«Roncar es una de las pocas actividades nocturnas que nos van quedando a los que hemos sobrepasado la madurez y llegado a la bendita senectud. Son el aviso inequívoco de que debemos prescindir de compañía en el tálamo para jadear sonoramente a gusto, sin que nadie nos moleste, nos codeé o nos despierte con cajas destempladas reclamándonos que «no la…» o la dejamos dormir, cuando es precisamente la pareja quien comete la imprudencia de interrumpir nuestro sonoro sueño porque los ronquidos lejos de alarmar, debieran tranquilizar a quienes los escuchan, porque son advertencia de que seguimos vivos». Lo escribe Magno Garcimarrero en el «Newsver» de Orlando García Ortiz.