Nuevamente la tragedia invadió Francia y enlutó más de 80 hogares. Ahora lo fue en Niza—ciudad situada a 960 km de Paris y a 230 de Marsella en la Costa Azul o “Riviera Francesa”–, ciudad que se caracteriza por su riqueza cultural y arquitectónica y por el turismo pudiente que llega a ésta, siendo una ciudad tranquila ajena a cualquier indicio de violencia.
Por eso lo sucedido el pasado 14 de Julio en esta ciudad –en el paseo marítimo de “Los Ingleses”- fue un crimen inconcebible e incalificable. Fue fríamente calculado: celebración de una fiesta nacional, en un momento en que las personas están concentradas en el espectáculo y son tomadas por sorpresa, se buscó un vehículo adecuado tanto para librar la valla de protección como para provocar el mayor daño posible al abalanzarse contra la multitud a unos 90 kilómetros y para las mentes agresivas y enfermizas que lo organizaron, el saber que fueron 80 personas fallecidas y más de 200 gravemente heridas, es un “triunfo”.
Y aunque originalmente al autor material, un joven francés de origen tunesino de 31 años de oficio chofer y fichado por violencia doméstica, no se le atribuían nexos con ISIS, la confirmación dos días después a través de Amaaq, medio que utiliza el estado Islámico para comunicar sus acciones, atribuyéndose el atentado “en respuesta a los llamamientos para atacar a los ciudadanos de los países de coalición que lucha contra EI”, lo hace aún más despreciable por la frialdad con que perciben estos grupos estos crímenes contra la humanidad.
Este ataque se suma a otros sufridos en los últimos años y meses en diferentes países del mundo, principalmente en Europa y en ésta, acentuados particularmente en Francia, presentándose una constante: los ejecutores son jóvenes en su mayoría.
Recordemos en enero de 2015, el ataque a la revista satírica Charlie Hebdo—que había publicado caricaturas de Mahoma–, operado por dos jóvenes hermanos de 34 y 32 años y uno más que tomó rehenes en una tienda Judía el mismo día, acciones que dejaron un saldo de 20 muertos. Igualmente el atentado frustrado del Tren Thalys en agosto de ese año ejecutado por un marroquí de 26 años, que fue descubierto a tiempo por las fuerzas del orden; y el peor atentado que se recuerde en ese país, de noviembre del mismo año en el centro de París, donde los atacantes desquiciaron 6 puntos de la ciudad, dejando un saldo de 137 personas fallecidas y 415 heridas. La edad de los atacantes de esas masacres, Yihadistas o aliados, tenían entre 15 y 18 años.
Pero además hay otros hechos en donde están presentes las amenazas de estos grupos extremistas cuyos operadores son jóvenes. Como es el caso de la agresión sufrida apenas el 13 de junio pasado a dos policías franceses (pareja de hombre y mujer) cerca de Paris dándoles muerte, perpetrado por un joven de 25 años que tenía antecedentes policiales por reclutar radicales para Afganistán y Pakistán; atacante que ya había sido condenado a 3 años de cárcel en 2013. El propio sujeto responsable del ataque a esta pareja, se delató el mismo día jurando lealtad al líder del Estado Islámico en un video, respondiendo a un supuesto llamado que hiciera un año antes, donde instruía a sus seguidores a matar a los “infieles”.
Pero frente a todas estas circunstancias lamentables, que siguen aconteciendo en diferentes países de Europa surge la pregunta: ¿Por qué entonces se han intensificado los ataques en Francia? ¿Hay alguna relación en el hecho de que los ataques sean consumados por connacionales de ascendencia árabe o musulmán o franceses convertidos, que coinciden con la visión extrema del Islamismo? Pues si la hay.
Los historiadores han expresado algunas razones:
• Para los “fundamentalistas” (movimiento islámico que propugna una estricta aplicación de la Ley Coránica a la vida social y considera enemigos a quienes no coincidan con ella), a Francia junto con el Reino Unido, se les culpa del desmantelamiento del imperio otomano entre 1916 y 1924. Es decir, para éstos, ellos son los directamente responsables del fin del califato perdido y la abolición de la comunidad de creyentes, luego entonces, cargan con el antiguo estigma de haber provocado la nulificación imperial.
• Igualmente, a Francia se le está revirtiendo el asilo a los migrantes musulmanes, en distintos periodos. El primero muy antiguo que se da del siglo VIII al XV; el segundo periodo que surge a inicios del siglo XX después de la Primera Guerra Mundial cuando llegan casi 130 mil inmigrantes de África y el tercero después de la segunda guerra mundial. Esto ha provocado un creciente ascenso de la población de musulmanes, argelinos, marroquíes, tunecinos, etc., que hoy ya alcanzan las segundas y terceras generaciones. La mayoría de esos jóvenes, viven en los más de 100 suburbios que existen en Francia, y de ahí han salido cientos de éstos para irse a ser entrenados y a combatir en Siria e Irak.
