El tema de la violencia siempre ha llamado poderosamente mi atención, tanto desde la perspectiva de la teoría política, como por lo que corresponde a una manifestación propia de la condición humana, a veces inexplicable, pero que se da, por desgracia, más recurrentemente de lo que uno quisiera pensar.

Hanna Arendt, la gran pensadora alemana sobre el tema de la violencia (‘Sobre la violencia’, Alianza Editorial, 2005, 152 pags.), decía que «la violencia, siendo instrumental por naturaleza, es racional en la medida en que resulta para alcanzar el fin que debe justificarla», enunciado teórico que, a propósito entrecomillo y subrayo porque la violencia entre humanos, en cualquiera de sus expresiones, debiera considerársele de cualquier modo irracional, más cuando hay muertes de inocentes de por medio.

Dos expresiones de violencia a las que se podría considerar como ‘clásicas’ en general podrían ser el atentado de Oklahoma City en 1995 y la ejercida por el Ejército Zapatista en los altos de Chiapas en diciembre del 1994. La acción de Timothy McVeigh fue absolutamente irracional, sin objetivos políticos (aparentes), y fue producto de impulsos movidos por la venganza, el resentimiento social y el odio; por el contrario, la guerrilla chiapaneca fue como el grito de ‘un hasta aquí’, la expresión violentada de algunos sectores de la población indígena marginados, que sintieron la necesidad de rebelarse para acabar con la inequidad, la pobreza y la exclusión social, movidos por resortes externos que no están del todo claros, al menos para el que esto escribe, es decir, pudieron ser legítimos pero quién sabe qué tanto auténticos.

Esas diferenciaciones hace Arendt de manifestaciones de la violencia no tanto para justificarlas pero sí para explicarlas como fenómeno social y político. Por supuesto los ejemplos escogidos son de quien esto escribe, de ninguna manera son propuestas de la extinta teórica alemana. Tengo la impresión de que lo ocurrido en Niza, la población de la costa mediterránea francesa el día de antier por un ciudadano tunecino avecindado en Francia el día de antier, encaja más en el ‘modelo’ McVeigh, es decir, es la manifestación irracional de alguien, un espontáneo, que, movido por un afán de sed, odio y venganza, perpetra un atentado en contra de un sector de la población civil en donde caen justos por pecadores.

Escribo lo anterior, de verdad conmovido, conmocionado y muy dolido por este hecho irracional y loco por donde se le quiera ver, que lo único que produjo fue una mortal carnicería en donde murieron –hasta el momento- 84 seres inocentes que despreocupadamente celebraban un aniversario más de la Toma de la Bastilla, hecho que dio inicio a la Revolución Francesa en el siglo XVIII, y mantiene sumamente graves a un indeterminado número de personas por lo que la cifra de bajas podría aumentar en cualquier momento. McVeigh aquella vez en Oklahoma City detonó un camión cargado con más de mil kilos de un poderoso detonante que costó la vida a 168 personas, entre las cuales había cerca de 20 infantes.

Aparentemente en el fondo de este tipo de atentados (el de Niza) hay un resorte supuestamente religioso en donde están metidos ISIS (Daesh), Al Qaeda y otros grupos islámicos que reivindican por medio del terror reivindicaciones fundamentalistas, y subrayo supuestamente por el ingrediente que le otorga la “espontaneidad” de un tipo loco que toma un camión de 19 toneladas y decide matar a inocentes en el nombre de Alá. Aquí lo inusual es que la violencia que ejercen estos grupos se puede manifestar de la forma menos impensada: secuestro de aviones y sometimiento de pilotos y pasajeros por medio de ‘xactos’ como los que todo mundo tiene en su casa para cortar papel, como sucedió en el 9/11; u ollas exprés rellenas de clavos y objetos punzocortantes como sucedió en la maratón de Boston, hasta el de Niza, en donde se utiliza un camión de carga pesada para arrollar una multitud.

Clausewitz decía que “la guerra es la mera continuación de la política pero por otros medios…”, yo no estoy tan seguro de eso con todo respeto para el teórico de la guerra de origen alemán. La política básicamente se hace con la palabra y con el diálogo, lo demás, aunque le queramos encontrar mil explicaciones es la guerra y, la guerra es, en esencia violencia. La irrupción del estado islámico trae consigo nuevas formas, más letales y “novedosas” de causar daño a población inocente, en cualquier lugar y en cualquier momento. Nadie está a salvo ni siquiera en su casa, claro que aquí necesariamente entramos al terreno de las probabilidades, pero nadie está seguro en ningún lugar, ¡qué horror!

Lo de Niza, aunque no quiera, me remonta por desgracia a lo que ocurrió aquella infausta noche del 15 de septiembre de 2008 en Morelia, Michoacán, eso fue un atentado para dañar gente inocente que lo único que hacía era celebrar un aniversario más de la Independencia de México.