Muchas veces me pregunté el porqué de la confianza que se había dado entre el Lic. Pérez Utrera. Trabajé dos años en la secretaría técnica, tiempo suficiente en el que consolidé una experiencia profesional en el terreno de la administración pública que ha perdurado por siempre.
El trabajo de un asesor como lo fui yo, en una oficina de staff como funcionaba en aquellos días, representaba muy poco en términos del lucimiento personal. Al interior de la oficina había una estructura operativa sencilla: el secretario técnico era la cabeza, en medio un coordinador de asesores, los asesores atendiendo diferentes áreas, por ejemplo, Romeo González Medrano, estaba por completo dedicado a la redacción de discursos, yo tenía la cartera, digamos de programas (proyectos) especiales y así, había un asesor encargado de textos especiales (informe de gobierno, colaboraciones, ensayos, etc.), una persona que revisaba los escritos por lo que a estilo y redacción se debía, un bloque de capturistas y una sola secretaria, la del secretario técnico.
El trabajo en la oficina no se hacía para créditos personales, todos los documentos que ahí se elaboraban tenía un carácter institucional, eran documentos que el gobierno del estado publicaba con un determinado fin que iban, en primer lugar desde el informe de gobierno, todos los anexos estadísticos, programas de gobierno sectoriales y especiales, la memoria y la crónica de los cuatro años de gobierno, textos para publicaciones diversas que llevaban la firma del gobernador, entre otros trabajos. Los discursos, que en lo fundamental redactaba Romeo González, era una tarea interminable porque él trabajaba de 7 de la mañana a las 3 o 4 de la tarde, adelantaba lo más posible los textos, pero en la tarde y noche surgían más intervenciones del gobernador que había que atender, por lo que toda la asesoría en su conjunto le entraba a la redacción.
Dante mostró un dinamismo pocas veces visto en los cuatro años que duró su gobierno, yo fui testigo de ello al menos en los dos años que me tocó trabajar en la secretaría técnica, la labor era incesante. Por ejemplo, el informe de gobierno, que era un trabajo central de la oficina, aun cuando había un responsable en particular de procesar esa importante tarea, en vísperas de que el gobierno rindiera su informe, era tanta la presión por terminarlo y tenerlo a punto, junto con los anexos estadísticos y gráficos que integraban todo el paquete del informe, que toda la oficina se volcaba en ese cometido con tal de tenerlo listo a tiempo. Aun así, Dante como un perfeccionista irredento en sus tiempos de gobernador, hasta unos momentos antes de que rindiera su informe le estaba ordenando cambios al secretario técnico para que se integraran al texto que iba a leer.
No pretendo reivindicar el trabajo que desplegábamos los asesores, incluido por supuesto el secretario técnico. Adán era un tipo que no se arredraba al trabajo, le entraba parejo, además, tenía una ventaja que he encontrado en pocos jefes con los que he trabajado, sabía, conocía de las tareas que se hacían en una secretaría técnica que se preciara de cumplir con las tareas propias de un área técnica como esa, en pocas palabras, sabía que su oficina era el respaldo y sostén de todo el trabajo del jefe, el gobernador. Ahí no había lugar para las equivocaciones, para poner un mal dato en boca del gobernante o para exponerlo a pasar un mal rato.
Hay que decir que, en descargo de Dante y de sus capacidades, él era un gobernador que conocía los terrenos que pisaba, en el argot futbolero se podría decir que “era un portero que sabía manejar el área”, y de Adán, pues Adán era un tipo muy solvente en cuanto a conocimiento técnico como el fundamento central de la administración, del quehacer público, y era también un hombre de poder, conocía el poder de cerca, no se lo habían platicado, lo había ejercido plenamente en su paso por el gobierno del estado de Tabasco.
Después de Enrique González Pedrero, que era el titular del poder ejecutivo, Adán era ‘el segundo hombre de abordo’. Compartía el espacio más íntimo del gobernador, ya había comentado que ocupaba junto con su esposa la vivienda si se quiere más modesta de la finca Grijalva, que es la casa de gobierno de Tabasco, pero estaba ahí, al fin, junto al centro del poder político del estado que es un edén. Pero además, Pérez Utrera desde su oficina de la secretaría técnica controlaba la secretaría particular del gobernador, su cuerpo de seguridad y la flota aérea del gobierno que, en ese entonces, era mejor que la de Veracruz. Allá tenían un Lear Jet y aquí un Turbo (Aero) Commander, aquel levanta velocidades de crucero de hasta 800 kilómetros por hora y el segundo de 250-300, con una capacidad de ambos para 8 pasajeros y 2 tripulantes, el primero es un jet ejecutivo y el segundo un bihélice.
De hecho en un hecho que involucra al Lera Jet del gobierno de Tabasco es como se conocen y cimientan una amistad duradera Adán Pérez Utrera y Dante delgado.
Esta historia continuará mañana…