* “Enseñar a niños a contar es bueno, pero enseñarles lo que realmente cuenta es mejor”. Bob Talbert Después de que mi vida académica cambió por circunstancias familiares, tuve extraordinarias experiencias que llenaron de máxima satisfacción mi eros pedagógico. La cátedra a nivel superior deja gran satisfacción profesional, pero lo que experimenté con alumnos de telesecundarias dejó profunda huella y completa paz a mis expectativas existenciales. Después de introducirme a la metodología de este subsistema de enseñanza media básica en comunidades del territorio veracruzano, en muchos de estos lugares trasformamos las comunidades para bien; llegué después de algunos años a una colonia de esta ciudad capital.
En esta colonia popular del sector norte, donde la fama de sus colonos eran de grandes contrastes con lo que uno vivió en las comunidades rurales y en el hábitat personal de Xalapa. Aquí la pobreza era una constante y al contrario de las comunidades, que cuando no hay para comer es cuando mejor se come; porque se mata el pollito, el pato u otro animal doméstico, acá no se come. Muchos de los alumnos venían de hogares disfuncionales, otros bien establecidos, pero ambos cónyuges deberían trabajar para que los salarios juntos, les pudiesen alcanzar para sostener los gastos esenciales de una casa. Originando lo anterior el descuido de los hijos, y muchos de éstos creciendo sin disciplina y valores. Aquí recordé las enseñanzas de Anton Seminovich Makaranko, quien aplicó en la Colonia Máximo Gorki su proyecto en chicos sin hogar que formaban bandas criminales una metodología especial. Preconizó la «pedagogía de la lucha», en que el pedagogo debe convertirse en guía. Según él, y así lo establecí la disciplina no es una forma de educación, sino su efecto.
La disciplina es un objetivo a conseguir desde la familia, planteada como una necesidad vital para la construcción de la sociedad comunista y el éxito de la Unión Soviética de su tiempo, en este caso era esencial para que aprendiesen a introducirse a la vida de superación en esta sociedad tan compleja , competitiva y cambiante. Al igual que él nos opusimos a los postulados de la Escuela Nueva, donde todo era armonía y felicidad, empleando para muchos métodos pocos ortodoxos, pero que a corto, mediano y largo plazo nos dieron la razón. Esta experiencia rechazaba que la educación deba fundamentarse esencialmente en las necesidades del niño; sino en las necesidades esenciales que eran y son las de la colectividad.
Para que el niño tenga fuerza de voluntad deberíamos enseñarles disciplina y renuncia a la holgazanería, con una gran dosis de afectos e interés en su persona y sus expectativas de vida. Esta pedagogía dirigida a formar futuros ciudadanos con un sentimiento profundo del deber y de la responsabilidad para los objetivos de la sociedad donde se desarrollan, funcionó en la mayoría de los casos, muchos de ellos hoy son profesionales y técnicos capaces de desenvolverse en su medio con éxito.
Las ideas fundamentales fueron la confianza en nuestro trabajo y fe en las posibilidades de la educación para transformarlo en entes productivos y buenos. Se utilizó como medio de enseñanza la estrategia del trabajo, por la forma de jerarquizar al oponente y más que todo poner énfasis a la capacidad de mando y orden. Lo poco que tenía estuvo a la disposición de ellos, así aprendieron a conducir automóviles, motocicletas y alguno que otro material de carpintería y fontanería. Similar aprendizaje tuvieron las niñas que aprendieron con compañeras del sistema; repostería, danza, conservas y corte y confección.
La disciplina al igual que podemos leerla en el «El Poema pedagógico” la compartimos con los alumnos, debiendo ser un ejemplo de respeto a los puntos de acción que todos nos proponíamos cumplir; fui uno de más, con la ventaja de tener la última decisión y aportar lo más. Siempre he tenido en claro que la educación debe desarrollar las potencialidades humanas que posee, creando un hombre útil para si mismo y la sociedad en que se desenvuelve; esperando que los elementos que se le proporcionan le posibiliten ser un ente superior y que pueda aportar algo en este mundo global.
Las enseñanzas de Pestalozzi al defender la individualidad del niño y la necesidad de que los maestros estuviésemos preparados para lograr un desarrollo integral del alumno más que para implantarles conocimientos fue mi objetivo final. Independiente mente que algunos padres nunca entendieron el axioma, que para cambiar a la persona hay que amarla. Sé que nuestra influencia llegó sólo a donde llegó nuestro amor y la disciplina acordada. Los docentes y padres de familia debemos saber que la educación es el desarrollo natural, progresivo y sistemático de todas las facultades de un ser humano. Un niño o adolescente que no se siente amado, difícilmente puede ser educado. “Disciplina y amor” fue y será siempre mi bandera para una praxis educativa exitosa. ¡Estamos! alodi_13@nullhotmail.com