Faltaría una semana exacta para que se cumplieran cuatro años del día que conocí a Ramón Durón Ruiz, el “Filósofo de Güémez”. Me encontraba en la ceremonia de entrega de premios del Club de Periodistas de México AC; era 7 de junio de 2012, me iban a entregar el Premio Estatal de Periodismo.
Para la ocasión compré un traje en el que cupe apretado. Le pedí al dependiente que me vendió el traje, que me diera una camisa y una corbata que combinara. Me dio una camisa azul turquesa y una corbata también turquesa con motivos plateados. Confiando en el buen gusto del dependiente, asistí a la ceremonia acompañado por la poeta Silvia Tomasa Rivera.
Entre los asistentes se encontraba el doctor Ramón Durón, de quien había escuchado algo gracias a Jacobo Zabludovsky. El legendario periodista hablaba del gran sentido del humor del “Filósofo de Güémez”, quien le había obsequiado un libro. Jacobo hablaba del mérito del “Filósofo”, quien tomaba la sabiduría popular de los mexicanos y la convertía en anécdotas llenas de humor, en lecciones de sentido común. Al día siguiente el mismo “Filósofo” habló con Jacobo Zabludovsky para darle las gracias por la mención y entonces escuché su voz de persona sencilla.
Al año siguiente, en el mes de marzo de 2013, estuve con el “Filósofo” en la ciudad de México, fue cuando nos entregaron el Premio Nacional de Periodismo junto con Jorge Saldaña y Carlos Loret de Mola. Una noche antes platicamos en la habitación de hotel del licenciado Uriel Rosas, quien era de sus más cercanos amigos.
Ahí supe que Ramón había sido procurador de Tamaulipas, en una época difícil por la presencia del Cártel del Golfo. Muchas anécdotas nos contó sobre esa etapa de su vida. Sorprendía que no llevara escolta, sólo un chofer que le conducía en la Ciudad de México. De ahí dedujimos que su paso por la procuraduría había sido como el ave de Díaz Mirón, cruzó el pantano sin manchar su plumaje; de otra manera los del crimen organizado lo estarían buscando.
Últimamente Ramón Durón daba conferencias motivacionales. Estuve en varias de ellas y siempre tenía al público en la palma de su mano. Amable y positivo, carismático y humilde el doctor Durón en ocasiones me preguntaba cómo había estado en la conferencia que acababa de impartir. Yo levantaba los hombros y le decía: «Caramba doctor, ¿cómo me preguntas eso a mí, aquí el maestro eres tú?». Pero él me decía que había percibido mi sensibilidad y que por eso le interesaba conocer mi punto de vista.
Hoy me entero con profunda tristeza que el doctor Ramón Durón Ruiz, el “Filósofo de Güémez”, ha muerto, y la noticia me causa una terrible desazón. El martes por la tarde se presentaría para dar una conferencia, con el licenciado Uriel comentábamos sobre eso justo a la hora en que él viajaba de la Ciudad de México a Xalapa. Lo lamento mucho, pero quiero deshacer un pendiente que tengo con él.
La tarde de 2012, hace caso cuatro años, en la conmemoración del día de la Libertad de Expresión, evento organizado por el Club de Periodistas de México, me acerqué con mi traje gris oscuro y mi camisa color turquesa al lugar en que se encontraba el doctor Ramón Durón Ruiz. Le comenté que había escuchado su charla con Jacobo Zabludovsky y él, sin dejarme continuar me dijo: «Quiero decirte que eres la persona más elegante en este recinto». Más que halagarme me intimidó un poco, pero se lo agradecí y para salir del paso entonces le conté una anécdota:
«Fíjese doctor que un día en mi casa se organizó un baile y mi hermano invitó a sus amigos, entre ellos a uno que se decía el coordinador de campaña de David Velasco. Mi hermano le había platicado a este sujeto que yo era escritor y que tenía libros publicados, lo que encendió el ego de este personaje. Mientras bailaba con mi pareja, él se acercó con la suya y me dijo: “¿Sí sabes quién soy yo?”. Lo miré, se veía patético, sobre todo porque el alcohol fue lo que le dio ánimos para abordarme. Entonces le respondí: “No, no sé quién eres tú. Pero eso es lo de menos. Lo importante es que tú sepas quién eres tú, porque yo, yo sí sé quién soy”. El tipo se alejó con la cola entre las patas».
Cuando le comenté la anécdota, el “Filósofo de Guëmez” surgió en esa sonora carcajada que el doctor Ramón Durón soltara de manera espontánea, me dijo: «Mándamela por escrito, que la saco y te doy tu crédito». Pero se me olvidó mandársela, y por eso, casi cuatro años después, la publico y se la dedico a él; a su memoria.
Armando Ortiz aortiz52@nullhotmail.com