La secretaría técnica de la oficina del gobernador en aquellos años, ha sido una de las mejores escuelas en mi trayectoria como servidor público y como profesional de la administración pública. Mi paso por esa oficina fue una de las etapas que más abonaron a mi vida profesional y a todo aquello que me ha ayudado a entender y a comprender la fenomenología del poder. Encontré en el secretario técnico muchos puntos de confluencia entre su ‘lenguaje’ y el mío.

Adán Pérez Utrera había estudiado ciencias políticas en la añeja Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, y yo también me había formado en la misma disciplina profesional, con el adicional en mi caso del estudio de la administración pública entendida esta como el conocimiento y el dominio adquirido de sus herramientas técnicas y metodológicas, del valor de las instituciones, de la organización, el método, el trabajo sistémico y del procedimiento como un medio para lograr un objetivo determinado. Todo eso, sumado a la dilatada experiencia del secretario técnico, me permitió potenciar mis capacidades técnicas.

El secretario técnico cuando te ordenaba un trabajo, te indicaba el ‘qué’ había que hacer, dando por sentado que tú ya sabías el ‘cómo’, si acaso te permitía intercambiar de muy buena gana algunos tópicos sobre la tarea que te estaba encargando, pero hasta ahí, traducido al buen entendedor, lo que hacía era darte sus bendiciones. Eso sí, te entregaba un bonche de información con documentos y antecedentes alusivos al trabajo que te estaba solicitando, subrayando que no eran limitativos, sugiriéndote que te allegaras de más información si fuera necesario.

Una vez, me encargó desarrollar un programa estatal de carácter especial para combatir el tráfico y trasiego de drogas, me estuviera pendiente me dijo, porque íbamos a tener una reunión de trabajo con el abogado Gerardo Perdomo Cueto, en aquel entonces delegado federal de la Procuraduría General de la República en el estado. Llegado el momento me convocó a la reunión, estando presentes el secretario técnico, el Lic. Perdomo Cueto y yo en mi calidad de asesor y encargado de desarrollar los programas especiales del gobierno del estado.

Tuvimos la reunión, el Lic. Perdomo Cueto, por cierto ya fallecido, nos dio una explicación muy amplia y detallada de cómo estaban organizadas las principales rutas, hay que recordar que en aquellos años Veracruz era una ruta que era utilizada para hacer llegar los cargamentos a la frontera norte, nos proveyó de mucha y variada información, el objetivo del programa era, en pocas palabras establecer el marco de colaboración y coordinación institucional mediante el cual, la entidad se sumaba a tan delicada tarea. El Lic. Perdomo Cueto todavía se hecho otro café al final y para relajar la reunión, relatándonos al Lic. Pérez Utrera y a mi algunas de sus experiencias en el sector público, era un hombre de sobrada experiencia. Finalmente se despidió de ambos abandonando la oficina.

“Bueno, pues a meterle, ya tienes tarea, revisa toda la documentación que nos dejó, debemos tener un programa previo para el viernes, el señor gobernador quiere ver un adelanto consistente, tiene agendada una reunión la semana que entra con el procurador general de la República, el Lic. Ignacio Morales Lechuga, y lo quiere llevar a México para discutirlo directamente con él, ten –poniéndome como un kilo de información en las manos- y a meterle”. Era el miércoles previo, alrededor del mediodía, era un trabajo importante y con un grado alto de dificultad, y había que comenzar por el principio: revisar toda la documentación que nos había dejado el delegado de la Procuraduría.

Me fui a mi espacio de trabajo un tanto presionado y, si se me permite, con una cierta angustia en el ánimo. Revisé los documentos, por arriba y por abajo, al revés y al derecho, los puse de cabeza para ver si así les agarraba y nada… había que ser un especialista y, evidentemente yo no lo era, jamás había trabajado un tema así. Tomé la decisión –quizá la peor decisión que he tomado en mi vida profesional, pero que a la postre fue la más enriquecedora- de regresar a la oficina del Lic. Pérez Utrera y decirle, seguramente con la angustia y la preocupación reflejadas en el rostro: “No le agarro la onda, Adán, se me está dificultando”, a lo que él, un tanto despreocupadamente y serio se me quedó viendo por encima de sus gafas para enseguida reponer: “Marco, ¿qué es a lo que no le agarras la onda, qué es a lo que no le entiendes?, acuérdate que no hay nada nuevo bajo el sol, simplemente hazlo, quiero ver el trabajo el viernes por la mañana antes de presentárselo al gobernador”.

Ante tal respuesta, uno se queda dubitativo unos instantes pensando para sus adentros si será lo más conveniente insistir ante el jefe para ver si se obtiene alguna orientación más convincente de su parte o, la otra, darse media vuelta y regresarse a su escritorio y hacer el trabajo como sea. Me decidí por lo segundo y ha sido la decisión más importante que he tomado en mi vida profesional, ya que descubrí en mí, y lo afirmo sin exagerar, capacidades heurísticas que desconocía. El trabajo estuvo listo aquel viernes tal como me lo ordenaron.

 

Hasta aquí llega este adelanto de lo que será un libro (relato) que estoy confeccionando y que espero tener listo e impreso en los próximos dos o tres meses, tratando de recuperar en él, algunos pasajes de la política de Veracruz que sucedieron en el pasado reciente y que creo oportuno relatar. Lo hago cuidando ser lo más objetivo y plasmando con honestidad las muchas y enriquecedoras vivencias que tuve en un determinado tramo de mi vida profesional.