Es un tema espinoso sin duda, difícil, rasposo, que lastima, que duele, del cual, a veces, no se quisiera ni hablar, todo mundo lo quiere evadir, la sola palabra es como maldita. Y sí, efectivamente, en lo personal y en principio yo no estoy a favor de él, no lo propugno, no lo defiendo, pero estoy consciente que es un tema que está ahí, es una realidad inocultable, se practica y, como tal, hay que regular su práctica médica, independientemente de las circunstancias en que este se dé, al menos hay que debatir –con altura- su pertinencia y despenalización.
Hay países en los que la potestad del aborto es perfectamente legal durante los tres primeros meses de la gestión, y pasado este tiempo, solo si la salud o la vida de la gestante está en riesgo por el embarazo. También procede la práctica del aborto cuando el producto es portador de alguna anormalidad ingénita, malformación congénita o se ha presentado algún otro factor externo que cause una alteración grave en el ser en formación.
Creo que nadie en su sano juicio puede estar a favor, su debate es uno de los más difíciles y entraña una complejidad que desborda los ánimos, provoca enfrentamientos y polariza las opiniones de quienes están en contra, de los que están a favor y de los que, como el que esto escribe, mantienen una posición que va más allá de implicaciones legales, morales, culturales, sanitarias, religiosas y éticas. Por supuesto que todas estas implicaciones son importantes y hay que tomarlas en cuenta, pero a mí me parece, con todo respeto, que le tema de aborto es, ante todo, un asunto de género, un asunto que atañe al género femenino y la decisión última corresponde a la mujer que habrá de tomar la difícil decisión, por supuesto que estamos hablando de mujeres adultas y en pleno uso de sus facultades y capacidades como tal.
Yo puedo tener una opinión, una consideración, un convencionalismo social, ético moral o religioso puede moldear mi posición respecto al aborto, lo que es válido hasta cierto punto; y lo mismo podría yo decir respecto de la posición que tienen las iglesias entorno al mismo tema, pero nadie experimenta en cabeza ajena, algo debe haber de traumático para quien toma la difícil decisión de recurrir al aborto, pero es una decisión que, insisto, desde mi punto de vista corresponde sólo tomar a la mujer. Yo no me siento capaz de censurar a nadie que tome una decisión así, la mujer tiene todo el derecho de asumir y ejercer su sexualidad como más le plazca.
Y perdonen que lo plantee de la siguiente manera, pero aún con todas las medidas de prevención es posible y está demostrado que pueda ocurrir un “accidente” que ponga a la mujer ante un difícil dilema, y ahí estoy plenamente de acuerdo con la llamada “píldora del día después”. Se argumenta por parte de la parte religiosa que “pudiera ser que la mujer esté en todo su derecho de elegir sobre su propia vida pero no tiene derecho a elegir sobre la vida de un ser en total estado de indefensión a partir de que el espermatozoide paterno se ha unido con el ovulo materno”, ¡híjoles!, no sé, no me atrevería tampoco a opinar sobre este debate, es decir de cuándo y en qué momento inicia la vida.
Pero, vuelvo a insistir, hasta las condiciones económicas podrían ser una causa suficiente y razón válida para optar por este indeseable recurso, sin que esto obste para que la iglesia, asociaciones, centros de apoyo y de asistencia traten de persuadir a la mujer de desistir del aborto, siempre y cuando, desde mi punto de vista prevalezca el derecho de la mujer a decidir.
Revisando cifras respecto a esa práctica en los Estados Unidos –en ese país el aborto es legal desde 1973-, encontré estos datos que nos dan una idea sobre esta práctica (Manual of Gynecology and Obstetrics): 1.- Más de la mitad de todos los embarazos son no deseados; 2.- Poco menos de la mitad terminan en aborto; 3.- En 1992, el promedio de abortos era de 27.5 por cada 100 embarazos diagnosticados; 4.- En 1990, alrededor del 83% de los abortos se llevaron a cabo en personas entre los 18 a 34 años de edad, y 5.- El 90% de los abortos se llevó a cabo en las primeras doce semanas de embarazo.
Lo anterior nos da un panorama de ciertas circunstancias en las que se da la práctica del aborto en los EUA. En lo personal a mí me preocupa que en México, a excepción de la CDMX, en el resto de las entidades federativas el aborto está penalizado, pero más me preocupa que de todos modos ante sus prohibiciones legales el aborto se practique en forma clandestina, al margen de un control sanitario y de salud conveniente para estos casos.
Entonces, en lo personal no estoy a favor ni en contra, es un tema que no me atañe y es un derecho y una decisión que corresponde en exclusivo a las mujeres.
Los derechos de la población LGBT.- El mundo de hoy es el mundo de los distintos, de los diferentes, inclusive hoy hay un mundo diferente para las personas que padecen una discapacidad -¡y miren que si sabe de estas cosas quien esto escribe!-. Lo que hizo la semana pasada el presidente Peña Nieto, de proponer una iniciativa de reforma al artículo 4° constitucional para incorporar el criterio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de reconocer como un derecho humano que las personas puedan contraer matrimonio sin discriminación alguna, es decir, en razón de discapacidad, de condición social, salud, religión, de género o preferencias sexuales es algo que hay que aplaudir y reconocer. La verdad es que veo de lo más normal que dos personas se amen así sean dos hombres o dos mujeres. En esta semana he leído mucho sobre el tema, escrito y descrito por miembros destacados de la llamada comunidad lésbico, gay, bisexual y transgénero, (Luis González de Alba) y creo que ha llegado el momento para que vayamos superando visiones equivocadas sobre ciertas condiciones inherentes al ser humano, por ejemplo, desde que la homosexualidad es “una enfermedad”, o de que se da por “comer mucha carne de pollo”, o que la homosexualidad se “cura” realizando trabajos rudos y teniendo una infancia “lo más alejada posible del regazo de la madre”, ¡por favor, puras barbaridades!, simplemente el mundo es de los diferentes y esa es la normalidad, no es una condición de excepción, punto.