Adentrarse en la vida de Fernando de Fuentes es recordar la intensidad con la que se vivió la primera etapa del cine sonoro en nuestro país y cuyo máximo representante fue este singular veracruzano, que dirigió una gran cantidad de películas entre las que se encuentran algunos de nuestros clásicos del cine nacional.

Nació en el puerto de Veracruz el 13 de diciembre de 1895, su padre de mismo nombre y su progenitora llevó en vida el de Emelina Carrau de Fuentes. Fernando estudió la carrera de ingeniería y posteriormente la carrera de Filosofía y Letras en Nueva Orleans; su vida no sólo fue la cinematografía, también vivió el movimiento constitucionalista en 1914, fue secretario de Luis Cabrera cuando este último redactó la Ley Agraria de 1915. Participó como negociador de los asuntos diplomáticos del gobierno de Carranza en los Estados Unidos.

Su destino cambió cuando toma el rumbo de la cultura, primero participa y gana un concurso poético organizado por dos de los periódicos más importantes de la época, destacan los comentarios que hacen los renombrados bardos sobre su trabajo, posteriormente ingresa al Teatro Olimpia escalando puestos hasta llegar al de gerente, una de sus acertadas propuestas fue el de agregar subtitulaje a las películas del cine norteamericano. Ya para el año de 1931 trabaja como asistente del director de la cinta “Santa” una adaptación de la novela de Federico Gamboa y que fue aclamada por el público y bien recibida por la crítica. Es importante mencionar que fue la primera película sonora hecha en nuestro país y traspasó las fronteras siendo un éxito en varios países sudamericanos. Inmerso en el ambiente del celuloide adapta el argumento para varias cintas entre las que se encuentran “La calandria”, “Una vida por otra”, por mencionar dos de ellas; para 1933 dirige “El compadre Mendoza”, una de las cintas más importantes acerca de la Revolución Mexicana por la forma de abordar el tema.

Al terminar la cinta convalece por un largo periodo lo que lo aleja por un tiempo de su pasión y regresa en 1935 a dirigir quizá la película más importante de su carrera “Vámonos con Pancho Villa”, esta sobresaliente película no fue comprendida por el público en su momento, tuvieron que pasar varias décadas para que se reconociera su valor, el sentido de la tragedia, la fuerza dramática, el significado profundo de los ideales revolucionarios. A esta cinta le siguió “Allá en el rancho grande” en 1936 con la figura central de Tito Guisar, esta película inaugura las cintas campiranas, rancheras en nuestro país en donde la ambientación rural, las tradiciones y el folclor se unen a los paisajes y las canciones, el éxito la lleva a ganar en 1938 el premio de la bienal de Venecia, a partir de ese momento genera un importante desarrollo del cine nacional, con este género también dirige “Bajo el cielo de México” y “La zandunga”.

En 1943 realiza la adaptación de la obra de Rómulo Gallegos “Doña Bárbara” cuya protagonista es María Félix quien logra una extraordinaria personificación. También lo hace con “Crimen y Castigo” de la novela de Fedor Dostoievski, sus dos últimos largometrajes fueron “Los hijos de María Morales” y “Canción de cuna” . En total dirigió 37 películas, produjo 38, realizó los guiones de 44 de ellas y tuvo ocho como editor.

Dejó un legado importante en la historia del cine mexicano donde expresó con gran tino la Revolución de nuestro país, la vida de de la provincia, el amor y romance con un aroma del siglo XIX, su partida sucedió en la ciudad de México después de una larga convalecencia cardiaca en 1958.

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