Con la renuncia aceptada por el gobernador Javier Duarte de Ochoa a Arturo Bermúdez Zurita de su puesto como Secretario de Seguridad Pública se acelera la égida de los funcionarios de la actual administración, a 118 días de que fenezca el sexenio.

Y es normal que eso suceda, porque la vida no terminará para quienes siguieron en el camino a Duarte de Ochoa en estos seis años… o en parte de ellos.

Algunos se retirarán a tratar de gozar la fortuna que hicieron, otros de plano se ocultarán en algún país remoto (como Gambia en África, que no tiene tratado de extradición con México ni con ninguna otra nación del mundo), algunos -valientes o inconscientes- se plantarán en el terruño a tratar de enfrentar la furia que se les vendrá encima el 1º de diciembre y otros buscarán horizontes más amigables en la Ciudad de México o en alguna entidad de la República en donde tengan algún amigo bien colocado.

La mazorca se empieza a desgranar, y es natural que suceda. Pero los que se están yendo y se irán no son sujetos de ser acusados de traición. Solamente se van adelantando en el camino, como el primer paso del proceso de entrega-recepción de un gobierno a otro, de 14 funcionarios de primer nivel a otros tantos, de muchos directores generales y de área a sus sucesores… de un Gobernador a otro Gobernador.

Es el devenir normal de la democracia; es el paso indetenido del tiempo; es la vida implacable que termina con todas las cosas, hasta las más apreciadas.

Este 4 de agosto de 2016 se ha ido el tercero de los miembros del gabinete duartista (antes se adelantaron Erik Porres Blesa en la Sedecop y Gabriel Deantes Ramos en Trabajo y Previsión Social), e irán saliendo poco a poco los demás hasta que los que aún queden realicen su entrega total el mismo día en que lo haga el actual titular del Ejecutivo.

Los traidores ya tuvieron su tiempo y trataron de aprovecharlo sin buenos resultados en junio y julio. Lo que sigue en agosto, septiembre, octubre y noviembre es una salida programada y estratégica de quienes fueron leales hasta el último momento, de quienes no abandonaron al amigo o al jefe o al amigo-jefe y ahora están en posición de salida buscando la mejor ocasión, el momento más propicio, el más indicado.

El que se vaya ahora se va con la venia del propio Javier Duarte, y en ocasiones hasta por recomendación de éste.

Quienes se queden, serán el último flanco para entregar el campo al nuevo equipo que ya se empieza a conformar, que ya está trabajando en el Plan Estatal de Desarrollo, y en los planes y programas que serán la columna vertebral del gobierno yunista de dos años.

Después de tantas ocasiones en que auguraron su inminente salida, Arturo Bermúdez se ha ido y deja una cauda polémica sobre su actuación al frente de los cuerpos de seguridad.

Ahora va a enfrentar las acusaciones que se hicieron en la prensa sobre un probable enriquecimiento desmedido, y ya iremos viendo qué tal sale librado ante la opinión pública y sobre todo ante la autoridad judicial.

Al fin, ya se están yendo… es lo natural y que nadie se espante.

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