José Manuel Estrada Vázquez nació en Caracas, Venezuela, el 28 de julio de 1900 a las 10 de la mañana, conmemorándose hace unos días el 116avo aniversario de su natalicio; fue hermano gemelo de una niña. Se crió en el seno de una familia humilde pero con herencia de realeza espiritual. Su padre fue de nacionalidad española, de profesión tabaquero y poeta de gran numen de nombre José Gabriel Estrada Meza. Su madre, mujer humilde, de estirpe india muy apegada a los conceptos de la moral católica, de nombre Isabel María Vázquez Hernández.

 

Debido al atraso reinante de aquellos lejanos tiempos en Venezuela, el Gran Gurú se levantó entre los autodidactas. Desde muy niño tuvo que dedicarse a la profesión de Tallista-Escultor en madera para satisfacer sus necesidades.

 

El recuerdo que desde los siete meses de nacido poseía, le dio gran autoridad para hablar acerca de los niños en su primera infancia y aclarar muchos puntos obscuros de la Ley de Reencarnación. Desde muy niño (6 años) se sintió inclinado al estudio del espacio, hasta tal punto que los niños de su barrio, por verle siempre mirando hacia el cielo, le llamaban “Miracielos”. Desde tal edad quería saber cuánto se retardaba la Luna diariamente y, sin maestros ni libros, descubrió lo que quería; cuando cumplió los 10 años, estando en esto, se presentó el fenómeno de la entrada de la Tierra en la cauda del Cometa Halley, y el máximo exponente de la Astronomía, Camilo Flammarion, no garantizaba la vida del Planeta para el día 18 de mayo de 1910. En la casa del Gran Gurú todos estaban consternados por el presagio de la amenaza del fin del Mundo para aquel día, pero “José Manuel” llamó a sus padres y les explicó por qué no iba a ocurrir nada; naturalmente que sus padres no entendieron los trazos que él les escribía sobre un papel de estraza extraído de una bolsa que contenía pan y dibujando con un carbón de cocina. Se negaron a creerle y le retaron diciendo: “Yo no te entiendo, José Manuel, además, tu no puedes saber más que Camilo Flammarion. El niño contestó: “Tienen toda la razón, mañana por la mañana lo comprobarán cuando ya todo haya pasado”. Su padre le ordenó acostarse en el suelo de la sala para vigilarlo durante el peligro de aquella noche de escándalos en las calles, llenas de borrachos que se habían embriagado con el fin de no sentir la muerte. Los padres de “José Manuel” permanecieron en vela durante toda la noche de ese 18 de mayo, hasta las cinco de la mañana, cuando el cansancio les rindió. El niño se levantó a las siete, como de costumbre, y al ver en el corral de su casa un día esplendoroso con un cielo verdaderamente hermoso y con el Sol radiante, hablando con Dios, dijo para sus adentros: “…Y pensar los hombres que Tú ibas a acabar con esta belleza de Naturaleza!” Cuando regresó del corral encontró a su padre de pie en medio de la sala desperezándose, y le preguntó: “¿Qué me dices ahora?” El padre le contestó: “Tu ganaste”, a lo que le contestó el niño: “Ayer vimos el cometa a las cinco de la mañana por el Este, y esta tarde lo veremos a las seis por el Oeste después de ponerse el Sol”. El padre, entre burlón y enojado, le contestó: “No seas loco, ¿cómo te imaginas que ayer lo íbamos a ver por un lado y hoy por el otro?” Sin embargo todo se comprobó cuando el padre llegaba de su trabajo al obscurecer, y el niño, señalando hacia el Poniente, le dijo: “Ahí lo tienes, ve”. El núcleo se encontraba como a 30º del horizonte, y la cauda se elevaba hasta el centro del firmamento.

 

