En los márgenes de las movilizaciones sociales y políticas que se dan en nuestro país todavía quedan algunas expresiones que se asumen como revolucionarias, normalmente no pasan de testimonios y simbolismos pero en ciertas zonas, por historia y condiciones sociales, si llegan a tener una relativa incidencia. Es tanto el agravio que le causan las élites al pueblo que este le corresponde con conductas que tienden a la informalidad, al descrédito y a la no cooperación con la institucionalidad.

Casi todos los que queremos participar en la vida pública nos orientamos por los partidos políticos y participamos en las elecciones de todos los niveles; el abstencionismo sube y baja de acuerdo al momento político pero tiene un nivel muy similar con el resto del mundo. Hay quienes conjugan su inclusión en el sistema político con un discurso entre disperso y rebelde, ya sea por la falta de definiciones o por la carencia de compromisos democráticos. Poco se repara en las nocivas consecuencias de debilitar a las instituciones ya sea por propia corrupción o por el golpeteo interesado de actores políticos.

Los choques en Oaxaca, han venido a actualizar el debate sobre la violencia en términos de su eficacia y legitimidad; para algunos la policía debe abstenerse de usar la fuerza pase lo que pase mientras que no ven mal que algunos grupos organizados desaten acciones de violencia mayor. Independientemente de la causa y de la zona debería hacerse un esfuerzo de racionalidad para ubicar las dimensiones y efectos de la violencia, que nunca traerá algo positivo. Los grupos de interés y los sectores autoritarios del Estado se sienten muy a gusto entre llamas y muertos: hay más presupuesto para unos y hegemonía para otros.

La violencia es el fracaso de la política y retrasa el desarrollo democrático, debe aislarse y condenarse sin eufemismos; al contrario, se debe asumir un compromiso muy claro con las reglas democráticas y trabajar sin pausa en la construcción de ciudadanía. Quien crea que la violencia es sinónimo de romanticismo seguramente solo la vive desde las redes sociales. Normalmente las coyunturas son un río revuelto que aprovechan para su beneficio los grupos de poder. No debe haber concesiones para aquellos que atropellen, repriman e inhiban los derechos constitucionales; queremos mucha participación ciudadana pacífica y gobiernos transparentes y legítimos. Es lamentable la exhibición de precariedad y falta de profesionalismo tanto de la policía federal y las locales que han recibido presupuestos multimillonarios sin que los justifiquen con su labor en beneficio de la sociedad, además de que olvidan en la práctica el escrupuloso respeto con los derechos humanos.

A estas alturas ya no hay materia para plantearse la disyuntiva entre Reforma y Revolución como se llegó a exponer sobre todo en la experiencia latino americana, por lo menos no con efectos concretos. El discurso revolucionario es solo retórica y pose, no va más allá del histrionismo que nos heredó esa mezcla poderosa del Cardenismo nuestro y las piezas oratorias del estilo de Fidel Castro. Dentro de los procesos electorales, cuya calidad deja mucho que desear, hay él gradualismo normal y la certidumbre para elegir autoridades y representantes. No hay atajos que no sean ilusorios. El camino es lineal u oscilante pero es el mismo, el de la ruta de la participación y el compromiso permanente. Solo con voz, movilización pacífica y votos se podrán lograr las transformaciones requeridas. Incluso, ya electos los representantes son sujetos de escrutinio social.

Hay que votar y votar, ganar espacios, incidir en las leyes y en las políticas públicas; los votos son gobiernos y curules, con una correlación de fuerzas que les permite aplicar su programa. Nos convienen elecciones libres y copiosas, son la fuente de buenos gobiernos y La Paz pública. La movilización popular siempre será plural, es indispensable, debe ser respetada y se enfoca a una muy amplia variedad de asuntos.

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Recadito: La alternancia va para un gobierno de coalición que reinstale el estado de derecho y abra una etapa democrática para Veracruz.