He leído algo, sólo un poco, sobre cultura popular mexicana, y por supuesto que he comprendido cuáles son los resortes que mueven la cultura de masas de este México nuestro. Y para conocer en qué consiste ese concepto no había nadie mejor que Carlos Monsiváis, que describe en dos magníficas crónicas urbanas qué es eso a lo que se suele llamar cultura popular. ‘Amor perdido’ (1977) y ‘Escenas de pudor y liviandad’ (1988), son dos textos que nos sirven para entender algunas de las más consagradas figuras de las artes y el del espectáculo y esa magia que los ha rodeado hasta convertirlos en unos ídolos nacionales, casi unos héroes, a través de los cuales nuestro pueblo –y me incluyo- ha volcado sus sueños, sus afanes y la necesidad de construir deidades hasta sacralizarlas, situándolas en un rango celestial. Agustín Lara, María Félix, Jorge Negrete, Pedro Infante, José Alfredo Jiménez, el ‘Santo’, ‘Cantinflas’, Tintán, el ‘Ratón’ Macías, el ‘Púas’ Olivares, Enrique Borja, ‘Chente’ Fernández y… Juan Gabriel, eran esas figuras poderosas, a lo mejor no están todos los que son, ni son todos los que están, pero son los nombres que todos los mexicanos que vivimos el siglo XX mexicano, los tenemos muy presentes en nuestra memoria histórica y que, en su momento, movieron y han movido las masas populares. Pero para entender la cultura mexicana no hace falta conocerla a través de los libros de ‘Monsi’, la cultura popular mexicana tampoco hay que entenderla ni tratar de comprenderla, ¡hay que vivirla, sentirla y, yo diría, que hasta padecerla!, porque sólo así podemos dimensionar la real magnitud de lo que es un ídolo popular como Juan Gabriel. A Juanga, para palpar el auténtico peso completo que era solo bastaba con verlo pararse sobre el escenario para cantar y actuar, y constatar cómo, poco a poco, se iba transformando, se desinhibía orillando a sus espectadores, mujeres y hombres, a reaccionar como a él le viniera en gana hasta llorar, bailar, cantar, gritar y extasiarse hasta el paroxismo. Eso no lo puede hacer cualquiera y Juan Gabriel lo lograba nada más mostrándose tal cual es.