Por Ramón Durón Ruíz (†)

Cuántas veces éste Filósofo ve gente que no entiende que la vida no siempre transcurre del modo que queremos; si fuese así, no habría dolor ni sufrimiento, la vida en sí misma carecería de sentido, seríamos felices todo el tiempo.
Pero la realidad es una gran maestra que nos ayuda a aprender –a veces de manera dolorosa– las lecciones valiosas de la vida; una de ellas es que sólo nosotros podremos construir nuestra felicidad, que HOY es un nuevo día en el que podemos comenzar una vida llena de dicha y satisfacción para liberarnos de lo que nos limita, para conocer los secretos de nuestra existencia, para mejorarla; porque dentro de nosotros está ese potencial que necesitamos para lograr que nuestra vida sea plena.
Víktor Frankl, en su libro “El hombre en busca de sentido”, expresa que el modo en que uno ve los acontecimientos es mucho más importante que los propios sucesos. Víktor, era uno de los millones de judíos encerrados en campos de concentración nazi, durante la Segunda Guerra Mundial. El régimen de Hitler le había quitado prácticamente todo: esposa, hijos, propiedades, etc. Él vio cómo asesinaban a sus amigos en el campo de concentración, también vio cómo muchos se suicidaban, mientras que otros perdían la voluntad de vivir, al rendirse… morían.
Decidió encontrar algo que los nazis no pudieran robarle, algo importante como para mantener su voluntad de vivir. Decidió que había una cosa que nadie podía quitarle: su capacidad para elegir su propia actitud, por muy malas que fueran las condiciones.
Víktor Frankl no sólo sobrevivió a las atrocidades del campo de concentración, sino que también se convirtió en uno de los psiquiatras más respetados del mundo. Ayudó a miles de personas que estaban a punto de rendirse, renunciando a la vida, a encontrar una voluntad renovada de vivir, demostrándoles que diariamente tenemos opciones y que las mismas nos pueden dar un nuevo significado a nuestra existencia.
Este Filósofo sabe que todos los días tenemos dos opciones: convertirnos en víctimas de las circunstancias o vencerlas; renunciar a nuestra libertad y dignidad permitiendo que las circunstancias las moldeen o elegir una actitud digna y elevarnos por encima de nuestros problemas, pasando de un estado de derrota a uno de optimismo y esperanza, sacando lo máximo de nuestra vida.
Todos tenemos días difíciles, unos están llenos de cansancio, de dolor, otros de problemas; cuántas veces el panorama es desalentador, pero de pronto encontramos la solución a nuestro problema porque tenemos renovadas actitudes; la actitud es mucho más importante que la inteligencia, la educación, el talento o la suerte, es la elección más trascendente que tomamos al construir nuestra vida, porque impacta en todo lo que hacemos.
La actitud es el punto de partida de todo éxito, quizá sea el mayor descubrimiento del hombre, porque podemos cambiar nuestra vida si modificamos las actitudes, que no son otra cosa que un estado de ánimo, un punto de vista mental, son los pensamientos y sentimientos que suceden en nuestro interior.
Las personas que tienen actitudes positivas siempre esperan lo mejor; las que tienen actitudes negativas esperan lo peor; lo increíble es que en ambos casos… las expectativas se cumplen.
Sé positivo siempre, negativo jamás. Toda persona debiera ser como la Luna: “destinada a dar luz… y como el Sol siempre dando calor…”
Lo de la actitud me recuerda la ocasión aquella en la que “Don Gerundio llega con el campesino de allá mesmo, todo cabizbajo y ojeroso, y le dice:
— ¡Filósofo!, hace una semana que: ¡no como!, ¡no duermo! y ¡no tomo agua!, ¿Qué crees que tenga?
— Po’s –responde el Filósofo lleno de ingenuidad provinciana– ¡HAMBRE, SUEÑO Y SED!”

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