El poder ha sido durante la existencia del hombre el motor que ha movido su vida. ¿Pero el poder tiene la misma connotación en todas las circunstancias? o ¿Varía de acuerdo a los intereses y condiciones determinadas? ¿O tiene una distinción de acuerdo a la finalidad? En nuestro tiempo la mayoría de los seres humanos buscan el poder a través del dinero o de la política, en su acepción más egoísta que es la posibilidad de mandar o dirigir por el simple hecho de mandar o dirigir. Sin embargo, existen otros tipos de poderes que en otros tiempos han sido la nota dominante en un grupo de hombres. Estos poderes no están al alcance de las masas, cuando menos en nuestra época, y sólo se conocen un número determinado de hombres que lo han ejercido conscientemente y con un afán decididamente generoso. ¿Pero porque busca el hombre el poder en su acepción más mezquina y egoísta? Cuando la humanidad entra en un período de decadencia, ciclo de hierro, generalmente los hombres buscan el poder para satisfacer sus apetitos, su vanidad, su orgullo, su inseguridad económica y social, porque esta inseguridad los hace ser ambiciosos e inescrupulosos.
En las Sociedades Iniciáticas o sagradas el poder divino se deriva de Dios y a Él debe de volver, transformado en bienes y servicios pero no para quien posee ese Poder divino, si no para los demás seres humanos; entonces el poder se humaniza y cobra su verdadero sentido, un poder derivado de Dios para servir a Dios a través de su creación, el hombre. Cuentan los evangelios que Cristo fue tentado por Satanás y que éste le prometió el mundo entero si se doblegaba a sus designios, sin embargo Jesús le contestó, «Escrito está que obedecerás a Dios tu padre por sobre todas las cosas». Los textos Bíblicos como todo iniciado lo sabe tienen tres interpretaciones, una literal, otra parabólica y una última esotérica. Tomando el pasaje de las tentaciones desde el punto de vista esotérico, Jesús, conociendo sus facultades divinas, después de un largo período de preparación interna bien podía usar estas para erigirse en emperador de los hombres a través del dominio material; pudo ser más grande en este sentido que Napoleón, Alejandro o Julio Cesar. Sin embargó optó por ser únicamente un salvador de almas y aquí se manifiesta su grandeza espiritual. En las grandes Culturas Iniciáticas los dirigentes de todas ellas en su época de esplendor, han sido los hombres de la estirpe de Jesucristo, Hombres que se preparaban para servir plenamente a los demás sin esperar nada a cambio; eran los Reyes-Sacerdotes. Estos eran los que regían a los atlantes, toltecas, mayas, incas, olmecas, egipcios, etc. en tiempos remotos, sin embargo tenemos que saber diferenciar entre un CRISTO y un dirigente social de una Cultura Iniciática. Pues mientras CRISTO fue el anunciador de una era y traía una misión específica que cumplir; los Reyes Sacerdotes surgen no para anunciar una era sino para regir y dirigir en el transcurso de ella, en una época de luz y verdad, donde la bondad, la generosidad y la verdadera sabiduría es el distintivo de la responsabilidad. Ahora bien, la diferencia entre este tipo de líder y los de la actualidad es igual que la distancia del cielo a la tierra, pues aquellos precisamente sirven al cielo mientras que otros groseramente se sirven de la tierra. Unos son seres con gran conocimiento sobre el Cosmos y la Tierra, mientras que los otros a duras penas saben como se llaman, y el nombre de la calle donde viven, porque su conocimiento como lo menciona el Dr. Papus solo llega hasta las causas segundas, jamás alcanzan las causas primeras. Aquellos Reyes-Sacerdotes eran preparados por verdaderos Maestros de la Sabiduría, y conocían a fondo las causas primeras a través de las ciencias que llaman ocultas, como Hermetismo, Magia, etc., «la aludida Ciencia abarcaba la parte teórica y práctica de un gran número de fenómenos. Una pequeña porción de ellos solamente, forma en la actualidad el campo del magnetismo y de las evocaciones llamadas espiritualistas. Tales prácticas comprendidas en el estudio de la psicurgia, no eran ni representaban más que una pequeña sección, entiéndase bien, de la Ciencia Oculta, que abarca tres grandes divisiones: Teúrgia, Magia y Alquimia».
Adolfo Hitler trató de obtener este poder y estuvo a punto de conseguirlo, pero el uso que le dio al mismo fue el que lo perdió; «He aquí mi teoría, escribía Papus, médico y ocultista francés de origen español, sobre los poderes de Hitler. Antes que nada, hay que comprender el resentimiento alimentado por los alemanes después de su derrota en la Primera Guerra Mundial, y lo obsesivamente duras que fueron las condiciones impuestas por el Pacto de Versalles. Este fue el «activador dinámico» la espoleta que hizo posible la explosión de la Segunda Guerra Mundial. Nos conviene recordar que, muchos años antes de 1939, se había dado en Alemania un fuerte brote de ideología netamente pagana, y esta se centraba en los antiguos dioses germánicos que no eran sino versiones magnificadas de los grandes arquetipos. Durante años, estas fuerzas paganas fueron manipuladas por Adeptos-Germanos, y, de hecho, en ciertos círculos ocultistas se dice que Bismarck, el gran Canciller prusiano, de quien Hitler fue un gran admirador, era una alta jerarquía de la Orden de la Mano Izquierda». Esas eran las fuentes que alimentaron a la cúspide nazi en Alemania.