Para impedir que los elefantes salvajes arramplen con sus cosechas, varios campesinos en Tailandia colocaron cercas eléctricas, encendieron petardos e incluso cambiaron sus cultivos de piñas a calabazas, que no entusiasman a los paquidermos. Nada funcionaba, de modo que los aldeanos se pasaron al Plan Abeja.
En un programa piloto realizado por el Departamento Tailandés de Parques Nacionales, los campesinos emplean abejas como una nueva línea de defensa, aprovechando el temor documentado de los elefantes a las picaduras de abeja. La idea de sacar partido de esa fobia procede de un estudio de la Universidad de Oxford y que se ha empleado con éxito en África desde hace varios años. Ahora, la práctica gana fuerza en Asia.
El problema es bastante grave en la provincia oriental de Chanthaburi, donde hay densos bosques cerca de poblaciones agrícolas que cultivan arroz, yuca, piñas y caucho.
Se calcula que en Tailandia hay unos 3 mil elefantes salvajes, según el Centro de Conservación de Elefantes de Tailandia. Y conforme los campesinos ganan terreno al bosque para sus cultivos, los elefantes se ven obligados a aventurarse fuera de sus menguantes hábitats en busca de comida.
“Desde hace dos años, los elefantes han venido y destruido las cosechas de los granjeros casi cada día”, comentó Prasit Sae-Lee, responsable de la administración local. “Los elefantes viajan en manada, una manada grande, se comen todo allá donde vayan”.
La ayuda para los residentes del remoto pueblo de Pana llegó de un puesto de investigación de vida salvaje del gobierno, que les ayuda a criar abejas.
Se colocan colmenas sobre postes, a la altura de los ojos de los elefantes, y se conectan con cuerdas para crear una cerca. Cuando los elefantes intentan entrar, empujan las cuerdas y sacuden las colmenas, lo que hace que salgan las abejas en una temible nube de zumbidos y picaduras difícil de olvidar.
“Al principio pensé que no funcionaría. Ni siquiera los agentes forestales pensaban que fuera a funcionar”, comentó Boonchu Sirimaha, de 66 años, la primera del pueblo en participar en el proyecto. “Pero desde que pusimos las colmenas (hace dos meses), funcionó. Las abejas picaron a los elefantes, y no han vuelto desde entonces”.
La hija de Boonchu, Dararath, de 36 años, está feliz con la idea. Otra ventaja es que por cada 50 cajas con abejas, recolecta 300 kilos (660 libras) de miel, que vende por entre 150 y 500 bahts (de 4.30 a 14.30 dólares). La cera puede venderse aproximadamente por el mismo precio.