Al inicio de la presente administración, el presidente Peña Nieto dio luces de que iba a basar su juego político –su gobierno, para que se entienda-, en función de dos piezas de ajedrez que iban a ser fundamentales tanto a la ofensiva como a la defensiva. Estas dos piezas, que en la visión de algunos ajedrecistas podrían ser los alfiles, pero en la de otros estrategas del tablero de los 64 casilleros son los caballos, era evidente que iban a ser Miguel Ángel Osorio Chong en la secretaría de Gobernación y Luis Videgaray Caso en la de Hacienda y Crédito Público.
Cualquiera que sea el parangón de ambos servidores públicos con las piezas del deporte ciencia, alfil o caballo, Osorio Chong y Videgaray Caso se convirtieron en los pilares en los cuales Peña Nieto soportó buena parte de su gestión, sometiendo a su tutela y a una suerte de coordinación general, de la política interior y de la política económica, a los demás miembros del gabinete incluyendo a los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina, y por supuesto también de la Procuraduría General de la República. Cuando no hablaba el presidente pero hablaba en su lugar Osorio o Videgaray, era como si hablara el propio primer mandatario, o sea, ¡Todo el poder!
Y así han sido estos casi cuatro años, en donde la cabeza es el presidente de la República pero en los hechos lo que se estaba dando era una especie de triunvirato, el poder basado en tres cabezas, en tres patas, una delantera y dos traseras. Pero este esquema, que tenía una cierta lógica de política funcional, también presentaba sus flancos débiles. En el caso de Videgaray, sus fortalezas estaban en función de que a la economía mundial le fuera bien, por supuesto también a la de los Estados Unidos y de que no hubiera un cisma político o económico en alguna de las principales economías mundiales (China, Japón, Alemania, Reino Unido, etc.), una caída abrupta en los precios del petróleo, de los ‘commodities’, etc., porque como dice el axioma, a esos países les da un catarro pero a México le da una pulmonía.
En el segundo caso, el del ministerio del interior que en México se conoce como secretaría de Gobernación, todo dependía de que Osorio Chong fuera capaz de mantener un clima de gobernación general en el país, de gobernabilidad, de gobernanza, de coordinación y entendimiento con los 32 gobernadores del país, con los otros dos Poderes de la Unión, con los principales actores políticos del país, principalmente con la iglesia, haciéndole entender y atender los límites que le fija a su actuar la Constitución de la República, entre otras atribuciones y facultades. Yo no estoy seguro que Osorio Chong haya cumplido con la encomienda, a la hora de hacer un balance objetivo creo que le queda a deber al presidente y a los mexicanos.
Nunca debió absorber tantas tareas y tan diversas responsabilidades, sobre todo asumir las dificilísimas funciones de la seguridad pública. Peña Nieto debió prever que la concentración de poder a nada bueno lleva, es contraproducente, no debió desaparecer a la secretaría de Seguridad Pública federal, gravísima falla sobre todo en un entorno de inseguridad y de acoso del crimen organizado como el que vive hoy el país. Ayer leía al experto en temas de seguridad pública Alejandro Hope, quien afirmaba en su colaboración del miércoles en El Universal (‘La policía que se quedó chaparra’, 07/09/16) y nada más para resumir, diría algo de lo que dice este experto: “El país necesita a una Policía Federal grande, potente, de alta calidad y sujeta a estrictos controles democráticos. Y eso, nos guste o no, cuesta más de lo que las autoridades han estado dispuestas a gastar en los últimos cuatro años”.
Pero eso no es todo, su debilitamiento, dice Hope, “ha cerrado la ruta más viable para sacar en el mediano plazo a las Fuerzas Armadas de tareas de seguridad pública”, o sea, ha sido totalmente contraproducente esta excesiva concentración de poder en una sola dependencia a la que le corresponde atender lo político, más el tema migratorio y la regulación de los juegos de azar, ¡Excesivo!, y está visto que Osorio Chong no pudo con el paquete, pero no se atrevió a restarle a su relevancia política seguramente por sus aspiraciones en el 2018.
Entonces, resumiendo, una presidencia con dos vicepresidencias no es viable en un país como México, aunque de un lado lleves a Maquiavelo y del otro a Adam Smith, el considerado ‘padre’ de la economía. El affaire Trump hizo insostenible la presencia de Videgaray en el gobierno, metió al presidente en un problema que quién sabe qué repercusiones tanga para nuestro país en el futuro mediato e inmediato, sobre todo, como ya lo adelantó este columnista, ahora que se sabe que no vendrá Hillary.
A mi modesto entender Osorio Chong también es insostenible a estas alturas, pero un cambio en este momento sería poco práctico. El presidente tiene que encargarle al secretario que en lo que queda del gobierno trate de recomponer las cosas, a nadie le conviene este clima de inseguridad que está viviendo el país, lo hace inviable, así como ponerle un término para resolver el problema magisterial.
cronicadelpoder1@nullgmail.com @marcogonzalezga