A lo largo de toda la semana pasada Héctor Aguilar Camín se encargó de demostrar en su columna en Milenio que vivimos la época menos violenta de la historia de la humanidad. Contra lo que muchos pensamos, probó con cifras reales, que la humanidad ha avanzado en su lucha contra la violencia, aunque muy lejos aún de las cifras que nos gustaría ver de crímenes violentos en cualquier latitud del globo. Esto demuestra también que hoy estamos lejos de el fin del mundo provocado por la violencia individual de los seres humanos. Entonces ¿qué podría desencadenar el fin del mundo?
En principio deberíamos definir que entendemos por fin del mundo, ya que en realidad los seres humanos somos tan soberbios que pensamos que si se acaba la humanidad o si se acaba la civilización tal cual la conocemos, el mundo también se acaba. Afirmación irrisoria, pues el mundo, entendido como el universo, todavía tiene muchos miles de millones de años por delante. Aclarado lo anterior, vale la pena analizar que eventos podrían afectar seriamente la vida humana en el planeta.
Sabido es que en 2016, el reloj del fin del mundo se mantiene a tres minutos de la media noche. Es decir, los científicos que definen el riesgo para la supervivencia de nuestra civilización consideran que estamos muy cerca del final, aunque todavía es un riesgo que podemos soportar. Este reloj, mide el grado de amenaza nuclear, ambiental y tecnológico para la humanidad. En enero de 2015 lo movieron de cinco a tres minutos para la media noche, considerando la hora fatal de la cenicienta también como hora fatal para la humanidad. La razón es la proliferación de armas nucleares en el oriente medio, el avance del calentamiento global sin ninguna respuesta real de las naciones.
Es innegable que desde 1945 los científicos han considerado el riesgo de autodestrucción de la humanidad por la vía de una guerra nuclear es cada día más alto. Hoy no solo las potencias tienen armas nucleares, Inglaterra, Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Israel, Corea del Norte y probablemente Irán cuentan con armas nucleares. Un ataque entre Rusia, Estados Unidos y China podría acabar con la vida en el planeta. Y en estos tiempos, la presión de Corea del Norte por obtener alimentos y prebendas de sus vecinos ha incrementado la carrera armamentista de esa sometida nación, que sólo espera que las potencias vecinas decidan ponerle un hasta aquí, lo cual significará una nueva guerra que parece inevitable en Corea. Guerra que tendrá que manejarse con pinzar para no molestar al gigante amarillo que también ha movido sus piezas para incrementar su zona de influencia e incluso su zona de exclusión marítima en perjuicio de sus vecinos.
Definitivamente si Trump gana la presidencia de los Estados Unidos veremos un incremento en el riesgo nuclear. Su ignorancia demostrada con frases como ¨Para que queremos armas nucleares si no las vamos a usar ¨, demuestra que para él como presidente será mucho más fácil apretar el botón.
Dejemos la posibilidad de autodestrucción por guerras. La falta de atención al calentamiento global va a provocar cambios significativos en las zonas de cultivo mundial, lo cual a su vez puede provocar hambrunas y guerras por agua entre naciones. Adicionalmente existe el peligro de que virus desconocidos que hayan permanecido congelados los últimos treinta mil años, aparezcan de nuevo en las zonas de deshielo, lo cual a su vez eleva el riesgo de enfermedades a nivel global para las cuales no estamos preparados. También existe la posibilidad de alguna pandemia global generada por mutaciones de algún agente patógeno o no, que pueda convertirse en mortal.
El riesgo de invasión extraterrestre en el corto plazo es prácticamente nulo, pues todavía no han llegado las señales de nuestra civilización ni a las estrellas más cercanas. Así que en caso de existir alguna civilización extraterrestre, todavía no sabe de nosotros, y si a eso le aunamos la cantidad de años que tendrían que viajar, se nulifica el riesgo.
El caso del choque de mundos, también es remoto, pues a pesar de que sólo se ha clasificado una mínima parte de los objetos cercanos a la tierra que puedan presentar un peligro potencial, la antigüedad de nuestro sistema solar, permite estimar que objetos errantes debe de haber muy pocos, y menos aún del tamaño como para causar una catástrofe global.
A largo plazo el crecimiento sin medida de la población puede también ocasionar enorme sufrimiento en la humanidad, pero la experiencia de la historia demuestra que sufrirán y morirán los débiles mientras que los fuertes seguirán su lucha por la supervivencia. Sin embargo es claro que las religiones tendrán que cambiar sus dogmas adaptándolos a la nueva situación del planeta, y en caso de no hacerlo, admitir que sus respectivos dioses, desean que la humanidad se multiplique sin importar el sufrimiento que a ella misma se le imponga con ese crecimiento desmedido.
En realidad, los peligros con que podemos contar son dos, la proliferación del armamento nuclear, y el descuido al medio ambiente y al cambio climático. En contra de las armas nucleares la población del mundo podría presionar a los líderes de las naciones que cuentan con dichas armas para se reduzca a una cantidad tal que si hubiera guerra nuclear no desaparezca nuestra civilización, y en su caso erradicarlas totalmente.
En cuanto al cambio climático, también habría que crear conciencia para que los líderes de las naciones apliquen políticas mucho más rígidas que lo prevengan, antes de una catástrofe planetaria. En amas soluciones una ciudadanía (que exista, que no sea pueblo nada más), información e involucrarse en la solución de estos problemas podría garantizar que nuestros tataranietos continúen reinando sobre la faz de la tierra.
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