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El lunes pasado, el presidente de la República Mexicana se disculpaba por uno de los escándalos que más ha dañado su imagen desde que asumió el mandato presidencial, la Casa Blanca. Señaló que había sentido en carne propia la irritación de los mexicanos y la entendía perfectamente, por eso pedía perdón, porque los funcionarios públicos son responsables de la percepción que producen. Hasta el momento la que ha producido nuestro Presidente está por los suelos.

Las ya conocidas declaraciones se hicieron durante la promulgación de leyes secundarias del Sistema Nacional Anticorrupción. ¿Qué mejor ejemplo de corrupción que por el cual se disculpó el presidente?, ¿Pero qué fue lo indignante de la Casa Blanca? Quizás nos molestó que en medio de precariedades y momentos de austeridad que viven la mayoría de mexicanos, nuestro principal dirigente gastara alrededor de 86 millones de pesos en su vivienda, o tal vez nos molestó que cínicamente negara que fuese suya y condenara a los periodistas que lo exhibieron.

También pudo ser objeto de enojo que el constructor de la casa fuese el mismo beneficiario de la mayoría de proyectos supuestamente licitados, desde que él era gobernador, porque en México pese a todo, predomina el compadrazgo. Fue todavía más indignante que tratara de engañarnos de nueva cuenta al señalar que la única dueña de la casa era su esposa, Angélica Rivera, y entonces vino el acabose, porque fue ella quien dio la cara por un asunto que claramente se manejó mal desde el principio y aún a casi un año de la publicación del escándalo, a los mexicanos les indigna, los periodistas son perseguidos y en las altas esferas creen que con pedir perdón todo se nos olvida.

Es incongruente que en un país dónde constitucionalmente existe la libertad de expresión se despida a un grupo de periodistas por cumplir con su deber, investigar algo que estuvo frente a todos en las revistas de alta sociedad e informar al público sobre su contundente y bien respaldada investigación. Pese a que el ego y la necesidad de acaparar todos los reflectores fueron los causantes del escándalo, para los involucrados fue más sencillo exigir el despido de quienes los habían exhibido.

Ha pasado más de un año desde que Carmen Aristegui y su equipo ya no están al frente del noticiero en el que nos compartían grandes hallazgos. El presidente de la república ha pedido disculpas y pareciera que después de tanto tiempo todo se olvida, que con un simple perdón todo volverá a ser como antes, con las personas idolatrando a la pareja de telenovela y vitoreando al guapo de los candidatos.

Aunque tengo la certeza de que hay quienes si olvidan. Estoy segura de que no todos nos conformamos con un perdón y que así como se nos invita a superar la desaparición de estudiantes y a dejar de lado el mal humor social se debería dejar de lado la cacería de periodistas que verdaderamente investigan y arriesgan todo por dar a conocer la verdad. No es posible que en la misma semana se disculpe públicamente y a la vez los periodistas involucrados en la investigación reciban una demanda. ¿No que muy arrepentido? Aunque la demanda no venga de presidencia, sino del consorcio de medios dónde los investigadores laboraban, el mensaje es claro. La verdad incomoda a quienes están detrás de las mentiras.

El presidente podrá pedir disculpas. Las escuchamos, pero el arrepentimiento no se nota, más bien parece una disculpa desesperada ante el resultado de las recientes elecciones. Y ciertamente aunque hay cosas que olvidamos fácil, parece que nuestra memoria se recupera, esperemos siga así en miras del futuro, para que en el 2018 tengamos presente el rumbo que deseamos para nuestro país.