• Otro aspecto, es el retorno al origen y el rescate a la identidad de sangre de los hijos y nietos de los refugiados árabes, que se están enfrentando dentro del país a una expresión conservadora anti-arabe y antimusulmana, que se denomina Islamofóbia, que adopta actitudes de rechazo a la presencia de 5 millones de fieles del Islam dentro de Francia. Y aunque a través del tiempo, muchos de ellos se han visto forzados o por conveniencia a adoptar la religión católica (como forma de obtener los privilegios que tiene los franceses católicos), las nuevas generaciones han buscado sus raíces, cayendo en el radicalismo religioso extremo dada la influencia de los “llamados” que han hecho sus líderes que operan en la clandestinidad. Mensajes que pegan más a los jóvenes que no se sienten correspondidos en su propio país.
• Lo anterior ha llevado a que muchos jóvenes radicales franceses, abracen el islamismo, –en su posición extrema y se enganchen a sus liderazgos–, pensando que con eso reivindican su esencia y algunos han sido ya detectados. A partir de 2014 la policía tiene fichados a unos 10 mil, pero no son todos. Luego entonces al asunto de la segregación—rechazo, trato desigual y limitación en oportunidades–, se suma el de la persecución policiaca.
• El estado islámico, le reclama a Francia haber apoyado a la oposición política en Siria, armando a algunos rebeldes en la lucha contra El Asad, mientras que otros países moderaron sus posturas. Por otra parte la presencia de Francia en los bombardeaos a los feudos de ISIS a partir de septiembre de 2015, que aunque su participación, comparada con los Estados Unidos es mínima, la proximidad geográfica lo hace mayormente vulnerable.
• Otro problema es la falta de información en la población, que ha permitido que los jóvenes franceses de origen árabe, musulmán, islamista, etc., los confundan con yihadistas, siendo que no son sinónimos y por lo tanto se generaliza su animadversión hacia ellos. Y por otra parte, la desculturización porque a esos jóvenes desde el seno del hogar, no los han enseñado a valorar en su real dimensión los beneficios contraídos en sus familias a través de los años, al haber sido acogidos por un país como Francia, que no sólo les dio su territorio sino su cultura, desde que llegaron y hasta nuestros días.
• Por ello este país hoy se arrepiente, de no haber tomado las medidas preventivas suficientes, al no haberles impregnado de identidad nacionalista, de que asimilaran valores republicanos, por lo tanto, no alcanzan los jóvenes a dimensionar–una vez que juran lealtad al ISIS— que hoy tienen sangre francesa y que el luchar contra sus paisanos, es traición. Es decir, estos jóvenes no alcanzan a comprender que el sentido de esa lucha, es para combatir por lo que resta de sus vidas, contra todos aquellos países que comparten la democracia, la tolerancia y el respeto a la vida, contrario a la visión totalitaria del mundo de los partidarios del Islam radical.
Ante este panorama, el gobierno de Francia—aunque tarde– ha adoptado algunas medidas remediales. Apenas en el mes de mayo pasado el Primer Ministro Manuel Valls, hablaba que para frenar este fenómeno el Gobierno preveía crear al menos un centro de “desradicalización” por cada una de las 13 regiones del país, a los que les llamarían “Centros de Ciudadanía y Reinserción”. Los centros estarán gestionados y dirigidos por educadores, trabajadores sociales, psicólogos y policías. Supervisados además por un Comité Interministerial para la Prevención de la Delincuencia y la Radicalización, cuyo presupuesto alcanza los 100 millones de euros para “prevenir y perseguir” el extremismo. Hoy Francia tiene identificadas 635 personas que están en combate en aquellas zonas de conflicto, 309 jóvenes a los que se les ha prohibido salir de Francia y 4600 reportados por sus propias familias ante la policía con tendencia de posible radicalización.
Por eso el proyecto no es descabellado porque se trata de operar a nivel de orientación–, y yo agregaría, también a nivel de intervención desde el seno de las familias, el sistema educativo y en la sociedad, para evitar prejuicios y rechazo por motivos religiosos, para frenar la segregación racial y para garantizar que la aplicación de la justicia entre connacionales, sea la misma para todos. Porque independientemente de la religión que profesen, los jóvenes ahí nacidos, son netamente franceses.
Finalmente, lo que está sucediendo en Francia, debe llevar a abrir los ojos a otros países y en el nuestro tomarlo como una advertencia. De acuerdo a cifras del INEGI en México la comunidad musulmana no supera los 20 mil creyentes. Y aunque nuestro país no posee una tradición islámica fuerte y esos grupos son respetuosos y organizados entre sí, no se debe perder de vista a las nuevas generaciones. México tiene presencia de grupos musulmanes, árabes, etc., desde 1995, como el Movimiento Mundial Murabitún que desde esos años empezó su campaña de conversión en el Estado de Chiapas, concretamente en San Cristóbal de las Casas. En ese estado ya hay miles de personas convertidas al Islamismo.
O las comunidades judías y musulmanas de la Ciudad de México, como el de las Colonias Polanco o Anzures, –entre otros lugares y estados–que reúne a las personas a orar como marca el Corán, siendo grupos que se ajustan a una visión objetiva de la religión y no adoptan posturas extremas. Pero son tiempos de prevenir cualquier atentado. Porque la forma en que opera el islamismo radical, es infiltrándose, reclutando jóvenes en la oración y progresivamente influyendo en ellos para practicar una ideología basada en una interpretación extrema del Corán, misma postura que no acepta otra posición religiosa y en donde cualquier negativa a su acatamiento se paga con la vida. Y ese es el peligro.