Debido a su temperamento de Leo con ascendente en Libra, sufrió grandes reveses morales durante los primeros años de su juventud, los cuales le trajeron grandes sufrimientos que le ayudaron a elevar su coeficiente intuitivo, hasta tal punto que, cuando cumplió sus 33 años, y encontrándose envuelto en un problema de tipo sentimental que lo hizo sufrir terriblemente, al amanecer de un sábado, se produjo en él un fenómeno mental de gran trascendencia, pues, al levantarse de la cama y abrir los ojos, el panorama que observaba a través de todas las cosas era indescriptible, pues todos los objetos le hablaban de una profunda sabiduría. Y ello le llenaba de una gran luz en el entendimiento, lo cual le hizo exclamar: “¡Estoy viendo a Dios!” Desde aquel momento su vida cambió drásticamente y se reía de aquello que por muchos años había sido su tormento, y se afirmó en su ser la idea que desde muy niño había concebido y que era la de que un ser Superior vendría para iluminar a la Humanidad, al que él llamaba el Cristo. Desde entonces su mente no se apartó de esa idea y, días después, un sábado en la noche, momentos antes de acostarse (10 de la noche) tuvo en su cuarto una visión: de una fosa se levantaba un hombre rubio con pelo largo y, acercándose, le dijo con ademán de orden: “Tienes una misión que cumplir”, y terminando la frase se esfumó. Fue tan fuerte el impacto que recibió que ya no se pudo acostar y prefirió salir a la calle para pensar sobre todo lo que aquella visión le había revelado, decidiendo desde aquel momento prepararse para esperar al Personaje de su visión y que en realidad poseía el rostro del Cristo. Entró entonces a la Sociedad Teosófica, se inscribió en la Orden Rosa-Cruz AMORC, así como en la Orden Masónica. En la Sociedad Teosófica le hicieron Presidente de la Institución para Venezuela, pero cuando se enteraron que él esperaba a un hombre que habría de iluminarle, todos le desecharon, y es así como en 1938 decidió formar un grupo de estudio con el cual esperar al hombre misterioso. Diez años después, un domingo a las 10 de la mañana, una comadre de él compró el periódico “EL SOL” de Caracas, donde venía la foto de un astrólogo francés, y como ella sabía que a su compadre le gustaban esas cosas se lo entregó. Cuando él, en aquel entonces “Tallista Estrada”, vio la foto del personaje en el periódico, sintió el impacto de estar ante la foto del que esperaba. Ese mismo día tenía reunión con los suyos y, por lo tanto, les comunicó inmediatamente lo sucedido, y acordaron ir a visitar al que, según ellos, era simplemente un “astrólogo”, ya que se burlaban de Estrada cuando mencionaba la venida de ese sujeto enigmático…

 

Al día siguiente, lunes a los 8 de la noche, llegó una comisión del grupo con Estrada a la cabeza para conocer al personaje. Les recibió un francés flaco, enjuto, con el aspecto del hombre atrasado evolutivamente, con la frente exageradamente angosta, el cráneo muy pequeño y deprimido en las sienes, y como de 30 años de edad. Todos los del grupo, incluyendo a Estrada, se sintieron defraudados con aquel hombre. Sin embargo él les preguntó: “¿Vienen buscando al Maestro? Ya viene a atenderles”. Enseguida se vio aparecer en el fondo del salón del Hotel Royal a un personaje alto, pálido, amarillo como cera, con el pelo y la barba largos, con un don especial de gentes por el impacto que producía con la mirada y con su porte nazareno. Estaba vestido de blanco, con una cruz de madera como de diez centímetros colgada al pecho. Su pelo y barba eran rubios. Se sentó a hablar con uno del grupo que hablaba bien el inglés, ya que él no conocía el español. Después de un gran rato de hablar con él, se volvió para hablar con Estrada y le dijo: “¿…Y usted qué me dice?” Estrada le contestó: “Le estoy esperando desde niño y le tengo un grupo preparado para ponerlo a sus órdenes”. El francés le dijo: “Muy bien, ¿cómo se llama usted? ¿Qué día nació?” Después de recibir la respuesta que esperaba le pidió a su esposa que le trajese un aparato que tenía para trabajos de Astrología. Después de mover algunas piezas, se volvió hacia Estrada y le dijo: “Con usted es con quien me interesa tener trato en Venezuela, los demás no me interesan”. Esto lo dijo después de haber examinado las marcas que debía encontrar al sujeto que, según él, debía de encontrar en Venezuela: marcas en los pies, manos, frente y en el Horóscopo de Estrada. Desde aquel momento Estrada se convirtió en su fiel servidor y, a su vez, Estrada recibió instrucciones y orientaciones de aquél que reconoció como su único y verdadero Maestro en su vida. Ambos, el Dr. Serge Raynaud de la Ferriere y el Maestro José Manuel Estrada fundaron la Gran Fraternidad Universal (GFU) con millones de seguidores en el planeta, movimiento espiritual que es un legado de América para un mundo convulso, atribulado y confuso en un peligroso momento de transición.