Hay tres grandes mitos de la Impunidad: el mito de la Autonomía Universitaria; el mito del Amparo; y el mito del Fuero Constitucional. No son pocos los que visualizan la Autonomía Universitaria como si ésta tuviera poderes plenipotenciarios y la elevan casi al nivel de una Embajada. Muchas veces he escuchado a jóvenes que argumentan que la policía no puede entrar a la Universidad porque es “autónoma”. Las universidades son autónomas pero en su libertad de cátedra, organización administrativa y otros temas, pero no son micropaíses dentro del Estado.
El mito del Amparo es también bastante popular. Hay quienes piensan que al estar “amparados” son intocables. No. El amparo te permite seguir un proceso sin estar en la cárcel (grosso modo) pero no es una exoneración. ¿Alguna vez escuchó “ya lo iban a detener pero se amparó”? Y se pone el grito en el cielo pues se piensa que ya se burló a la justicia.
El Fuero Constitucional es otro de los grandes mitos y, si me apura, un mito muy odiado. No fueron pocas las veces que escuché y leí opiniones alrededor de la anacrónico y abusivo que resultaba el Fuero. Se entendía como una patente de corzo y un permiso para corromper, delinquir, abusar y todo en la impunidad. El sentir social, en su mayoría, es que resultaba innecesario e injustificado. El imaginario político obliga a pensar que, supuestamente, no se pueden ejercer acciones legales contra presidentes, gobernadores, alcaldes, diputados, senadores, y cualquier otra figura de estas, porque “tienen fuero”. Cierto, mientras tengan fuero no se pueden ejercer acciones legales contra ellos, pero lo que ha habido en México ha sido un exceso de autoprotección gubernamental.
Cuando un político se ha vuelto incómodo, sin chistar ha sido desaforado. Recuerde a Díaz Serrano, uno de los hombres más poderosos que ha habido en México. Él fue desaforado y la ley se ejerció. Otro caso emblemático fue Andrés Manuel López Obrador, quien también fue desaforado y no pisó la cárcel porque los mismos panistas calcularon el monstruo que hubieran creado y asambleístas capitalinos pagaron su fianza para que no fuera encarcelado. Aquí en Veracruz, recientemente el exdiputado Renato Tronco fue desaforado también y su proceso sigue todavía.
Esto es, cuando se quiere… se puede. Lo que salva a los políticos no es el “Fuero” en sí… es la complicidad de todo un sistema. Por eso es que esa figura ya está rebasada. Con o sin fuero, cualquier autoridad que cometa un delito, debería defenderse en las mismas circunstancias que cualquier ciudadano, sin privilegios y sin tratamientos elitistas.
Hace un par de días, El Bronco, Gobernador de Nuevo León, dijo que a las niñas gordas, nadie las quiere. Fue linchado en los medios. Al único que escuché defenderlo, fue al periodista Ciro Gómez Leyva, quien mencionó que los políticos están expuestos en su andar diario a la improvisación y por tanto, a la equivocación. Justificó el gazapo y terminó su defensa diciendo que El Bronco había sido directo, y que lo que dijo fue políticamente incorrecto, pero que si los gobernadores no quieren ofender a nadie entonces “mejor que no hagan nada”.
A Javier Duarte en medios locales y nacionales también lo criticaron por haber promulgado la eliminación del Fuero. Argumentan que la eliminación del fuero, tiene un destinatario específico: Miguel Ángel Yunes Linares.
El minimizar esa conquista social como algo dirigido a una sola persona, corresponde a mentes cortoplazistas. La eliminación del fuero es una fuerte demanda social que se agradece. ¿Qué pasaría si en dos años el nuevo gobernador vuelve a poner el Fuero en nuestra Constitución? ¿Se pensaría que lo implementa para proteger a su sucesor? Hay otros ajustes en la Ley que si los vemos más allá de nuestras narices, podremos aceptarlos. El que haya un fiscal que trascienda el sexenio y un Contralor que no sea nombrado por el Gobernador… garantizan que no haya contubernio entre el Gobierno y las autoridades fiscalizadoras. Piénselo un momento, y no lo vea pensando en el hoy; visualícelo dentro de 8, 14 o 20 años.
Imaginemos que Duarte haga realidad también la larga demanda social de la Ley Antichapulines, evitando que un político pueda dejar un cargo de elección popular para ir en pos de otro… ¿Qué dirían muchos? ¡No me diga! Seguro dirían que esa iniciativa también llevaría la dedicatoria de fregarle la vida a Miguel Ángel Yunes.
No pensemos en el corto plazo, pensemos a futuro. Ahora bien, si no se puede pensar a futuro, como diría Ciro Gómez Leyva, que los gobernantes “mejor no hagan nada”.
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