Aquel primer ensayo de convocatoria estatal que se llevó muy contento bajo el brazo el Lic. Pérez Utrera, por supuesto no fue la definitiva, pasó por muchos tamices, contrastación de ideas, de posturas políticas, de temores y de una visión de avanzada y vanguardista de algunos y otros. Dante no tomó la decisión él solo de abrir ese proceso a la militancia y a la ‘base’ del partido, pidió la opinión de sus amigos, su valoración, pros y contras, ventajas y desventajas.
En Veracruz había un ‘cuarto de guerra’ con el que Dante Delgado se reunía con cierta periodicidad para analizar aquel primer documento que, en los hechos, era la primera piedra de un edificio que había que construir con miras al proceso de selección. Y aun cuando era, de acuerdo con los estatutos del PRI, una responsabilidad absoluta del comité directivo estatal publicar y encargarse del proceso interno, Dante, cuidadoso como era en aquel entonces de las formas y de los rituales políticos que se acostumbraban en la organización partidista, las ‘leyes no escritas’ dirían los observadores, quería que la convocatoria y el proceso en su conjunto pasaran por el visto bueno de México, sobre todo si se toma en cuenta que el CEN del PRI estaba encabezado por un hombre como Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Y aquí hay que comentar algo que para nadie ha sido un secreto, en Veracruz el líder formal del partido se llamaba Armando Méndez de la Luz, pero quien en realidad mandaba en esa estructura partidista era el gobernador, cuanto más si se toma en cuenta que Delgado Rannauro, antes de ser designado el primer mandatario estatal, ya había pasado presidido la organización partidista que tiene sus oficinas en el número 1419 de la esquina que forman la avenida Adolfo Ruiz Cortines y la calle de Francisco Moreno en la capital del estado de Veracruz, eso sin contar con que fue el coordinador de la campaña por la gubernatura de Fernando Gutiérrez Barrios, diputado federal y secretario de Gobierno.
Luego entonces, antes de publicar la convocatoria quería tener todos los amarres en sus manos, todas las opiniones, buenas y malas. Yo estoy seguro –y además porque en más de una ocasión comenté de esas cosas con el Lic. Pérez Utrera- que, conociendo los estilos de Dante, consultó con sus amigos priistas muy cercanos de aquel entones, a quienes tenía mucho respeto y profesaba gran afecto como el sonorense Víctor Hugo Celaya Celaya, Fernando Elías Calles, Beatriz Paredes Rangel, Manuel Bartlett Díaz, Heriberto Galindo Quiñones, muy probablemente también Manlio Fabio Beltrones Rivera, y otros como César Augusto Fernández y Jesús Salazar Toledano.
Armando Méndez de la Luz y Adán Pérez Utrera eran los grandes y fieles operadores del ‘experimento partidista’ de Dante y yo, un poco era como el escritor fantasma de muchos de los textos, manuales de procedimientos, guiones y demás documentos que se utilizarían días después, en plena operación y puesta en marcha de ese histórico proceso, inédito y único, porque nunca antes se había intentado algo así y porque nunca más, después y hasta nuestros días, el PRI ha intentado operar algo así cuando menos en Veracruz.
Había oposición en el ‘cuarto de guerra’ estatal de Veracruz, fueron largas reuniones en la que se discutió el proceso, voces a favor y otras en contra –las menos, una, me acuerdo que platicaba el Lic. Pérez Utrera, de alguien que revelaba muy bien su talante antidemocrático-, pero la gran mayoría en ese cuarto se mostraba dispuesto a apoyar a Dante, expresando por supuesto sus dudas y resquemores, pero con un talante positivo y dispuestos a jugársela con el proyecto de democratizar el proceso interno que se avecinaba para elegir a los abanderados del PRI a las 203 presidencias municipales de Veracruz.
Esta historia continuará mañana…