertación o el monólogo interior para engendrar el ensayo periodístico-literario; es noticia que se mezcla con la fábula o el cuento y engendra textos casi incalificables, pero totalizadores, que explican eficazmente a nuestras sociedades pobladas por individuos atribulados, seres cuyo rostro e historias individuales nos ayudan a los periodistas a explicar lo colectivo”.
Hernández dice de Alexiévich que “ha logrado componer, con apenas un puñado de obras, un magistral relato periodístico polifónico, mediante un trabajo que conjuga, en una hibridación perfecta, precisa, tanto lo periodístico como lo literario” y el investigador estadounidense John Hartsock afirma que “el trabajo de Alexievich es uno en que la narrativa y las modalidades descriptivas dominan en lo que se ha caracterizado como un periodismo narrativo-descriptivo, más acorde con la tradición estadounidense del periodismo literario”.
la guerra no tiene rostro de mujer
La autora de su trabajo, en la visita que hizo a México en 2013, dice: “hay que escuchar a toda la gente real, tanto a las víctimas como a los verdugos, pues incluso los verdugos son personas reales, lo que pasa es que no sabemos qué ha ocurrido en su cabeza para llevar a cabo todas esas atrocidades” y también que “necesito almas que reflexionen. Lo que más teme el ser humano es que su vida carezca de sentido. Después de todo, nuestra vida es una constante búsqueda de significado”. Ella se define como una periodista “escuchadora”.
Esta obra trata sobre la vida del millón de mujeres rusas que de manera voluntaria se incorporaron, en las más distintas tareas, para defender a su país en la Segunda Guerra Mundial. Su historia nunca ha sido contada. Alexiévich se dio a la tarea. Entrevistó a más de 600 mujeres que participaron en la guerra. La mayoría de ellas cuando se incorporaron a la lucha tenían entre 16 y 17 años. En el primer capítulo del libro, La persona es más que la guerra (Extractos del diario de este libro), la autora narra su experiencia del encuentro con estas mujeres 40 ó 45 años después de terminada. Da cuenta también de la negativa de las autoridades soviéticas a publicar el libro, de su publicación con censuras y autocensuras. En época de la perestroika de Gorbachov cuando se editan dos millones de ejemplares. La versión que reseño, finalmente, ya no tiene ningún tipo de censura.
Alexiévich afirma de esta obra que “viví mi propia guerra … Recorrí un largo camino junto a mis personajes. Como ellas, pasó mucho tiempo hasta que pude asumir que nuestra victoria tenía dos caras: una es bella y la otra es espantosa, cubierta de cicatrices. Mirarlas es doloroso. Es un combate cuerpo a cuerpo, el adversario te mira los ojos cuando los matas. Lanzar proyectiles o disparar desde una trinchera es otra cosa”, me decían. Escuchar a una persona que te cuenta cómo moría o cómo mataba viene a ser lo mismo: tienes que mirarla a los ojos…”
El texto me impresionó mucho. Me dijo mucho. Lloré con su lectura. Está a flor de piel el dolor, el límite de la guerra y la tragedia que conlleva. La transcripción de las grabaciones, la sintaxis y la puntuación de las entrevistas hacen que los textos hablen con una gran hondura y fuerza. La selección, conjunción e integración de los testimonios constituyen un relato poderoso que revelan lo más profundo de la condición humana. Las mujeres de la historia, por voluntad propia, por amor a su país, se ponen en una situación límite. Unas sobrevivieron, pero muchas otras murieron. La manera que la autora reúne los testimonios construyen un gigantesco coro de múltiples voces, que estremece.
Esta historia no es el relato de la guerra y sus combates, no es la historia oficial hecha por los hombres del partido y del gobierno, es la historia de hombres, pero sobre todo de mujeres en la guerra. La narración da cuenta de lo que les ocurrió, de qué cambios tuvieron sus vidas, de cuáles eran sus miedos e ilusiones, de cuáles eran sus motivaciones, para ir a la defensa de la madre patria, de qué esperaban sucediera al fin de la guerra. De cómo pasaron de la niñez a la viuda adulta de una día para otro.
La historia que cuentan las mujeres entrevistadas por Alexiévich no es la guerra heroica de los libros de texto que se estudian en la escuela. No es la historia de los vencedores. Hablan de la cotidianidad, del dolor, del hambre, de la desilusión, del fracaso, de la muerte que siempre está presente, de la ruptura de las familias y lo que significa haber sobrevivido. Habla también de la amistad, de la solidaridad y de la entrega. Es la historia real de cada una de las entrevistadas, que lo es también de las que murieron antes o no fueron entrevistadas, es la historia de todas las que participaron en la guerra. Es una historia conmovedora, es una gran historia.
Título original: U voini ne zhenskoe lizo, 2013. Traducción del ruso al español de Yulia Dobrovolskais y Zahara García González. Primera edición en México y España, noviembre de 2015.
@RubenAguilar